“Sepan que olvidar lo malo es tener memoria” dijo hace más de un siglo el célebre escritor argentino José Hernández, autor de una de las obras más emblemáticas del país del sur, el Martín Fierro. En el caso de África, lugar de rezago de las noticias internacionales, habría que preguntarse si esta máxima se cumple, y pareciera que no. Nigeria, de gran centro de las miradas entre abril y mayo, de nuevo se ha perdido en la bruma del olvido, tras el paso fugaz del ébola que dejó 8 muertos y 20 casos en septiembre.
Hoy, 14 de noviembre, se cumple una efeméride muy significativa (aunque no así para la atención del mundo ya) que permite ser críticos respecto de la aplicación del dicho referido líneas arriba.
Hace 7 meses el grupo islamista Boko Haram, fundado en 2002 y radicalizado a partir de 2009, secuestró a 276 niñas de una escuela en un pequeño y desconocido pueblo para el mundo entero, Chibok, situado en el nordeste del país más poblado de África, donde la milicia comete atropellos de todo tipo y se cuentan más de 11.000 muertes desde hace 5 años, y miles de desplazados. Es historia conocida el impacto que tuvo la noticia y los reclamos viralizados en redes sociales por tal “megasecuestro”, el más evocativo de éstos fue #BringBackOurGirls. No obstante, duró poco, a 214 días ha pasado al olvido. Hubo que esperar también que algunos de los padres de las niñas murieran hace semanas producto de la angustia (por complicaciones de salud) que les provoca la indiferencia generalizada y el inaccionar del gobierno federal de Nigeria, que poco hizo, más que pactar una tregua a mediados de octubre que a fin de cuentas, los islamistas siquiera cumplieron. Es muy difícil negociar con gente que, por ejemplo, considera a la mujer un objeto sexual, y ese ha sido el destino final de las jovencitas secuestradas a mediados de abril.
Abubakar Shekau, actual líder del grupo, quien tiene más vidas que un gato, salió a decir (siempre bajo la cámara de la cual gusta tanto) que estaba más vivo que nunca cuando a finales de septiembre el Ejército del país había confirmado definitivamente su muerte. Para mayor preocupación, a comienzos de este mes agregó que las niñas habían sido vendidas como esclavas sexuales. Tan poca confianza se le puede tener a radicales que la secuencia de hechos fue muy simple. El 17 de octubre Shekau anunció una tregua y apenas dos semanas más tarde confirmó que sus cautivas habían sido casadas a la fuerza. Para peor de los males e incumpliendo su palabra, en el ínterin de la supuesta tregua, el 23 de octubre Boko Haram secuestró a 60 mujeres más. Siempre frente a la indiferencia de la mayoría.
Esta semana el objetivo de la milicia fue una escuela una vez más, donde una bomba dejó 48 adolescentes muertos. El presidente Goodluck Jonathan (a quien el juego de palabras de su nombre da para pensar seriamente si la suerte lo acompaña) lamentó el hecho, prédica casi coincidente con su anunció de candidatura y búsqueda de la reelección el próximo febrero. Las portadas de la mayoría de los matutinos del país mostraron esta ambivalencia, cuando la impotencia parecer ser la norma. Nigeria es una nación dividida, dicen, entre musulmanes y cristianos, pero la principal oposición se da en la forma en que la política divide. Así es como el presidente tiene muchos críticos que apuntan principalmente a las cuestiones de seguridad, mientras que, por otro lado, no deja de tener simpatizantes genuinos u otros que le apoyan por falta de mejores alternativas políticas. No cabe duda que en el combate contra el radicalismo islámico el Sr. Jonathan no lleva las de ganar. Pero no todo está perdido, al menos, en la lucha contra Boko Haram. Ayer milicias autoconvocadas de cazadores, armados no más que con sus armas tradicionales, expulsaron a los islamistas de una importante ciudad, eliminando a 75 de éstos, sin ninguna ayuda oficial. Lamentablemente es algo que el Ejército nacional no ha podido imitar en los últimos meses, cuando mañana se cumple año y medio de la imposición del estado de emergencia en los tres Estados asolados por la violencia islamista. Parece ser una crisis sin fin.
Mientras algunos conciben el conflicto en el norte de Nigeria como de baja intensidad, olvidan el drama, el costado humano de la situación. Hay familias enteras destruidas por la malicia de quienes pretenden imponer un Estado islámico y volver a las épocas del Islam originario con prácticas como cortar manos a los ladrones, una de las noticias recientes sobre las múltiples tropelías que cometen estos adictos a la locura. Los padres que, muy presumiblemente a esta altura, no verán nunca más a sus hijas no pueden olvidar lo malo y sí tienen memoria, haciéndose eco del dicho del escritor argentino en forma crítica. Tal vez sea más acertado pensar en las palabras del orador romano Cicerón, quien dijo hace más de dos milenios, “quien tiene memoria, sufre”. Pero el mundo sigue girando y no sufre más por el destino de las desafortunadas casadas a la fuerza.