Se presenta un amplio texto/análisis, firmado por Norman ISHIMWE, presidente de JAMBO ASBL* (Asociación sin ánimo de lucro, con sede en Bruselas) y cofundador de ALL FOR RWANDA (organización de apoyo a un regreso digno de los refugiados ruandeses a su país) sobre las FDLR (fuerzas democráticas de liberación de Ruanda). Como es sabido, el régimen ruandés explica y justifica su presencia e intervención en apoyo del movimiento rebelde M23 en la República democrática del Congo, en defensa de los derechos, no respetados, de la comunidad tutsi congoleña y porque las FDLR, instaladas en el Congo, representan una amenaza para la seguridad y supervivencia de Ruanda. Ante posibles negociaciones, el régimen de Kigali exige de la RDC la neutralización de esa pretendida amenaza. El autor, junto con la mayoría de analistas de la situación en el este del Congo, considera tal exigencia un mero pretexto que enmascara la realidad, y subraya la necesidad de un auténtico diálogo para resolver el conflicto; el texto de Ishimwe fue publicado antes del recrudecimiento actual del mismo.
Las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR) han suscitado desde su creación vivas controversias en torno a su clasificación por parte del gobierno ruandés como organización genocida. El 24 de noviembre de 2024, el ministro de Asuntos Exteriores ruandés, Olivier Nduhungirehe, en una entrevista en la BBC, reafirmó esta posición al declarar de manera categórica: “Las FDLR son responsables del genocidio contra los tutsi de 1994. No ha lugar a una posible negociación con un grupo genocida”. La posición de Ruanda es clara: rechazo a cualquier idea de diálogo con las FDLR.
¿Estas acusaciones se basan en pruebas sólidas y verificables? Este artículo explora esta cuestión examinando los hechos y elementos históricos relativos a las FDLR, para comprender su rol en el contexto de seguridad global de la región de los Grandes Lagos. He aquí un análisis en diez cuestiones clave.
1) ¿Las FDLR son un movimiento genocida?
Las FDLR son presentadas a menudo como un movimiento genocida debido a sus lazos de unión con las antiguas Fuerzas armadas ruandesas (FAR). Sin embargo, no existe hoy día ningún acto o documento que demuestre una ideología genocida en el seno de las FDLR.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) no condenó más que a un número limitado de oficiales de las FAR y ninguno de los actuales dirigentes de las FDLR fue inculpado por genocidio. Entre los cerca de 500 oficiales que contaban las FAR antes de 1994, solo 9 fueron condenados por el TPIR. Algunos altos mandos, como el general de brigada Gratien Kabiligi y el general-mayor Augustin Ndindiliyimana, fueron incluso absueltos.
Por otra parte, numerosos antiguos miembros de las FAR viven hoy libremente en Ruanda y algunos ocupan puestos de responsabilidad en las Fuerzas de Defensa Ruandesas (RDF). Todo ello demostraría que la cercanía o afiliación a las FAR no permite definir a un individuo o grupo como genocida. Cabe señalar que el TPIR u otra institución judicial que haya juzgado a oficiales de las FAR, nunca definió a las FAR como una institución genocida. En consecuencia, las FAR no pueden ser comparadas, como lo hizo el ministro de Exterior en la BBC, con la “Wehrmacht” de Hitler, una analogía sin base alguna judicial.
Cabe también señalar por fin que las FDLR fueron fundadas para marcar una ruptura con las FAR. Después de la guerra de los infiltrados y la derrota resultante en 1999, se hizo necesario pasar de un ejército estatal a un movimiento político-militar capaz de defender a los refugiados y sus intereses en un contexto de exilio prolongado. Esta transición permitió promover nuevos oficiales, menos visibles o influyentes en el seno de las FAR, a la vez que se integraron nuevos reclutas salidos directamente de las poblaciones refugiadas. Por medio de esta reorganización, las FDLR no solo cambiaron de estructura sino igualmente afirmaron una voluntad de ruptura, no solo formal sino también ideológica y funcional con las FAR.
2) ¿Por qué integrar antiguos FAR en el gobierno ruandés si las FDLR son calificadas de genocidas?
