Nos deslizamos hacia un 2014 resbaladizo y precario

28/01/2014 | Crónicas y reportajes

Aunque no llevemos puestos los esquís, lo cierto es que mucha gente percibe la transición entre este año y el que viene como una gran pendiente resbaladiza por la que nos deslizamos hacia un año nuevo que, seguramente, terminará siendo como cualquiera de los anteriores. O tal vez puede que se convierta en el año en el que se coseche lo que se sembró, en el que docenas de gobiernos se den cuenta de que, aquellos que un día tuvieron que marcharse, vuelven para reclamar lo que les corresponde y que, además, son muchos más de los que pensaban.

Los legisladores de los países desarrollados quieren hacer creer a su electorado que la saturación de los mercados bursátiles son la panacea para el desempleo, la falta de gasto público, la disminución de las rentas reales disponibles, los ingresos nulos de los inversores de renta fija, una desinflación amenazante y el estancamiento económico a escala mundial.

No quieren que los votantes, de nuevo, vean gobiernos inútiles que lo único que hacen es marear la perdiz. Existe una serie de asuntos sin resolver que dificultan el desarrollo del crecimiento global, problemas que se debaten casi diariamente por una serie de expertos en todo el espectro de foros, cada uno con su propia solución. No obstante, de nuevo, los líderes políticos temen afrontar los verdaderos problemas e intentan escurrir el bulto, práctica en la que son expertos. Los índices de crecimiento económico de los países desarrollados son un desastre. Además, las dos potencias más importantes, Estados Unidos y la zona euro, no consiguen impulsar sus economías a pesar de los esfuerzos que han realizado para inyectar liquidez en el sistema financiero internacional.

En condiciones normales, las economías desarrolladas se recuperan tras cinco años de recesión grave; vuelven a aprovechar todo su potencial, a expandirse a unos niveles respetables, a ofrecer empleo a sus trabajadores y a crecer de forma tan rápida que la recesión acaba por ser únicamente un recuerdo lejano. Pero esta vez no.

Estoy impresionado por la obstinación de los líderes para reconocer un problema fundamental de la economía mundial: el mundo, técnicamente, está en bancarrota. La deuda soberana es tan alta que la probabilidad de que algún día se salde es prácticamente inexistente. Yo estoy de acuerdo con la corriente que propone la creación de algún mecanismo de condonación de la deuda para que podamos (el mundo entero) volver a empezar de cero. Sin embargo, también soy realista y reconozco que, teniendo en cuenta que la zona euro todavía no ha conseguido encontrar las soluciones adecuadas para resolver la disparidad en cuanto a sus deudas, nos llevaría unos diez años establecer las bases para una condonación de deudas de carácter universal.

Y si encontramos suficientes personas honradas y preparadas para afrontar la realidad de que dos tercios de la economía mundial se encuentran ahogados por las deudas, ¿cómo lo hacemos para confeccionar una administración adecuada para que nosotros, los que nos encontremos en África, también recibamos un beneficio proporcionado?

Si el mundo está forzado a seguir el camino de la condonación de la deuda, no cabe duda de que esos principio también serán válidos para los países africanos, de ser de otro modo, en teoría, solo supondría un ejercicio de devaluación.

Una parte de mí sospecha que justo esa es la solución que buscan los que se encuentran al frente de los bancos centrales en Europa y en EEUU, la devaluación, porque, en realidad, no importa si devalúas mediante políticas activas o por la inflación, ya que el resultado es el mismo. Por lo tanto, cuando digo que comparto la opinión de que se condonen las deudas, no me refiero a que se aplique únicamente en beneficio de las economías que ahora mismo están sufriendo más.

Tomemos como ejemplo el caso de la Alemania reunificada. Alemania occidental tuvo que esforzarse durante diez años para absorber las pérdidas exponenciales que se produjeron una vez que se reunieron con sus hermanos comunistas en el camino hacia la prosperidad. Esta unión supuso una carga pesada de acarrear incluso para la economía más importante de Europa pero, llegó un punto en el que consiguieron recuperarse y, durante el proceso, se hicieron extremadamente eficientes y, al mismo tiempo, tacaños. Entiendo el motivo por el que los políticos alemánes están tan exasperados por sus socios más pequeños y débiles del euro pero, igual que los alemanes, también entiendo que el proceso de recuperación no se puede iniciar si primero no se encuentra una solución para los problemas más inmediatos.

Hace cinco años predije que el malestar de la crisis económica permanecería en la economía global al menos durante diez años. Un punto de vista conservador. Ahora nos encontramos a mitad de camino pero seguimos sin contar con soluciones tangibles o factibles.

Tampoco me convencen los movimientos del mercado bursátil en Japón, por ejemplo. Considero que Japón ha llegado al final del camino en más de un sentido y que simplemente quedará como un caso de estudio en economía, como en el caso del Reino Unido. No obstante, estoy verdaderamente preocupado por nuestro futuro. Apoyo a aquellos que prevén un renacimiento africano y, desde un punto de vista meramente analítico, también considero que somos el continente del futuro. Lo que pasa es que no creo que el futuro se nos presente en 2014; aún hay demasiados problemas pendientes de resolución y nosotros sufrimos sus consecuencias.

Daniel Steinmann

Namibia Economist

(Traducción, Ana María Peña)

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