Norte de Mali: una charía de doble velocidad

5/09/2012 | Opinión

Ahora hace ya cinco meses que el norte de Mali está ocupado por los islamistas. De varias obediencias religiosas, ellos tienen una consigna común: instaurar la charía. ¿Es la ley islámica geometría variable?

Siendo profano como soy, esta es la cuestión que me planteo desde hace varias semanas, después de que los nuevos señores de Gao, Tombuctú y Kidal saltasen a los titulares. Cada día, se nos relata un nuevo acto de gloria con gran refuerzo en la prensa, con la que ellos tienen el cuidado de contactar antes o después de actuar. Se comenzó con la destrucción de mausoleos, filmado y mostrado ante la mirada asombrada e impotente del mundo entero. Después llegaron los latigazos, hay tantos como se quiera: un cigarrillo, 100 latigazos, una cerveza con alcohol, 100 latigazos, una “relación fuera del matrimonio”, 100 latigazos. Y Después las cosas se echaron a perder rápidamente. Un hijo fuera del matrimonio, lapidación hasta la muerte. Un presunto robo, mano cortada en carne viva, después complicaciones y la muerte además la madre del ladrón, víctima colateral de una crisis cardiaca. Es verdad que la severidad del castigo depende de la localidad donde se viva. Si Ansar Dine, que controla Tombuctú y Kidal, dice, intenta mostrar una charía “con un rostro humano”, los muyahidines de MUJAO pretenden aplicar la ley pura y dura. Donde hay abusos de todo tipo, sanciones sin investigación previa, juicios que penden de un hilo y… una población sin aliento, al límite, encerrada en sus casas, rezando para que su respiración no levante sospechas. Y los vecinos, que prefieren lavarse las manos de la gestión de este asunto, cada vez más inquietos. Argelia que expulsó a estos hombres fuera de su territorio y los ha dejado al cuidado de un Mali laxo, que los ha recibido con los brazos abiertos, ahora puede que empiece a arrepentirse, sus diplomáticos secuestrados están bajo amenaza de ser ejecutados en serie. Algo que ya ha comenzado.

Profano como soy, me parece que todo esto entra dentro de la demagogia, en una especie de comedia macabra que interpretan actores convencidos de su talento y que quieren obligar a los demás a participar en su película. Los medios internacionales deben estar muy contentos con Mali, que cada día ofrecen información proveniente de sus regiones del norte, donde pasa esto o aquello. Los islamistas lo han comprendido y no escatiman en comunicados y otras imágenes de sus acciones. Los expertos son interrogados, los observadores dan su opinión y mientras tanto, las víctimas son reducidas al silencio… No se les ve más que en las imágenes de ocupantes o en los campos de refugiados y desplazados. Tal vez sea necesario ahora el esfuerzo de llegar hasta las mujeres, niños y hombres de Gao, Tombuctú y Kidal. También tomados como rehenes desde hace meses y olvidados, según parece, en todo caso, ellos son los que hay que salvar. Y darles la palabra.

Profano como soy, aún así sé que el Islam es una religión de tolerancia. Está escrito en el Santo Corán que “no hay coacción en la religión”. ¿De qué islam se declaran seguidores entonces aquellos que secuestran, matan, violan en nombre de una fe que quieren hacer adoptar a otros por la fuerza? Y ¿Por qué las reglas que pretenden imponer a otros no son válidas para ellos? Las zonas que dirigen son más que nunca el escenario de tráfico de todo tipo, los pillajes continúan, los derechos humanos más elementales no son respetados. Los dos pesos, dos medidas que nunca han sido más que el fermento de la revuelta. Esto retumba en los corazones, por el momento impotentes. Pero, las poblaciones que ven morir a sus hijos bajo las piedras de los acusadores, no podrán aceptar durante mucho tiempo que sus hijas sean violadas impunemente. Falso, me replicarán, sin duda aquellos que cortaron la mano de un ladrón, el violador es severamente castigado… con 100 latigazos.

POR DEDE F.

Publicado en Journal du Mali, el 04 de septiembre de 2012.

Traducido por Rosa Moro, de Fundación Sur.

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