Desde que Paul Kagame se convirtió en presidente, el puesto central de ministro de Defensa en el seno del Estado ruandés ha sido ocupado por 5 personas, de las que 4 son antiguos miembros de las FAR ; entre estos figuran el general de brigada Emmanuel Habyarimana, antiguo teniente-coronel de las FAR antes del genocidio; el general-mayor Albert Murasira, antiguo capitán instructor en la Escuela Superior Militar de Kigali bajo el régimen de Habyarimana; y el coronel Juvénal Marizamunda, antiguo teniente de las FAR, quien, tras un exilio en la RDC, fue obligado al exilio en Gabón antes de ser repatriado por la fuerza a Ruanda. Tras su regreso, ocupó puestos de alta responsabilidad en el aparato de seguridad de Ruanda bajo el régimen de Kagame
El general Marcel Gatsinzi representa otro ejemplo interesante. Antiguo alto mando de las FAR, participó en la comisión dirigida por el coronel Théoneste Bagosora que redactó el importante documento “Identificación del enemigo”. Este texto fue utilizado por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (TPIR) para probar la existencia de un plan coordinado de genocidio, que condujo a la condena de algunos oficiales ruandeses.
Gatsinzi era jefe de Estado Mayor adjunto de las FAR y fue también nombrado jefe de Estado Mayor al día siguiente del atentado contra el presidente Habyarimana, que costó la vida al general-mayor Nsabimana, entonces jefe de Estado Mayor. Según el relato oficial del actual régimen ruandés, este atentado fue perpetrado por “extremistas hutu” que querían coger el poder para organizar el genocidio. Siguiendo esta lógica, el coronel Gatsinzi, promovido inmediatamente general de brigada tras el acontecimiento, sería el principal beneficiario de este atentado al tomar la cabeza del ejército en un momento crítico, al sustituir a Nsabimana.
A pesar de este pasado, Gatsinzi no fue sancionado por el régimen postgenocidio e incluso fue recompensado al ser integrado en altas funciones gubernamentales del gobierno de Kagame hasta ocupar el puesto de ministro de Defensa y ascender de grado en grado hasta convertirse en el primer general de cuatro estrellas de la historia del ejército ruandés.
Todo esto plantea cuestiones en cuando a la lógica que califica a las FDLR de genocidas únicamente por su vinculación con las FAR. Muestra que esta afiliación a las FAR no es un criterio uniforme para determinar la implicación en los crímenes de 1994.
3) ¿La integración de antiguos líderes de las FDLR en el más alto nivel de los órganos de seguridad de Ruanda contradice la narrativa y la doctrina del régimen de Kagame?
Entre las figuras integradas en las más altas funciones, Paul Rwarakabije, antiguo comandante en jefe de las FDLR, representa un notable ejemplo. Antes incluso de la creación de las FDLR, Rwarakabije era jefe de Estado Mayor del Ejército de Liberación de Ruanda (ALIR), antepasado de las FDLR. En este puesto, fue uno de los arquitectos principales de la estructura, doctrina, objetivos y estrategia de las FDLR. Según numerosos observadores, el rigor, la continuidad de esta organización nunca se han desviado de los objetivos y líneas directrices fijadas en su fundación.
En 1994, el teniente coronel Rwarakabije ocupaba en puesto G3 en el seno del Estado Mayor de la gendarmería, lo que le situaba al cargo de operaciones. Tuvo un protagonismo importante en todas las acciones llevadas a cabo por la gendarmería. Conviene señalar que el régimen de Kagame considera la gendarmería como uno de los órganos clave de lo que él llama “el aparato genocida”. Sin embargo, a pesar de todo (su defección/retirada), Rwarakabije había dejado un recuerdo positivo entre los refugiados por el protagonismo crucial que había tenido en su protección.
En noviembre de 2003, Paul Rwarakabije organizó una rendición espectacular de 105 hombres a su mando. Su regreso a Ruanda en 2005 fue el resultado de un mercadeo y de una campaña de persuasión llevada a cabo por el jefe de Estado Mayor de las RDF, general James Kabarebe. Antes de ello, los tribunales Gacaca, creados para juzgar a presuntos autores de genocidio y que habían condenado a más de un millón de hutus, habían señalado a Rwarakabidje como presunto culpable del genocidio. En cuanto regresó fue absuelto por los tribunales Gacaca del sector de Kimuhurura y promovido a funciones oficiales.
