Obama el africano, por Rafael Muñoz Abad – Centro de estudios africanos de la ULL

19/11/2012 | Bitácora africana

Con independencia de quien pernoctase en La Casa Blanca, las políticas de Washington hacia Africa tradicionalmente han venido vertebradas entorno a La doctrina Monrovia. Versión africana del pensamiento Monroe. Método científico y ruin que desde James K. Polk al mismísimo Obama, poco más allá que de un sombrío juego de influencias ha evolucionado. La guerra fría acabó, pero no lo ha hecho en Africa, donde los fuertes intereses en torno al petróleo exigen apadrinar la búsqueda de un equilibrio ante la nueva amenaza china. Invitado de peso cuya creciente presencia ha obligado a franceses y norteamericanos a reaccionar bajo el riesgo de perder peso en el continente. Los EEUU han dejado de ser el país del hombre blanco de ojos azules y camisa de cuadros, para convertirse en un crisol cultural que cada vez condicionará más el acceso a la presidencia del candidato. Obama, vendido como algo fresco y progre, tal vez no lo sea tanto; o mejor dicho, sólo lo sea para algunos. Como afroamericano es el icono en el que muchos africanos gustan mirarse; un negro triunfante en el oscuro mundo de una política, que tradicionalmente ha sido presidida por ex actores o ex pilotos blancos. La especialidad de la casa [una de ellas] es hacer de abogado del diablo; y para mi, Obama tiene algo de “producto” del propio sistema. Ni demócrata ni republicano. El pensamiento global de Washington no entiende ni de diestras ni de siniestras; eso se deja para los ilusos y los periodistas. Y en estas tintas africanas, eso sólo puede significar una cosa: la política estadounidense hacia Africa, más allá de reforzar posiciones, no va a dar un giro radical. Obama hará en Angola, en Guinea ecuatorial o en Nigeria, lo que le dicten la Chevron y la Exxon; y sobre todo, lo que la CIA le susurre mientras duerme. Obama viajará a Uganda a sacarse fotos y dar discursos emotivos mientras los congresistas se fuman habanos bajo el retrato de Jefferson. Y es que Obama me evoca un poco a Escipión el africano: afable, siempre jovial y liberal. Una cara nueva para servir a un imperio viejo. Roma o Washington; igual da una que la otra.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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