No debiera, pero funciona, por Ramón Echeverría

11/05/2022 | Bitácora africana

El regreso de Israel a la Unión Africana está creando división entre los estados miembros”, escribió Olivier Caslin el pasado 18 de enero de 2021 en The Africa Report (mensual en inglés creado en 2005 por el grupo Jeune Afrique). En julio de 2021, el presidente de la Comisión de la Unión Africana, el chadiano Moussa Faki Mahamat, devolvió a Israel su estatus de observador en la UA, del que se le había despojado en 2002, cuando la Organización para la Unidad Africana (OUA) inició una nueva andadura, convertida en la Unión Africana (UA), teniendo como nuevo presidente al sudafricano Thabo Mbeki. Sudáfrica fue uno de los 20 países que en septiembre de 2021 se opusieron a la acreditación concedida a Israel: había sido tomada sin consultar con la Asamblea, y traicionaba la posición tradicional de la UA en favor de la causa palestina. Moussa Faki tuvo que ceder, y se decidió preguntar a israel_judio_judaismo_estrella_david_cc0.jpgla Asamblea que iba a tener lugar en febrero de 2022 en Adís Abeba. En su artículo en The Africa Report, Olivier Caslin preveía las divisiones que la cuestión de Israel iba a causar entre los asistentes. Y no se equivocó. La UA busca siempre la unanimidad. Y por temor a esas divisiones, el pasado 6 de febrero se retiró la pregunta y, en su lugar la Asamblea, que había elegido al senegalés Macky Sall como nuevo presidente de la UA, decidió crear una comisión que estudiará la cuestión e informará en la próxima Asamblea general. En esa comisión de seis miembros están Sudáfrica y Argelia, que se opusieron a la acreditación a Israel otorgada por Faki, y Ruanda y la República Democrática del Congo, que la apoyaron. Los otros dos miembros son Camerún, a petición propia, y Nigeria, propuesta por Sudáfrica.

Primero en Fundación Sur, y ahora en UCM-CIDAF, hemos seguido los altibajos de las relaciones de Israel con diferentes países africanos (Marruecos, Chad, Sudán, Ruanda, Etiopía, Sudáfrica, etc.), así como con la OUA y la UA, hasta llegar al punto muerto del pasado febrero. La leyenda pretende que el creador de Etiopía fue Menelik I, hijo de la reina de Saba y del rey bíblico Salomón. En realidad las relaciones diplomáticas con África comenzaron en los años 1950, impulsadas por Ben Gurion, que proclamó la independencia de Israel en 1948, y Golda Meir (Ministra de Exteriores 1956-1966, y Primera Ministra 1969-1974). Ambos buscaban romper el aislamiento diplomático. Ghana fue en 1956 el primer país africano que estableció relaciones diplomáticas con Israel. En 1958 Golda Meir viajó a Ghana para celebrar el primer aniversario de su independencia, y tuvo encuentros con los nuevos líderes africanos de Costa de Marfil, Senegal y Nigeria. En los siguientes 10 años se establecieron relaciones con otros 33 países africanos. “Al igual que ellos, nosotros [los israelíes] nos habíamos sacudido el dominio extranjero; como ellos, tuvimos que aprender por nosotros mismos cómo reclamar la tierra”, escribió Golda Meir en su autobiografía, My Life (1975). Pero por otro lado, el sionismo adoptó palabras, prácticas e instituciones coloniales, como bien lo explica Eitan Bar-Yosef en “When Golda Meir was in Africa”: “De hecho, las actitudes judías hacia los árabes (así como las opiniones de los judíos asquenazíes sobre los judíos mizrajíes) a menudo reflejaban tropos coloniales. Esto aparece en el relato de Golda Meir sobre la misión civilizadora de Israel, que distingue entre aquellos cuyo deber es enseñar y aquellos que deben aprender”. Esa tensión aclara en buena parte los vaivenes de las relaciones políticas entre Israel y África; las “amistades peligrosas” con Sudáfrica durante el apartheid, a las que se refirió Rafael Muñoz Abad en un artículo de diciembre de 2012; el que la causa palestina se convirtiera en el gran escollo entre Israel y buena parte de los gobiernos africanos; y aclara también el “Acuerdo de Abraham” de 2020 (Normalización de las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos), seguido en 2021 por el reconocimiento oficial de Israel por parte de Marruecos. Fueron estos últimos pasos los que llevaron a pensar que había llegado el momento de readmitir a Israel en el seno de la UA, decisión que ha sido pospuesta una vez más.

La política de Israel en África podría resumirse como ‘relaciones bilaterales, oposición multilateral´«. La frase es de Samir Bhattacharya, de la “Vivekanada International Foundation”, en un artículo del 2 de marzo de 2022 publicado por el Hindustan Times de Nueva Delhi. Las relaciones oficiales no son siempre las más importantes, y aunque Israel no ha recuperado todavía su puesto de observador en la UA, la mayoría de los países africanos han firmado acuerdos de cooperación con empresas israelíes en ámbitos tan diversos y sensibles como la educación, la defensa, la seguridad, la inteligencia, la cooperación nuclear, la agricultura, las innovaciones tecnológicas, salud, economía y finanzas. Se diría que si en algo coinciden africanos e israelíes es en la prioridad que dan a lo concreto y práctico, a lo que funciona, aunque en teoría no debiera. Tal vez sean las relaciones postcoloniales las que han favorecido esa mentalidad en el continente africano. Israel la tiene en sus genes. Por Israel-Judea-Palestina-Canaán, terreno de eterna confrontación, han pasado todos los imperios, y las ruinas de guerra de Jericó son las más antiguas del mundo. Siempre han estado divididos quienes habitan esas tierras. El equipo de fútbol israelí juega hoy en las competiciones asiáticas. El de baloncesto lo hace en las europeas. E Israel se siente miembro de la Unión Africana. Esta no ha readmitido aún a Israel. Pero Israel mantiene relaciones bilaterales formales con 44 países africanos, aunque sólo 17 tienen embajadas en Tel Aviv, y 12 consulados generales. No debiera, pero funciona.

Ramón Echeverría

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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