Desde su integración, Rwarakabidje se ha beneficiado de un tratamiento privilegiado por parte del régimen, lo que levanta numerosos interrogantes. Esta benevolencia contrasta fuertemente con la suerte reservada a otros miembros de las FDLR, acusados de perpetuar una ideología genocida. Cabe recordar, por otra parte, que su familia ha pagado un pesado tributo; que su mujer y tres de sus cuatro hijos fueron masacrados por la APR durante la llamada “guerra de los infiltrados”.
Otras figuras de la antigua cúpula de mando de las FDLR han ocupado también puestos importantes. El coronel Jérôme Ngendahimana, antiguo alto mando de las FDLR, tras haber sido promovido al grado de general mayor ha dirigido la Fuerza de Reserva de las RDF durante varios años, mientras que el teniente coronel Evariste Murenzi, otro alto mando de las FDLR, es actualmente comisario general del Rwanda Correction Service, responsable del conjunto de cárceles ruandesas. Esto oficiales, algunos de los cuales habían llevado a cabo operaciones para regresar a Ruanda por medio de las armas cuando la guerra de los infiltrados en 1998, se han visto que les confiaban funciones de primer orden en la administración de Kigali.
Estas integraciones plantean una cuestión fundamental: Si las FDLR son efectivamente una organización acusada de compartir una ideología genocida y de amenazar Ruanda, ¿por qué algunos de sus antiguos líderes ocupan funciones estratégicas en el seno del gobierno ruandés? Esta contradicción pone en duda la sinceridad de la acusación de genocida lanzada contra las FDLR y parece indicar una relación ambivalente entre el gobierno ruandés y estos oficiales que oscila entre una amenaza declarada e integración pragmática.
4) ¿Las FDLR tuvieron protagonismo en el genocidio contra los tutsi en 1994?
Formadas en 2.000, seis años después del genocidio contra los tutsi de 1994, las FDLR no existían en el momento de las masacres. A pesar de numerosos informes emanados por expertos de las Naciones Unidas, Organizaciones internacionales, jurisdicciones competentes, a menudo muy críticas con las FDLR, ninguno de esos documentos ha establecido, hasta hoy, crímenes masivos de carácter genocida imputables a las FDLR desde su creación. ¿Cómo se les puede acusar de un genocidio cometido antes de su existencia?
Desde 2004, el Consejo de seguridad de la ONU ha creado un grupo de expertos encargado de redactar semestralmente informes sobre la seguridad en el este de la RDC. Informes que analizan detalladamente las actividades de los diferentes grupos armados activos en la región, entre ellos de las FDLR. Si bien las FDLR son mencionadas regularmente por su implicación en diversos incidentes contra la seguridad, ninguno de esos informes ha documentado nunca crímenes de carácter étnico cometidos por las FDLR. Esta permanente vigilancia internacional jamás ha sido complaciente con las FDLR, pero igualmente jamás ha señalado que en sus actividades aplicara una ideología genocida. Es importante señalar que hasta hoy no se ha establecido prueba alguna de acciones de las FDLR con carácter genocida. Por lo tanto, es crucial distinguir entre diversos crímenes cometidos en un contexto de conflicto armado y actos cometidos por una ideología genocida. Aunque esta acusación sea regularmente avanzada, a menudo alimentada por percepciones populares o por ideas preconcebidas, es importante señalar que ninguna prueba concreta o verificable ha establecido hasta hoy que las FDLR basan sus acciones en una ideología genocida.
5) ¿Las FDLR utilizan el terrorismo para influir y desestabilizar la región?
La designación de grupo terrorista supone una utilización sistemática de la violencia para generar miedo y servir a objetivos políticos. En 20 años, Las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda solo han reivindicado un solo ataque en territorio ruandés: en 2019, en Busasamana, donde un cuartel militar fue el objetivo, causando la muerte a tres soldados de las Fuerzas de Defensa de Ruanda (RDF). En la RDC, las FDLR no figuran en los informes del BCNUDH (Buró conjunto de las Naciones Unidas para los derechos humanos) al contrario que la ADF, el M23 y CODECO, entre los grupos más violentos. ¿Pueden ser calificadas legítimamente como terroristas?
