El pasado día 2 de diciembre de 2021, la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) publicó su informe anual titulado “Panorama humanitario global” en el que nos explica cómo está el mundo en lo tocante a necesidades humanitarias.
El documento informa que en 2021 necesitaron asistencia humanitaria doscientos treinta y cinco millones de personas, la cifra más alta en décadas, y que la situación empeorará en 2022, cuando los necesitados serán doscientos setenta y cuatro millones. En 2019 necesitó ayuda humanitaria una de cada cuarenta y cinco personas, en 2020 una de cada treinta y tres, y en 2022 se espera que la necesite una de cada veintinueve.
Unos setenta millones de personas, de las que el 42 % son niños, sufren desplazamientos forzosos. Más de la mitad son desplazados internos (migrantes forzosos que permanecen dentro de su propio país), modalidad que ya hoy es la más voluminosa y la más dura dentro de todo el fenómeno migratorio global, y que irá aumentando debido al cambio climático hasta doscientos dieciséis millones en 2050, siempre según el informe de la ONU.
La epidemia de COVID 19 está afectando a los sistemas sanitarios de base de los países empobrecidos. Han disminuido los diagnósticos y tratamientos del SIDA, de la tuberculosis y de la malaria, así como la atención prenatal y la vacunación infantil. El cierre temporal de escuelas es muy grave para 2.200 millones de niños que no disponen de internet y que se quedan sin la educación y sin la seguridad física que les da la asistencia presencial a las escuelas.
En Iberoamérica, hace cinco años sólo Haití era país “HRP” (se llama así a aquellos países para los que Naciones Unidas necesita preparar un Plan de Respuesta Humanitaria). Hoy día hay que añadir cinco más: Colombia, Honduras, El Salvador, Guatemala y Venezuela. En el resto del mundo, son también países HRP: Burkina Faso, Burundi, Camerún, Chad, Etiopía, Libia, Madagascar, Malí, Mozambique, Níger, Nigeria, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Somalia, Sudán, Sudán del Sur, Afganistán, Irak, Líbano, Siria, Myanmar, Ucrania, Yemen y los Territorios Palestinos Ocupados.
Ochocientos once millones de personas están desnutridas, de las que cuarenta y cinco millones en cuarenta y tres países están ya en riesgo de hambruna y, según dice textualmente el informe, “el año 2022, sin una acción sostenida e inmediata, podría ser catastrófico”. El tema del hambre va a ser difícil en el siglo XXI. Ya he explicado alguna vez que, en mi opinión y a la luz de muchas lecturas, el mundo tiene sobrada capacidad para producir la comida que vamos a necesitar, pero el primer problema será el acceso a los alimentos, ya que frecuentemente no coincidirán los lugares donde se produzcan y los lugares donde se necesiten; habrá países que deberán importarlos y que tal vez no tengan capacidad para hacerlo. También puede haber un segundo problema, esta vez de escasez real, si no se resuelve de forma efectiva la cuestión de las fuentes de energía, ya que en tal caso se recurrirá a lo que sea para producirla, incluidos los agrocombustibles, que compiten con la producción de alimentos. Se dice que harán el biodiesel a partir de algas para no ocupar campos de labor, pero en un contexto de energía escasa y cara, los especuladores no respetarán nada y quienes necesitemos la energía lo consentiremos todo. Fijaos ya hoy en la agresividad con que se implantan parques eólicos y fotovoltaicos en el mundo rural, movidos, no por aire y sol, sino por una enorme cantidad de dinero acumulado en el sistema financiero que necesita a toda costa obtener beneficios.
Si no se resuelve el problema de las fuentes de energía, África, a lo largo del siglo XXI, puede acabar produciendo biodiesel para nosotros mientras se muere de hambre.
Y todo esto en un contexto de estancamiento de la gobernanza multilateral del mundo. Se llama multilateral a todo aquello que emana de organismos como la ONU. Hoy no hay normas que todos los grandes poderes mundiales respeten. Ni siquiera hay ya un gran poder mundial hegemónico. Lo que hay son varios grandes poderes moviéndose como enormes bolas de billar por el tablero del mundo.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en la Asamblea General de la ONU de este año abrió su discurso diciendo: «Estoy aquí para dar la alarma: el mundo debe despertar, estamos al borde de un abismo y estamos avanzando en la dirección equivocada».
Luis Moliner, presidente de la asociación Amigos del Patrimonio Geológico de Teruel, geólogo divulgador de ciencia y buen amigo mío, dice que lo que está en riesgo no es el planeta, sino la especie humana o, al menos, lo que entendemos como civilización. Dice que el planeta seguirá su camino, que la tectónica de placas lo limpiará de basuras, que las ratas o algún otro organismo oportunista serán el origen de nuevas líneas evolutivas y que la época del ser humano sólo será una fina línea en una sucesión estratigráfica que nadie podrá estudiar.
¡Ojalá te equivoques Luis!
José Antonio Barra Martínez
Notas:
– United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affaires (UNOCHA). (Diciembre 2021) Global Humanitarian Overview 2022.
– Guterres, A., (21 de septiembre de 2021). Discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
– Moliner, L., Aurell, M., 2021. Alcorisa (Teruel) como ejemplo de implicación de una administración local en la divulgación geológica. Revista de la Sociedad Geológica de España, 34 (1): 57-63.