Nigeria: entre la desesperación, el olvido y la esperanza, por Omer Freixa

6/06/2014 | Bitácora africana

2014 parece ser el año de Nigeria en todo sentido. Se convirtió en la “superpotencia africana”, o al menos eso se discute hoy por hoy. A comienzos de abril superó a Sudáfrica como la economía continental más grande, con un PBI mayor de u$s 500.000 millones. A la ex colonia británica más grande de África occidental le dicen el elefante del continente. Este animal es un gigante, pero con un defecto derivado de su propio peso, se mueve muy lento. Esa metáfora parece resumir la realidad del país más poblado del continente, con 170 millones de habitantes y la principal renta petrolera, pero en donde el panorama dista de ser perfecto.

Sin duda, “Naija” promete en el siglo XXI. Emergente con auspiciosas posibilidades, de todos modos enfrenta varios desafíos, como cada país en crecimiento. El principal reto en estos momentos, en vista de las elecciones del año próximo, es solucionar los problemas de seguridad cuya resolución hace a la imagen de un país respetable en el panorama regional e internacional. Aunque existan otros retos (de seguridad y no), el que más notoriedad pública ha cobrado es el que hace a la amenaza a la integridad en el norte del país por parte de la secta islamista insurgente Boko Haram que, de ser un grupo pacífico de estudiantes en 2002 en torno a un líder espiritual, su muerte en 2009, a manos del Ejército Federal, la radicalizó de modo que comenzó a emplear métodos violentos en su lucha contra un Estado hoy día liderado por un cristiano, en el afán fanático de convertir el norte del país en un Estado gobernado por la sharia y, dicho sea de paso, sentirse cómodo para ser cobijo del radicalismo islámico más desalmado ya que el grupo recibe ayuda de la temible red Al Qaeda.

Yendo por más, los autores del secuestro de más de 200 niñas el pasado 14 de abril quisieran expandir sus operaciones al resto del país y por qué no, también al vecino Camerún donde cuentan con apoyos. De hecho, si se revisa el historial de masacres que vienen produciendo, sobre todo en los últimos meses, muchas de las víctimas son linderas a la ex colonia francesa.

El interés en la escena internacional por el secuestro que puso a Nigeria en el centro de las noticias hace casi dos meses se ha desvanecido en gran parte. Las primicias en español ya no son tan abundantes como cuando el tema por unas tres semanas atrapó el interés del mundo entero. Otras cosas han pasado. En breve arranca el mundial de fútbol en Brasil, por ejemplo. Tal vez importan más los resultados de los amistosos previos que seguir de cerca que las niñas continúan presumiblemente donde estaban en el momento que estalló la noticia, secuestradas.

El gobierno nigeriano parece especialista en la indecisión. El presidente Goodluck Jonathan dio marcha atrás con la idea de una propuesta de intercambio de prisioneros de Boko Haram por ellas al comienzo del drama, más tarde fue vacilante y se desdijo en la intención de lanzar una operación de rescate por el riesgo de sus vidas y hasta negó que se tratara de un secuestro. Por último, lanzó una “guerra total” contra Boko Haram por lo que pide cooperación regional (a los Estados de África central) en la resolución de este grave problema. En definitiva, todo muestra su ineficacia al momento de lidiar con una situación para la que nadie, ni la comunidad internacional, parece estar preparado, o no desea estarlo. Mucho se habló, al respecto, de los planes en las sombras de Washington para desmembrar Nigeria como sucediera en Sudán en 2011, utilizando el grupo islamista como una herramienta operativa a tal efecto. Como sea, siempre se pierde de vista en las catástrofes acontecidas en África lo fundamental, el daño colateral y el sufrimiento de los civiles. Las niñas hoy siguen cautivas pero el mundo continúa su cauce, casi indiferente. La noticia ya no lo es tanto. En apenas unos días ha pasado de la primera plana a algún lugar en internacionales o a ser la nota de color sobre lo bestiales que son los africanos, o lisa y llanamente un silencio.

Otro gesto de Abuya que no ayuda a aclarar el panorama y arroja más sombras que luces sobre la gestión estatal es la prohibición impuesta a la ciudadanía en la capital de manifestar el pedido de liberación de las niñas bajo la consigna que fue furor en las redes sociales, el hashtag #BringBackOurGirls, que ha perdido su brillo hoy. De todos modos, frente a las quejas recibidas, la administración moderó sus dichos y aclaró que se trató de una mera recomendación la de no reunirse, aduciendo motivos de seguridad. Pero, por otra parte, el partido gobernante sospecha que esas marchas están fogoneadas por sectores de la oposición. De allí la principal excusa (encubierta) para plantear evitarlas. Todo se calienta conforme va faltando menos para la llegada del momento clave electoral, febrero de 2015, en donde se celebrarán las presidenciales y legislativas.