En 2013, los EE. UU. colocaron a las FDLR en la lista de sanciones financieras del Departamento del Tesoro americano, al mismo tiempo que el M23, sin inscribirlas en su lista oficial de “Foreing Terrorist Organizations” (FTO). Esta clasificación no convierte a las FDLR en grupo terrorista según las normas americanas, aunque sean sometidas a restricciones económicas
El ejército de Liberación de Ruanda /ALIR, disuelto en 2.000 para crear las FDLR, sí que figura en la lista de los EE. UU.; inscripción ligada al ataque contra turistas occidentales en el parque de Bwindi, en Uganda, el 1 de marzo de 1999. Ocho turistas extranjeros, entre ellos dos americanos, fueron brutalmente asesinados.
Sin embargo, hay serias dudas en cuento a la responsabilidad de ALIR en este ataque, Según Aloys Ruyenzi, antiguo oficial que desertó, esta operación habría sido organizada por soldados del Frente Patriótico Ruandés (FPR), disfrazados de rebeldes interahamwe. Ruyenzi explica: “Los turistas occidentales asesinados en el parque nacional de Bwindi fueron víctimas de una operación planificada por el FPR. El objetivo era internacionalizar la amenaza de los interahamwe y justificar las operaciones militares en la RDC. Al acusar a los rebeldes, el FPR buscaba presentar una buena imagen a la vez que eliminaba la presencia extranjera incómoda en las zonas en que sus atrocidades eran cometidas”.
Tres ruandeses, Léonidas Bimenyimana, François Karake, y Grégoire Nyaminani, fueron acusados de haber participado en el ataque de Bwindi y extraditados por las autoridades ruandesas hacia los EE. UU. en 2003. Su procesamiento, sin embargo, reveló elementos turbios: los acusados declararon haber sido torturados por agentes ruandeses para obtener su confesión. La juez federal Ellen Segal Huvelle, encargada del asunto, estableció en 2006 que las confesiones obtenidas bajo tortura eran inadmisibles. Declaró: “La corte es dolorosamente consciente de que dos turistas americanos inocentes fueron brutalmente asesinados en Bwindi el 1 de marzo de 1999. Sin embargo, el derecho no puede permitir que las pruebas obtenidas de manera coercitiva sean utilizadas en este tribunal”. La juez señaló igualmente que las acusaciones reposaban principalmente en esas confesiones dudosas, describiendo las condiciones de detención de los acusados como inhumanas e incompatibles con los principios fundamentales de justicia. Los acusados dieron testimonio de que habían sido sometidos a torturas como el “kwasa kwasa”, con los brazos amarrados en posiciones dolorosas, así como a palizas prolongadas.
Conviene subrayar que las FDLR, en cuanto organización distinta de ALIR, jamás ha quedado inscrita en la “Terroriste Exclusion List” de los EE. UU. Este asunto pone de relieve la influencia de los servicios de inteligencia ruandeses sobre la imagen de las FDLR a nivel internacional. En 2024, las FDLR no figuran en ninguna lista oficial de grupos terroristas establecida a escala nacional, regional, internacional o multilateral.
6) ¿Qué justifica todavía la existencia de las FDLR?
La existencia de las FDLR se explica por un contexto histórico, político y de seguridad enraizado desde hace cerca de 30 años. Este grupo nació en el 2000 en el contexto del éxodo masivo de más de dos millones de ruandeses, principalmente hutu, que huyeron del país tras la toma del poder del Frente Patriótico Ruandés en 1994. Una parte importante de estos refugiados se instaló en la RDC; otros huyeron a través del mundo; algunos siguen viviendo en campos de refugiados en Congo-Brazzaville, Uganda, África austral, mientras que otros se han establecido en Europa y América.
Esta comunidad ha estado marcada igualmente por oleadas crónicas de masacres selectivas de poblaciones refugiadas desde hace cerca 30 años, provocando grandes pérdidas humanas. Otra parte de los refugiados regresó a Ruanda, sea voluntariamente, sea obligada, en condiciones a menudo criticadas. Hoy, el ACNUR cifra en más de 240.000 los refugiados ruandeses bajo estatuto oficial. Esta cifra está, no obstante, lejos de reflejar la realidad: si se añaden los apátridas, los no registrados y los que viven con falsas identidades, ese número se duplica fácilmente.
