Obama, el África y la búsqueda de autosuficiencia alimentaria

8/06/2012 | Opinión

El mes pasado, el presidente estadounidense Barack Obama lanzó la Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y Nutricional (NAFNS, por sus siglas en inglés). Esta iniciativa internacional, tanto pública como privada, pretende erradicar en diez años el hambre y la malnutrición del África Sub-Sahariana, modernizando la agricultura en todo el continente. Los países ricos del G-8 contribuirán al fondo común de la NAFNS con USD $3.000 millones. Algunas empresas internacionales y africanas aportarán, entre todas, un monto equivalente.

Es posible suponer que las partes afectadas y los gobiernos africanos trabajarán juntos en un ámbito armonioso, en el que los acuerdos reemplazarán a las discusiones. ¿Será esta iniciativa un verdadero legado con el que Obama intenta ayudar al África?

Conceptualmente hablando, la NAFNS es una espada de doble filo, ya que puede ser utilizada para bien o para mal. Existen ciertas dudas: en primer lugar, el esfuerzo ¿deberá ser realizado por África o por parte de los integrantes «externos»? En segundo lugar, ¿de qué modo se protegerá al emprendimiento de la mayor condena del África: la corrupción? Y finalmente, si el proyecto prospera, ¿de qué modo se evitará que la NAFNS se convierta en una herramienta implacable de intrusión y abusos por parte de sus miembros extranjeros?

Puede que estos sean simples detalles pero, como bien se sabe, el diablo está en los detalles. Concentrémonos brevemente en dos riesgos potenciales implícitos en la iniciativa que proponen nuestros amigos extranjeros.

A pesar de las advertencias ya mencionadas, conceptualmente la NAFNS es una iniciativa positiva ya que realmente podría impulsar la búsqueda de la autosuficiencia alimentaria del África. Esta expectativa es creíble siempre y cuando Obama sea presidente. Pero eso no ocurrirá eternamente. Para el 20 de enero de 2013, el hombre sentado en el sillón presidencial del Despacho Oval podría ser Mitt Romney. Como todo nuevo proyecto, la NAFNS corre el riesgo de cambiar de rumbo hacia una dirección que no contemple a los africanos.

Del mismo modo, otro riesgo de la NAFNS es que puede transformarse rápidamente en una poderosa herramienta de intrusión y abuso político por parte de sus miembros extranjeros. El ingreso podría originarse desde los sectores externos privados o públicos, o desde ambos en alianza. Por ahora, nos limitaremos a describir un par de casos ilustrativos, ambos provenientes del sector público, donde su visibilidad es mayor.

Actualmente, los Estados Unidos amenazan con sancionar económicamente a Sudáfrica si ésta no detiene sus importaciones de petróleo crudo iraní. Los Estados Unidos (y la Unión Europea) mantienen una sanción económica contra Irán por negarse a detener su programa nuclear «no autorizado».

Sudáfrica se encuentra «entre la espada y la pared». Si accede a las demandas norteamericanas, caerá inevitablemente en el inmenso costo financiero que implica transformar sus refinerías para recibir otras fuentes de crudo. A los Estados Unidos parece no importarle. De modo contrario, si Sudáfrica no obedece, como castigo será removido del sistema bancario estadounidense. A nivel económico, esa opción tampoco resulta viable.

Naturalmente, Sudáfrica se encuentra fuertemente comprometida. A pesar de las legítimas preocupaciones que despierta la idea de una posible proliferación de armas nucleares en el volátil Medio Oriente, Sudáfrica no posee conflictos con Irán. Por otro lado, a diferencia de los Estados Unidos, Sudáfrica es el único país del mundo que se ha desnuclearizado voluntariamente. ¿Por qué, entonces, sufre coerciones para aplicar sanciones a Irán? ¿Los Estados Unidos se atreverían a intimidar a la China moderna con sanciones económicas?

Allí, entonces, se esconde la respuesta. Sudáfrica negocia desde una posición comparativa de debilidad. Si la NAFNS adquiere protagonismo, toda el África se encontrará negociando desde una posición similar de debilidad relativa.

Hoy conocemos la falta de escrúpulos de los Estados Unidos a la hora de alcanzar sus objetivos políticos internacionales, al punto de utilizar los alimentos para tales fines. En febrero de 2012, Estados Unidos se comprometió a proveer de alimentos a Corea del Norte si éste país abandonaba sus ambiciones nucleares. Pero cuando Corea lanzó un cohete al espacio, se canceló el trato. Occidente estaba convencido de que el lanzamiento formó parte de ensayos de la capacidad balística de los misiles coreanos, y decidió descreer la versión oficial según la cual dicho cohete formaba parte de una comunicación satelital.

Ante el oído occidental, Corea del Norte e Irán no son sólo los actuales Ejes del Mal, sino también los Ejes de la Mentira.

La expectativa de los Estados Unidos de intercambiar alimentos por un comportamiento político gentil por parte de un régimen no electo y desafiante, ¿era creíble? Y que los alimentos fueran realmente destinados a los civiles, especialmente a niños y mujeres embarazadas, y no a los soldados o empleados del régimen ¿estaba garantizado?

El derecho humano a la alimentación es tan básico como el derecho humano a respirar. En un entorno civilizado, ciertos aspectos de la existencia humana no deberían ser negociables, y deberían priorizarse ante las cuestiones políticas. Aun respetando los estándares estadounidenses, utilizar la provisión de alimentos como método político es un ejemplo de frialdad y decadencia moral aplicado a la política internacional. ¿Será que los Estados Unidos permitieron que la falta de humanidad norcoreana ponga en riesgo su propia humanidad?

En este sentido es posible recordar otras alianzas occidentales que resultaron desastrosas para los países no occidentales, como la OTAN o la Coalición Multinacional (o Coalición de la Voluntad). Tal fue el caso de Libia e Irak. Allí, Occidente ¿luchaba realmente por el petróleo? Sería mejor que no libremos a la imaginación ciertas teorías conspirativas incendiarias.

La asistencia de las necesidades alimentarias del África es un tema tan significativo que debería ser resuelto por el África misma. Podemos aceptar ayuda de tanto en tanto, pero eso también debería mantenerse ad hoc y subordinado a la voluntad africana. Las opciones son claras: podemos controlar la dirección de los avances agrícolas africanos y apoderarnos así del futuro de nuestro continente, o hipotecar ese mismo futuro dependiendo cada vez más de los recursos externos.

El quid de la cuestión es: La NAFNS, ¿ofrece alguna posibilidad de subordinación a la voluntad africana? La iniciativa ¿responderá a la insistencia del África en resolver este problema con sus propias manos, o al inherente instinto de búsqueda de réditos económicos de sus miembros? En términos simples, la NAFNS ¿responde genuinamente a la imperiosa necesidad de autosuficiencia alimentaria del África? De no ser así, ¿podrían ambas conciliarse?

Hoy hacemos fila para obtener alimentos; mañana, nuestros hijos ¿deberán hacer fila para obtener semillas y fertilizantes?

Por James N. Kariuki

Publicado en Africa News, el 4 de junio de 2012.

Traducido para Fundación Sur por Magdalena Saux.

Autor

Más artículos de Administrador-Webmaster