Este momento, aunque poco importe al análisis fuera del país, encuentra a Nigeria conmemorando 15 años ininterrumpidos de democracia, un compromiso que se renovará en febrero del año próximo en virtud de las elecciones susodichas. No todo es desesperación. En un gesto de confianza, el vocero de la Asamblea del Estado de Lagos denotó optimismo al expresar que las niñas volverán sanas y salvas a sus hogares, mientras una procesión de artistas de Nollywood (el principal polo cinematográfico de África y uno de los tres más grandes del mundo) marchó por las calles de Lagos, la ciudad más poblada y antigua capital, para exigir la rápida liberación de las rehenes exponiendo su preocupación frente a las autoridades debido a que, a siete semanas del secuestro, poco se ha hecho. La prédica de los manifestantes también incluyó en sus quejas a la comunidad internacional. En una palabra, la manifestación fue una marcha contra el olvido, uno de los principales males que aquejan a los africanos.
Hasta los cazadores tradicionales, contando con sus conocimientos de la zona y sus armas elementales, se unieron a la búsqueda de las desaparecidas, aunque nada es suficiente dentro de la cuestionable voluntad política y las divisiones sobre la estrategia a adoptar en la cúpula nigeriana para poner término a esta pesadilla causada por un grupo que desde el día del secuestro ha provocado entre 700 y 1.000 muertes, superando las 5.000 desde que comenzó la violencia, en 2009. La tarea de lograr la recuperación de las niñas debiera ser un momento propicio para cimentar la democracia en pos de aunar un verdadero esfuerzo nacional combinado con apoyo internacional. Pero en realidad está ocurriendo todo lo contrario y cada uno saca las tajadas de beneficio propio, como subraya el caso de la prohibición de las manifestaciones. A toda costa, siguiendo la lógica del interés particular, Jonathan evita que la situación del megasecuestro interfiera con su deseo de ser reelecto el año que viene, es decir, que la situación se transforme en un arma política usada en su contra. Por su parte, también el presidente pierde credibilidad. Hace varios meses, en menos de un año anunció 15 veces que Boko Haram sería historia, y últimamente el grupo está más activo que nunca.

De Nigeria por lo general solo llegan los resultados finales, las muertes, y no la comprensión sobre las causas que las ocasionan. Primero, el olvido, o el desinterés. Después, si la hay, información parcelada y distorsionada. Lamentablemente este caso de Nigeria no es el único. El ébola es otro ejemplo de actualidad. Para el sentido común, sería correcto pensar que la epidemia se acabó puesto que se sabe entre poco y nada, porque las noticias son escasísimas. Sin embargo, a casi tres meses de su aparición, todo lo contrario. El brote que apareció el 21 de marzo lleva en su trágico haber 224 muertes, en su debut en África occidental, convirtiéndolo en el cuarto más letal de la historia. Un ejemplo más de cómo el africano aparece como sujeto periodístico en las malas. Aparece y desaparece. A las noticias se las lleva el viento. África solo vende cuando hay que hablar de malas noticias y si esa condición revierte, la noticia se esfuma. Así aconteció con la mujer en Sudán condenada a muerte por apostasía, por haberse casado con un cristiano. Apenas algo más se supo de una presunta liberación (que por su parte el gobierno sudanés negó). La noticia fue muy poco abordada y se constata una máxima en la forma de enfocarlo: al africano se lo prefiere en titulares antes muerto que vivo, o a lo sumo, camino a la muerte.

No queda duda de que si hay un lugar del mundo en donde predomina el olvido, África se lleva todos los laureles. Nigeria actualmente funciona como el mejor exponente. No es su culpa, cuando la noticia deje de ser negocio tal vez se modifique la imagen del continente y las víctimas de los atropellos puedan volver a sonreír porque tendrán la atención y el reconocimiento que se merecen, lo que impedirá que África continúe siendo tratada como un espacio esencialmente generador de pobres, inmigrantes, sufrientes y/o muertos.

Autor

  • Historiador y escritor argentino. Profesor y licenciado por la Universidad de Buenos Aires. Africanista, su línea de investigación son las temáticas afro en el Río de la Plata e historia de África central.

    Interesado en los conflictos mundiales contemporáneos. Magíster en Diversidad Cultural con especialización en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF).

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