Las FDLR justifican su existencia por la ausencia de diálogo político con Kigali y por las condiciones que llevaron a estos refugiados a exiliarse: represión política, marginación y ausencia de garantías para un retorno seguro y digno. El gobierno ruandés no ha instaurado ningún mecanismo creíble que permita una reintegración de estas poblaciones en condiciones respetuosas de sus derechos fundamentales. En este vacío político, las FDLR se sitúan, para algunos, como un instrumento de reivindicación y, para otros, como una fuerza de protección.
Igualmente, el mantenimiento de las FDLR está ligado intrínsecamente a la inestabilidad en el este de la RDC, donde la inseguridad crónica empuja a cada comunidad a organizarse para sobrevivir. Las FDLR, mayoritariamente compuestas por jóvenes refugiados hutu, garantizan una forma de defensa para poblaciones que de otro modo quedarían sin protección. El informe Mapping de la ONU (2010) documentó las graves violencias sufridas por estos refugiados hutu en la RDC, calificando algunos actos de posibles crímenes de genocidio. Estas amenazas persistentes explican en parte por qué las FDLR siguen existiendo.
Las rebeliones apoyadas por Kigali, como el CNDP, el RCD-Goma y hoy el M23, han exacerbado este clima de inseguridad. Según el último informe del Grupo de expertos de la ONU sobre la RDC (junio de 2024), “el M23 y la RDF han apuntado específicamente contra localidades mayoritariamente habitadas por hutu”. Estos ataques refuerzan la percepción de las FDLR como una fuerza de defensa, aunque ellas no respondan plenamente a las necesidades de estas comunidades.
Por otra parte, las FDLR no se limitan a una dimensión militar: integran una organización política y llevan a cabo actividades sociales y de encuadramiento entre los refugiados. No todos sus miembros son combatientes; la organización está compuesta mayoritariamente por civiles.
La existencia de las FDLR refleja el fracaso en resolver un problema político de fondo. En tanto el gobierno ruandés rechace dialogar con los refugiados y abordar las profundas causas de su exilio, las condiciones para la supervivencia de grupos como las FDLR persistirán. Una solución duradera pasa por un esfuerzo regional e internacional para establecer un diálogo inclusivo, atacar las raíces de esta crisis y poner fin a la inestabilidad en la región de los Grandes Lagos.
7) ¿Las FDLR son comparables con el M23?
El M23, apoyado por una ayuda militar significativa de Ruanda, busca imponer su dominio sobre territorios de la RDC, controlando zonas estratégicas y disponiendo de armamento pesado. Por el contrario, las FDLR, mucho más reducidas en número y capacidades, no tienen ambición territorial ni apoyo militar equivalente. Su objetivo principal es el retorno en seguridad de los refugiados hutu a Ruanda. Esta comparación, hecha a menudo en los discursos diplomáticos, oculta las diferencias fundamentales entre esos dos grupos en términos de apoyo, estructura e intenciones.
Esta tendencia a establecer una falsa equivalencia entre las FDLR y el M23 es corriente en la diplomacia internacional. Por ejemplo, con ocasión de su visita a Kigali en agosto de 2022, el secretario de Estado americano Antony Blinken declaró que las FDLR se beneficiaban del apoyo de la RDC, mientras que el M23 estaría sometido por Ruanda. Esta formulación parece atribuir una parte de responsabilidad equivalente a los dos países, como si el apoyo al M23 por parte de Ruanda y la tolerancia ocasional de la RDC para con las FDLR fueran comparables. Ahora bien, esta comparación, aunque cómoda políticamente es factualmente engañosa.
Los efectivos de las FDLR, según estimaciones de las Naciones Unidas, están formados por, más o menos 1.500 a 2.000 miembros; se estima extraoficialmente que el ejército ruandés cuenta con casi 100.000 hombres, mientras que el M23 se calcula que cuenta con más de 6.000 soldados. Hoy las FDLR ni tienen los medios materiales ni la capacidad humana para lanzar ofensivas significativas contra Ruanda. Su último ataque de envergadura en Ruanda se remonta al 2.021. El M23, por el contrario, apoyado de manera sustancial por Ruanda, es capaz de movilizar tropas bien armadas y de ejercer un control directo sobre el terreno en la RDC, con consecuencias directas sobre la poblaciones locales y provocando masivos desplazamientos.
