Narco estados y terrorismo, por Rafael Muñoz Abad – Centro de Estudios Africanos de la ULL

23/10/2013 | Bitácora africana

El 12 de octubre de 2008 un elegante Gulfstream II aterrizó en el aeropuerto internacional Osvaldo Vieira en Bissau. Procedente de Venezuela, el jet carreteo hacia un hangar custodiado por militares donde se le halló media tonelada de cocaína. Jerárquicamente, el asunto implicaba a altos mandatarios, personal de tráfico aéreo, a funcionarios y militares. El caos institucional, la ausencia de seguridad jurídica, el tribalismo, un estado de corrupción aceptado y la politización de unas fuerzas armadas mal pagadas, a la par de la atomización del poder en una reducida casta “política”, cuasi representan el paradigma de la fragilidad estatal africana: antesala del estado fallido. La ausencia de un control aéreo y marítimo [eficiente] ha convertido la costa entre Senegal y Ghana ya no sólo en la puerta de entrada de buena parte de la cocaína que se consume en la vieja Europa; sino en el pasillo por el que los Antonov ucranianos y sus muchos intermediarios, pos final de la distensión, repartieron las miles de armas ligeras que se emplearon en los conflictos de Liberia y Sierra Leona.

Los vacios tienden a llenarse y es por ello que los cárteles del narcotráfico sudamericanos, han visto en el inestable sur senegalés, la discreta Gambia, pero sobre todo en la institucionalmente débil Guinea Bissau y su laberíntica costa, la escala ideal para la droga que cruza el atlántico. Transito en el que puntualmente se ve involucrado el archipiélago canario y así lo atestiguan los ya cuasi regulares apresamientos que en el puerto de Las Palmas acaban.

Una sucesión de golpes de estado ha facilitado que los tentáculos del narcotráfico hayan corrompido [aún más] la ya de por si raquítica calidad de la vida política en Bissau. La personalización del poder, en función del amiguismo militar; y la renovación del ejecutivo, habitualmente sujeta al siguiente episodio golpista, han permitido a los matones del tráfico de estupefacientes establecerse y convertir el país en el mejor ejemplo de los denominados narco estados africanos.

Y como colofón, tenemos la canalización que al tráfico de estupefacientes hace el terrorismo internacional. La diáspora libanesa en Africa occidental y las ramificaciones de Hamas y Hezbollah en la triple frontera de Ciudad del Este, encuentran en Bissau el refuerzo y a la vez santuario para sus líneas de “crédito”. Algo similar al rastro que Al Qaeda y sus franquicias que con su brutal atentado en Kenia ejemplarizan lo mucho que aún siguen operativas en Africa; en este caso, en la ex colonia portuguesa o en la complicada e influyente Nigeria. Si quieren más, les dejo la matricula del avión N351SE.

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Autor

  • Doctor en Marina Civil.

    Cuando por primera vez llegué a Ciudad del Cabo supe que era el sitio y se cerró así el círculo abierto una tarde de los setenta frente a un desgastado atlas de Reader´s Digest. El por qué está de más y todo pasó a un segundo plano. África suele elegir de la misma manera que un gato o los libros nos escogen; no entra en tus cálculos. Con un doctorado en evolución e historia de la navegación me gano la vida como profesor asociado de la Universidad de la Laguna y desde el año 2003 trabajando como controlador. Piloto de la marina mercante, con frecuencia echo de falta la mar y su soledad en sus guardias de inalcanzable horizonte azul. De trabajar para Salvamento Marítimo aprendí a respetar el coraje de los que en un cayuco, dejando atrás semanas de zarandeo en ese otro océano de arena que es el Sahel, ven por primera vez la mar en Dakar o Nuadibú rumbo a El Dorado de los papeles europeos y su incierto destino. Angola, Costa de Marfil, Ghana, Mauritania, Senegal…pero sobre todo Sudáfrica y Namibia, son las que llenan mis acuarelas africanas. En su momento en forma de estudios y trabajo y después por mero vagabundeo, la conexión emocional con África austral es demasiado no mundana para intentar osar explicarla. El africanista nace y no se hace aunque pueda intentarlo y, si bien no sé nada de África, sí que aprendí más sentado en un café de Luanda viendo la gente pasar que bajo las decenas de libros que cogen polvo en mi biblioteca… sé dónde me voy a morir pero también lo saben la brisa de El Cabo de Buena Esperanza o el silencio del Namib.

    @Springbok1973

    @CEAULL

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