Muchos hemos oído hablar del “movimiento curvy”, iniciado en la década de los 2000, cuyo objetivo es apoyar a aquellas personas cuyos cuerpos son de tallas grandes (plus size) que no se ajustan al estereotipo tradicional de belleza impuesto por la sociedad. En el otro extremo, también hemos leído en estas últimas semanas acerca de los nuevos fármacos (Ozempic, Zepbound, Wegovy) desarrollados contra la enfermedad crónica de la obesidad. Engordar y/o adelgazar preocupa en los países del Norte. ¿Y en África, en donde, según Bankinter, están los veinte países más pobres del mundo (Burundi, el último, con un PIB per capita de 308 $)?
El pasado 2 de marzo, Asharq Al-Awsat, en su edición en inglés, titulaba: “La sequía amenaza a 22 millones de personas en el Cuerno de África”. Cuatro días más tarde, el Programa mundial de Alimentos de Naciones Unidas advertía que “Se corre el riesgo de que la guerra civil en Sudán desencadene la mayor hambruna del mundo”. En ese contexto de sequía y hambruna, parece casi indecente hablar del problema de la “obesidad en África”. Pero eso es precisamente lo que hizo Vatican News con motivo del “Día Mundial de la Obesidad” celebrado el pasado 4 de marzo. “La obesidad, un flagelo del que África debe protegerse”, titulaba el artículo del jesuita congolés Stanislas Kambashi. Y es que, por extraño que parezca, hace ya tiempo que la epidemia de la obesidad (calificada así por la OMS) acosa también a África. Con motivo del Día Mundial de la Obesidad, una nota de la Comisión de la UA explicaba: “De los niños menores de cinco años con sobrepeso en el mundo, casi uno de cada tres vive en África. Las tasas de obesidad de niños y adolescentes africanos se han duplicado en los últimos 16 años. Las de los adultos se han duplicado en los últimos 6 años”. Como en otros terrenos, también en éste África se ha mundializado.
Un estudio publicado el 29 de febrero en la revista médica The Lancet muestra que más de 1.000 millones de personas eran “obesas” en 2022. Se determina la obesidad por la relación entre el peso de una persona (en kg) y el cuadrado de la altura (en metros). Si el resultado, el “índice de masa corporal” (IMC) es superior a 30, la persona es considerada “obesa”. Según el estudio, las tasas de obesidad en el mundo se han duplicado entre los adultos desde 1990 y se han cuadruplicado entre los niños y adolescentes. Y el análisis encuentra tasas de obesidad más altas en los países de ingresos bajos y medianos que en muchos de ingresos altos. También los países de África y Oriente Medio, históricamente asociados con la desnutrición, están ahora luchando contra el aumento de peso.
En el artículo de Vatican News, Kambashi entrevista a la Doctora Aimée Bibatou, endocrinóloga, diabetóloga y nutricionista camerunesa, que actualmente ejerce en Dakar, Senegal. Bibatou explica que «las causas de la obesidad son multifactoriales«. Y que en África, los más prevalentes son los factores ambientales, la urbanización, el crecimiento socioeconómico, y los cambios en la alimentación. En África, «cuando tienes sobrepeso, se piensa que eres rico, que has tenido éxito en la vida, que estás sano, que tienes un buen trabajo”. Ha cambiado el estilo de vida. Cada vez se consumen más alimentos importados, listos para consumir, enlatados y ultraprocesados. El sedentarismo, siempre según la Doctora Bibatou, tanto en adultos como en niños, es otro factor que predispone a esta patología. Tras alertar sobre las múltiples enfermedades relacionadas con la obesidad, Bibatou da diversos consejos sobre la alimentación. “Es importante comer alimentos con un bajo índice de azúcar”, con especial énfasis en las bebidas azucaradas (SSB, por sus siglas en inglés).
En julio de 2023, un estudio para la Red Regional para la Equidad en Salud en África Oriental y Meridional (EQUINET) indicaba que el mercado de bebidas azucaradas crecía en todas las capas sociales, y proponía que un impuesto sobre esas bebidas era una de las medidas necesarias para que disminuyera su consumo. Con el apoyo del Banco Mundial y el FMI, la OMS lo propuso en diciembre del mismo año. Todos coincidían sin embargo en que habría que evitar el posible tráfico ilícito de bebidas. ¿Y la picaresca de los diversos gobiernos?
Varios países ya habían implementado medidas, y el estudio de EQUINET criticaba las intenciones de algunos gobiernos: “Los países de la ESA (Eastern and Southern Africa) han aplicado impuestos tanto a las bebidas azucaradas como a las no azucaradas, y sólo la República Democrática del Congo, Mauricio, Mozambique, Sudáfrica y Tanzania se refieren explícitamente a las bebidas azucaradas. La aplicación del impuesto de esta manera sugiere su uso en gran medida como una medida de recaudación de ingresos, más que para la protección de la salud”. De hecho, según el estudio, sólo Uganda y Sudáfrica habían dedicado una parte de los impuestos recaudados en materia de bebidas azucaradas para incrementar los gastos en Salud. Además, en ambos casos los porcentajes eran relativamente bajos (1-2 %), en claro contraste con la práctica en otras partes del mundo, donde hasta el 60 % de los impuestos recaudados sobre las bebidas azucaradas se utilizan para promover alimentos saludables, nutrición y acceso al agua potable.
Ramón Echeverría
CIDAF-UCM