La comparación entre las FDLR y el M23 es no solamente errónea, sino que puede ser también peligrosa. En 2.009, esta falsa equivalencia condujo a la comunidad internacional a impulsar operaciones conjuntas entre los ejércitos congoleño y ruandés, como “Umoja Wetu” para combatir a las FDLR. Estas operaciones causaron desplazamientos masivos y pérdidas civiles considerables, a la vez que exacerbaron la inestabilidad de la región. También en 2013, presiones similares para “neutralizar” las FDLR condujeron a operaciones violentas, impactando duramente a las poblaciones locales civiles sin resolver las tensiones subyacentes.
Este tipo de discurso justifica igualmente una intervención ruandesa en la RDC con el pretexto de “garantizar la seguridad” contra las FDLR. Sin embargo, la presencia militar ruandesa en suelo congoleño tiende a provocar las alianzas temporales entre el ejército congoleño y las FDLR, creando así un bucle de violencia que no beneficia a las poblaciones locales ni a la estabilidad regional. Además, la percepción que el apoyo de Ruanda al M23 estaría motivado por la amenaza de las FDLR es en gran parte infundada. Las operaciones militares ruandesas en la RDC, como lo ha observado el grupo de expertos de la ONU, han precedido a las recientes fases de cooperación entre las FARDC y las FDLR; lo que sugiere una instrumentalización de las FDLR para justificar acciones más amplias.
En suma, las FDLR y el M23 no son ni comparables en sus objetivos ni en sus capacidades, ni en las implicaciones de su presencia para la seguridad regional. Utilizar una hipotética equivalencia para equilibrar las responsabilidades de los dos gobiernos es no solamente engañoso sino también susceptible de agravar el conflicto.
8) ¿Ruanda recicla a antiguos combatientes de las FDLR para las operaciones de sus fuerzas armadas, RDF, y del M23 en RDC?
Las Fuerzas de Defensa ruandesas son regularmente acusadas de apoyar a grupos armados en el este de la RDC, ahora, concretamente, al Movimiento 23 de marzo (M23). Según el informe del grupo de expertos de diciembre de 2023, en torno a 250 excombatientes de las FDLR reintegrados en Ruanda fueron movilizados por las RDF para operaciones de apoyo táctico y de reconocimiento en la RDC, bajo la supervisión del servicio de inteligencia militar ruandés. El informe precisa: “Las RDF y el M23 han estado apoyados por varios equipos de apoyo táctico y de reconocimiento; equipos formados por un total de 250 excombatientes de las FDLR que operaban bajo el mando del servicio de información de la defensa de Ruanda (DID)”.
El ejemplo del general Côme Semugeshi ilustra esta estrategia de reciclaje. Antiguo gendarme y miembro de la rebelión ruandesa CNRD, se entregó a la Monusco en 2017 antes de ser repatriado a Ruanda. Según un testigo citado por RFI en el artículo “Militares ruandeses en RDC: ¿qué pruebas?” (abril 2020), Semugeshi, integrado en el ejército ruandés, fue visto en 2019 al lado de las RDF, en uniforme congoleño y participando en operaciones de las RDF.
Este reciclaje saca a la luz una notable paradoja: Ruanda califica a las FDLR de grupo terrorista y genocida, pero recupera algunos de sus antiguos miembros para integrarlos en sus propias fuerzas para reenviarlos a la RDC, contribuyendo de ese modo a las operaciones de desestabilización en la región. Esta instrumentalización de los ex-FDLR por intereses militares ruandeses pone en cuestión la coherencia y la sinceridad de la posición oficial ruandesa.
9) ¿Cómo, entonces, calificar a las FDLR?
La calificación de las FDLR está fuertemente influida por la narrativa oficial del gobierno de Kigali, el cual las designa sistemáticamente como grupo genocida y terrorista. Sin embargo, la comunidad internacional raramente se ha tomado la molestia de poner en cuestión esta narrativa y ha adoptado, demasiado a menudo, sin examen crítico el discurso del gobierno ruandés. Esta elección de los términos no es anodina: influye directamente en la manera de tratar la cuestión de las FDLR y de encontrar soluciones viables y duraderas en favor de la paz en la región.
