Elá Ndong vivía en un pueblo llamado Elon Eté junto con su hermano, Ekoho Ndong. Un domingo, tras trabajar ayudando a su padre, Ndong Monsuy, a Elá le entró mucho hambre; pasó por la cocina de su madre, Nsuga Eyaha, y no encontró nada que pudiera comer. Así que llamó a su hermano Ekoho para ir de pesca (ngak) al bosque y así procurar alimento para la familia.
Ekoho le recordó lo poco recomendable que era ir a ese bosque los domingos, pero Elá replicó que era mucho peor morir de hambre y no intentar nada para remediarlo.
Así que los dos hermanos bajaron al río y por el camino se hicieron con una buena cantidad de cebo para poner en sus anzuelos. Poco a poco fueron colocando cada anzuelo, hechos con espinas de puercoespín (ngak ngom), cerca de las cuevas preferidas de los peces que pretendían atrapar. Tras varias horas de espera, regresaron para mirar si había caído algo; pero no encontraron nada comestible. Sólo había picado un sapo (edjo) y para colmo de males ya no les quedaban más cebos.
Ekoho desanimado, le dijo a Ela.– Te advertí de que no era buena idea ir a pescar un domingo, ahora puedes ver cómo Dios nos castiga privándonos de llevar nada a casa; yo, desde luego, regreso ya al pueblo porque esto no tiene visos de acabar bien. Si quieres te vienes conmigo y si no, me voy igualmente.– A lo que Elá contestó que no iba a desistir tan deprisa y que se quedaba un poquito más.
Dicho y hecho. Acto seguido Elá cogió el sapo, lo abrió y le sacó el estómago y tras limpiarlo, decidió utilizarlo como cebo. No transcurrieron ni dos minutos cuando una inmensa serpiente pitón pasó cerca de donde pescaba Elá. El reptil, que había terminado ya su proceso de digestión y volvía a estar con hambre, vio algo blanquecino colgando de una cañita y sin pensarlo más se lo tragó. Al rato, Elá vio cómo se agitaban bruscamente las aguas donde tenía el anzuelo; cogió su machete y se acercó. Al llegar, vio que en su anzuelo se hallaba atrapada una enorme pitón. Armándose de valor la decapitó, la subió a tierra firme y se puso muy contento porque aquello suponía mucha carne para su familia y allegados.
Así la paciencia de Ela Ndong tuvo su recompensa.
Y de aquí los fang sacan su proverbio: “Ntobo mban mengueng anguê awuiñ nvom ósang edjo” (El pescador constante mató una pitón usando de cebo el estómago de un sapo)
“El secreto del éxito reside en la constancia”
Baron ya Bùk-Lu – [Edición y revisión, Rafael Sánchez]