África Subsahariana se está convirtiendo en un fortín. Buena parte de las operaciones de mantenimiento de la paz internacionales están desplegadas en esta región, nuevas bases militares de EEUU o de otros países occidentales han sido instaladas en diferentes lugares del continente en los últimos años, y lo más remarcable, los presupuestos de ayuda al desarrollo utilizan hoy nuevos instrumentos que desvían la tradicional ayuda dedicada a cuestiones relacionadas con el ámbito social o económico, hacia el ámbito de la seguridad.
“Reconstruir los estados africanos”, el nuevo sentido común occidental
Esta dinámica es fruto obviamente del discurso securitizador post-11 de septiembre de 2001 que predomina en la mayoría de países occidentales, en el que África ya no es sólo visto como un problema de subdesarrollo sino sobre todo como una amenaza a la seguridad internacional, al considerarse un terreno fértil para el terrorismo, los flujos migratorios o las redes y rutas del narcotráfico.
Foto USAFRICOM
El cambio de discurso y de políticas ha sido vertiginoso. Y es que tan sólo unos años antes, en la década de los noventa, el despliegue del Consenso de Washington en todo el continente tuvo como objetivo principal adelgazar el Estado, al concebirse como uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la región. África necesitaba -repetía la doctrina de aquellos años- menos Estado, más sociedad civil, y la liberalización de todas sus políticas.
Paradójicamente, con el inicio del milenio, el Estado ha vuelto al centro del discurso. Los llamados “estados frágiles” y en algunos casos considerados como “fallidos” han hecho que la seguridad militar sea considerada ahora como la dimensión clave en la estabilización de muchos países. Es así como la Unión Europea, los EEUU, el Reino Unido e incluso Naciones Unidas, han hecho un gran viraje hacia políticas denominadas de “construcción del estado” que han privilegiado abiertamente reformar y robustecer los cuerpos de seguridad del estado (ejércitos y policías), muchas veces en detrimento de la dimensión socioeconómica (salud, educación, …). Iniciativas como el AFRICOM por parte de los EEUU han intensificado la militarización del continente con la voluntad de contener desde territorio africano todos los problemas que el mundo occidental percibe como potencialmente desestabilizadores para sus intereses.
China y la nueva carrera militar en África
La intensa presencia e inversión china en África ha sido la gran revolución que el continente ha experimentado en la última década. Básicamente, el modus operandi chino está basado en la construcción de grandes infraestructuras a cambio de la explotación de tierras y minas durante varias décadas. Hasta ahora parecía que Pekín apostaba por mantener este perfil: ambicioso en lo económico y político (convirtiéndose en el principal socio comercial de buena parte de los países de la región subsahariana), pero discreto en el militar.
El escenario ha cambiado. China ha decidido también intensificar su cooperación militar con el conjunto de África. Los motivos, señalan varias voces, tienen que ver con una política exterior que, entre otros motivos, aspira a proteger la expansión de los crecientes intereses energéticos chinos, pero también a proteger más de un millón de ciudadanos chinos que ya se han instalado en el continente. Las iniciativas, en este sentido, ya son múltiples, destacando la decisión de construir la primera base militar china en Yibuti.
Dos datos más certifican este cambio de rumbo. La primera es que China ha multiplicado por 25 en los últimos años el número de efectivos en las operaciones de mantenimiento de la paz internacionales, el 75% de los cuales están en África, erigiéndose así en el miembro permanente del Consejo de seguridad que más cascos azules aporta. La segunda es que en 2016 el gobierno de Beijing ya consiguió situarse como el principal exportador de armas en África Subsahariana, con un 27% del total de las exportadas a esta región. Un total de 35 países africanos emplean actualmente equipamiento militar chino, a la vez que Pekín ha deslocalizado tres plantas de producción de armas ligeras en Sudán, así como fábricas de municiones y armas portátiles en Zimbabue y Malí.
Autoritarismo y securitización
Sea como sea, la securitización de África no depende sólo de las agendas y visiones externas hacia el continente. Muchos líderes africanos, especialmente regímenes de corte autoritario como Ruanda, Etiopía, Uganda, Chad o Angola han encontrado en este discurso una forma de fortalecer su dimensión securitaria para contener y reprimir así a la oposición o para hacer frente a los problemas y desafíos de seguridad regionales. El Estado y sus líderes han vuelto al centro de la escena, no importa cual sea su currículum en materia de derechos humanos, lo importante es consolidar la dimensión securitaria de estos con el objetivo de que tengan la capacidad de frenar problemas que pueden afectar a la seguridad nacional e internacional.
Los resultados de toda esta nueva deriva de la cooperación con África son nuevamente devastadores para la población. La securitización impide la transformación real de las causas de fondo de muchos problemas y sitúa el bienestar de las personas en un lugar marginal. Y el problema es que en un contexto global en el que el miedo y la inseguridad vertebran buena parte de los discursos, las políticas securitarias tienen garantizado un largo recorrido.
Original en : Africaye