En diplomacia, las palabras son escogidas cuidadosamente y la terminología utilizada puede abrir o cerrar puertas. En un comunicado de febrero de 2024, el departamento de Estado americano empleó el adjetivo “negativo” para calificar a las FDLR en el contexto de las hostilidades en el este de la RDC; al bajar de un nivel el léxico, los EE. UU. ofrecieron una vía que permiten considerar otras soluciones distintas a la opción militar. Aunque este gesto no ha recibido todavía un apoyo masivo, abre la posibilidad de un enfoque más constructivo, en el que sería privilegiado el diálogo.
Calificar a un grupo como “terrorista” o como “genocida” tiende a excluir cualquier posibilidad de diálogo y conduce a menudo a adoptar medidas exclusivamente militares, una estrategia que en el caso de las FDLR ha probado sus límites. A la inversa, una calificación más matizada podría facilitar un diálogo, reconociendo las raíces políticas y sociales del movimiento y, así, permitir una solución duradera para las reivindicaciones de los refugiados ruandeses.
Así pues, es urgente reconsiderar este enfoque y adoptar una terminología pragmática que facilite el diálogo. La comunidad internacional, y en particular los actores implicados en la resolución de la crisis de seguridad en el este de la RDC, ganarían si consideraran a las FDLR como una organización de resistencia política que trata de proteger a los refugiados hutu en el exilio y negociar su regreso en seguridad a Ruanda, más que tratarlos únicamente como un grupo militar al que eliminar. Al tomar en cuenta la dimensión política de las FDLR nos acercamos paradójicamente a una solución global y duradera de su presencia en la RDC, incluyendo en ella su dimensión militar.
10) ¿Por qué el diálogo con las FDLR podría ser esencial para la paz regional?
Las FDLR representan la principal voz de los refugiados ruandeses en el este de la RDC, con sólidos lazos de unión con más de 250.000 refugiados. Excluirlas del proceso de paz significaría ignorar a un actor clave en la resolución de las tensiones regionales. El proceso de paz iniciado en Luanda, que apunta a la neutralización de las FDLR y a la retirada de las tropas ruandesas de la RDC, podría abrir la vía a un diálogo constructivo.
A lo largo de los años, varios dirigentes han comprendido que un diálogo con las FDLR podría ser esencial para apaciguar las tensiones en la región de los Grandes Lagos. En 2013, Didier Reynders, entonces ministro belga de Asuntos Exteriores, llamó implícitamente a Ruanda a considerar esta opción, declarando que “el diálogo con todas las fuerzas que frecuentemente se califica de negativas, si no toman las armas, si aceptan dialogar (…), es primero una prioridad nacional y luego regional”. En el mismo sentido, el presidente tanzano Jakaya Kikwete, en la cumbre de Adís Abeba en 2013, subrayaba que “no hay paz duradera sin negociación global”.
En 2005, las mismas FDLR mostraron su apertura al diálogo firmando un acuerdo en Roma con el gobierno congoleño, con la mediación de la Comunidad de Sant’Egidio. En esta declaración, se comprometían a abandonar la lucha armada, condenaban el genocidio de 1994 y reclamaban soluciones políticas para los problemas de la región. Este gesto marcaba un primer reconocimiento oficial del genocidio por parte de las FDLR, un paso significativo hacia la paz.
A pesar de estas iniciativas y llamamiento al diálogo, Kigali rechaza discutir con las FDLR, a la vez que exige vigorosamente un diálogo entre la RDC y el M23, un grupo armado apoyado por Ruanda. Esta posición es incoherente y plantea muchos interrogantes. ¿Por qué hacer llamamientos al diálogo para grupos aliados a la vez que se rechaza para una oposición interna?
La región de los Grandes Lagos, marcada por décadas de violencia y sufrimientos, debe hoy explorar otras vías distintas que las armas. Una paz duradera no puede ser alcanzada más que con esfuerzos sinceros de negociación, como lo han reconocido algunos líderes visionarios en el pasado. Un diálogo entre Ruanda y las FDLR ofrecería una oportunidad real para romper el ciclo de los conflictos y para establecer duraderamente la estabilidad en la región.
Conclusión: ¿Neutralización o diálogo?
