La violencia de las fuerzas de seguridad ha sido noticia en Nigeria, el país más poblado de África y la primera economía continental. El síntoma de un gigante enfermo y en convulsión por una sociedad cansada.
Las protestas populares que emergieron en Nigeria a comienzos de octubre, con amplia repercusión internacional, en relación a abusos de las fuerzas de seguridad del país de África occidental, son una rebelión contra la matriz de un trasfondo que nunca ha cambiado realmente, el legado de la herencia colonial y su perpetuación en un presente turbulento que permite vislumbrar que algo no estaría funcionando bien entre gobernantes y gobernados.
El rechazo a la brutalidad de las fuerzas de seguridad no es novedoso en el país. Pero el 3 de octubre sobrepasó un límite. Desde entonces comenzó con tremenda fuerza el pedido de disolución de un cuerpo especial de la policía, bajo el lema #EndSARS -por Special Anti-Robbery Squad, la sigla en inglés del comando-, pronto viral en las redes sociales tras difundirse la noticia -acompañada por videos filmados por un anónimo- de un joven acribillado a balazos por efectivos de esa unidad táctica para robarle su vehículo en la ciudad de Ughelli. La protesta explotó en Internet y, más tarde, en las calles. Las autoridades, ante la efervescencia del movimiento, no tuvieron más alternativa que disolver una fuerza sospechada de cometer todo tipo de delitos contra los Derechos Humanos, en procura de combatir la delincuencia. En apenas 48 horas la causa obtuvo más de 28 millones de tuits, incluyendo del Reino Unido y Canadá. El poder de Internet y, un factor decisivo, el empuje de la juventud nigeriana -y de otros sitios.
Pero no solo la web se inundó de mensajes, sino que la gente salió a las calles en Lagos, la ciudad más habitada, hecho que se replicó en otras urbes nigerianas y hasta en ciudades bien distantes, como la capital finlandesa. En el país que preside Muhammadu Buhari se dio un combo peligroso: movilización y represión. Celebridades locales, como el famosísimo Burna Boy, se solidarizaron con la causa disparando los niveles de llegada y logrando que #EndSARS se convirtiera en trending topic del país. Asimismo, artistas de renombre mundial como Beyoncé y Rihanna también se mostraron interesadas por este acontecer nigeriano.
Desde el poder, Buhari salió al cruce del tráfico digital y de numerosísimas acusaciones. El mandatario reelecto el año pasado carga con la deuda de cumplir su palabra y traducir en hechos promesas de tiempos electorales. Él alegó que se está trabajando por la reforma del aparato de seguridad para evitar cualquier clase de abuso, asunto que una mayoría, con varios motivos como para ser escéptica, descree. La ira estalló contra su investidura y, por ejemplo, debido a la represión, comenzó a ser llamado “el carnicero de Lekki” (#ButcherofLekki), ciudad cercana a Lagos, donde se dio la masacre que amplió las protestas, el 20 de octubre. Allí soldados dispararon contra civiles que se manifestaban, provocando la muerte de al menos 12, conforme Amnistía Internacional. Hasta allí esta última aseguró que al menos 56 personas habían caído producto de la represión estatal en el país. En suma, la imagen presidencial se ha visto bastante deteriorada por la respuesta a la crisis, lo que se suma a un descrédito acumulado.
La etiqueta #EndSARS, aparecida en 2017, fue in crescendo y se le sumaron más hashtags, en protesta contra ese cuerpo fundado en 1992. Por ende, el movimiento consiguió su primer objetivo pero los reclamos no se cierran por ello. Otra meta es acabar con la corruptela policial ya que en el país la corrupción está enraizada a todo nivel y, asimismo, terminar con la violencia en cualquier otra unidad del conjunto de las fuerzas de seguridad. Se observa una parte considerable de la sociedad desilusionada con un modelo que lleva décadas y a la cual se la priva de oportunidades.
Descolonizar el Estado
Nigeria, independizada en 1960 de Gran Bretaña, presenta y arrastra diversos frentes de conflicto: algunos son de vieja data, otros más novedosos. Las protestas en cuestión, en donde la juventud -las dos terceras partes de la población nacional por debajo de los 35 años- es protagonista, son la punta del iceberg de una disconformidad que se palpa en el ambiente y cuyo producto es una serie de factores asociados: corrupción, pobreza, desempleo o informalidad, descrédito de la clase política, etc.
Pareciera que la sociedad dijo basta frente a un panorama cuya perpetuación no invita al optimismo. En este caso no están pidiendo la cabeza del gobernante o su salida, como en otros, pero es un guiño de advertencia a rectificar o torcer el rumbo. En el caso del desempleo, las cifras son alarmantes. El 27% de la población local está sin trabajo, más de 21 millones de habitantes, y, en la franja etaria principal del mercado laboral, de entre 25 a 34 años, el porcentaje es aún mayor, rozando el 31%. En 2050 Nigeria sería el tercer país más poblado del mundo. Una masa tan amplia de población descontenta siempre es un gran peligro.
Algo que se puede apreciar con facilidad es el dinamismo de la juventud que se propuso y concretó el objetivo inicial: acabar con el SARS. El movimiento, sin liderazgo ni programa, se anotó una importantísima victoria parcial. Con Twitter como timonel y con los manifestantes como un capitán de la nave. La lucha sigue. El objetivo es descolonizar el Estado, la manifestación de la violencia en las formas del último es un lastre colonial sumado a un historial atestado por golpes de Estado. Si bien la democracia llegó para quedarse en 1999, es necesario repensar un sistema político que no estaría representando del todo a sus gobernados. El asunto es más espinoso y lleva a plantearlo fuera del país: ¿funciona lo democrático? Volviendo al elefante africano: ¿es compatible el sistema con el mosaico cultural tan diverso que representa la nación más poblada de África?
Tal vez el breve análisis aquí esbozado suene reiterativo y hasta esencialista, pero no lo es. La idea es encontrar gobiernos a la medida. Siempre con la democracia antes que el autoritarismo, pero el panorama nigeriano, pese al velo democrático, se asemeja más al segundo. Hasta que el Estado no se descolonice si el SARS se disuelve, formas similares van a resurgir pese a millones de tuits y multitudes en las calles.
La protesta no terminó, manifestantes salieron de nuevo a las calles el fin de semana pasado. El SARS mutó en SWAT, sigla de la nueva unidad táctica que reemplaza a la anterior, es decir, nombre reciclado para un viejo problema que obligó otra vez al lema inicial #EndSARS, al que se suma #EndSWAT. En suma, el drama señalado de la violencia y abusos continuará movilizando. Si el ejecutivo nigerino desea negociar, pareciera que la intención de la otra parte no es la negociación sino colmar las calles.
De todo queda una lección valiosísima para el futuro: la juventud ha demostrado que ya no tiene miedo, pese al historial de violencia colonial y postcolonial en Nigeria. La gente joven busca algo más que el fin de los abusos de las fuerzas de seguridad, ya que, ante la falta de oportunidades que aqueja a multitudes, lucha por no perder la esperanza.
Original en: Africaye Imagen: wikimedia commons Autor: Kaizenify