Los hechos muestran una realidad más compleja que la imagen reductora de un grupo puramente genocida. Las FDLR no son un simple grupo armado sino la emanación de una amplia población de refugiado ruandeses, de varios cientos de miles de personas. Estas comunidades están instaladas principalmente en la RDC, pero igualmente en campos de refugiados en Uganda, Congo-Brazzaville y en otros países de la región. Para estos refugiados, las FDLR representan una organización de defensa y de protección que les permite preservar su seguridad y sus derechos frente a las amenazas percibidas. A lo largo de los años, las FDLR se han reforzado con voluntarios provenientes de esas comunidades de refugiados y también por exiliados recientes que han llegado de Ruanda. Este fenómeno subraya el profundo lazo de unión que liga el movimiento con las poblaciones de refugiados ruandeses.
En la RDC, las FDLR protagonizan una función protectora con relación a las poblaciones hutu congoleñas, especialmente en las regiones de Kivu Sur y Kivu Norte, donde esta comunidad está fuertemente implantada. Este apoyo local ha permitido a las FDLR reforzarse y anclarse duraderamente, ganando la confianza de estas poblaciones que las perciben como una garantía de seguridad.
A pesar de numerosas tentativas de neutralización, las FDLR han mostrado una gran resiliencia frente a operaciones militares y pérdida/abandono de sus dirigentes. Varios de sus líderes clava han sido eliminados, capturados o desaparecido. En 2019, el general-mayor Sylvestre Muacumura, uno de los fundadores y comandante en jefe de las FDLR, fue eliminado en una operación conjunta de las FARDC y las RDF. Más recientemente, en diciembre de 2023, el coronel Ruvugayimikore, considerado como uno de los mejores comandantes de las FDLR, fue también asesinado en circunstancias sospechosas. Las FDLR se han enfrentado también a amplias operaciones militares conjuntas entre los ejércitos congoleño y ruandés, como “Umoja Wetu”, “Kimia” y “Amani Leo”, que movilizaron a miles de soldados. Aunque esas campañas hayan debilitado a las FDLR, no han logrado erradicar el movimiento.
Las FDLR siguen siendo hoy en día uno de los raros movimientos armados organizados y estructurados en el este de la RDC. Su desaparición total es un objetivo difícil de alcanzar en tanto sigan beneficiándose del apoyo de las poblaciones locales. En efecto, esta base social, estrechamente ligada al movimiento por lazos históricos y comunitarios, garantiza una renovación constante de las FDLR Para muchos hutu de esta región, tanto ruandeses como congoleños, las FDLR encarnan una muralla frente a la inseguridad y garantizan su supervivencia en una región inestable.
En suma, una neutralización puramente militar de las FDLR choca con las raíces sociales y políticas del movimiento. Si bien estas operaciones causan pérdidas a corto plazo, siguen siendo ineficaces para desmantelar una organización profundamente enraizada en las comunidades de refugiados ruandeses y hutu congoleños. La única solución duradera pasa por el reconocimiento de las reivindicaciones políticas de las FDLR y por la apertura de un diálogo. Ruanda debería plantear concesiones, ampliar su espacio político y facilitar el retorno de los refugiados ruandeses. En ese contexto, las FDLR podrían transformarse en un movimiento político en Ruanda, abandonando su estructura político-militar con base en la RDC.
Norman Ishimwe
* Notas sobre JAMBO ASBL:
- El término «Jambo» incluye dos conceptos: en swahili quiere decir ¡HOLA, BUENOS DÍAS!, lo cual expresa apertura, interés y respeto por el otro, y en Kinyarwanda y en Kirundi, “Ijambo” quiere decir “palabra”, toma de la palabra, iniciativa, punto de vista.
- Jambo ASBL tiene como objetivo contribuir a la instauración del Estado de derecho en la región de los Grandes Lagos “en el respeto de la identidad socio-cultural, de la paz, de la justicia, de la cohabitación, del diálogo y del desarrollo duradero. Jambo entiende por PAZ la situación en la que las relaciones intergrupales se fundamentan en la no-violencia, en el respeto de los derechos y libertades de cada uno”. “A la vista de la historia reciente y antigua de la región, marcada por las violencias interétnicas, no puede haber cohabitación efectiva y duradera sin Justicia. Jambo lucha contra la impunidad y por el reconocimiento de las víctimas”. (Fuente: Jambonews)
Fuente: Jambonews
[Traducción, Ramón Arozarena]
[CIDAF-UCM]