Naranjas de Sudáfrica

15/09/2020 | Opinión

Un médico me aconsejó hace unos meses tomar más zumos naturales, así que el exprimidor ha trabajado a pleno ritmo estos últimos meses, y creo que en el súper me conocen como “el de las naranjas”. Me tocó plantar naranjos en mis ya lejanos tiempos de Tanzania. O más bien injertar naranjos en troncos de limoneros que soportan mejor los avatares del clima. Nuestras naranjas, aunque maduras, solían mantener la piel un tanto verde. Y mi mente ha relacionado durante años el color “anaranjado” con las naranjas de Valencia, y el “naranja verdoso” con las de África subsahariana. Hasta que en las etiquetas de algunas redes de naranjas perfectamente “anaranjadas” leí: “Origen Sudáfrica”. Y me puse a explorar.

En 2013 se cosecharon en el mundo más de 71 millones de toneladas de Naranja, de las que 4’7% son de España. Le precedieron Brasil (24’5%), USA (10’6%), China (10’2%), India (9%) y México (6’2%). Aunque Brasil exporta la mayor parte de su cosecha como concentrados para zumos, España sigue siendo el primer exportador mundial de cítricos frescos, 3.549 millones de kilos en 2018, de los que 1.560 de naranjas. Con todo, según Horto, diario digital de actualidad hortofrutícola, la exportación de cítricos habría caído ese año un 15’18% respecto a 2015, mientras que aumentaron en un 19’93% y un 32’6% respectivamente las de Sudáfrica (2.548 millones de cítricos exportados) y Turquía (2.010 millones), sus dos inmediatos competidores. Además, siempre según Hortoinfo con datos procedentes del servicio estadístico Estacom (Icex-Agencia Tributaria), en la campaña 2018/2019 España habría importado de otros países casi 161 millones de kilos de naranjas y mandarinas. Y como me intereso por Africa he tenido que preguntarme: ¿Estarán las naranjas sudafricanas poniendo en crisis a los agricultores valencianos?

En 2016 la Unión Europea aprobó un acuerdo con Sudáfrica en el que también se hablaba de cítricos. Se amplió hasta el 30 de noviembre el período de su importación sin aranceles, que hasta entonces iba del 1 de agosto al 15 de octubre. Y se decidió que el arancel del 16% que se les aplicaba durante el resto del año se redujera paulatinamente hasta su supresión en 2025. En la prensa generalista, La Vanguardia ha sido, que yo sepa, el diario que más se ha interesado por la posible crisis de los cítricos españoles. En un artículo del 28 de noviembre de ese mismo año se citaba al presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA) que tachaba el acuerdo de “falso humanitarismo”, mientras que desde la UNIÓ de Llauradors i Ramaders (Unión de Agricultores y Ganaderos) se hablaba de “competencia desleal”. Temían que en los últimos días del periodo de importación entraran grandes volúmenes de cítricos que se guardarían en cámaras y podrían durar en los mercados hasta pasada la Navidad. “Una herramienta evidente de presión de los precios a la baja en origen en manos de los intermediarios”. Su secretario general Ramón Mampel se lamentaba de que en la Unión Europea “el intercambio siempre es con productos mediterráneos”. “¿Por qué no se les da ayudas para que se industrialicen? Porque así competirían con la industria de otros países europeos”.

naranja_fruto_cc0.jpgA instancias de Compromís (Coalición creada en Valencia en 2010, pretende aunar “el nacionalismo valenciano progresista, la izquierda moderna y el ecologismo político”), el Congreso español debatió en febrero de 2019 la posibilidad de incluir una salvaguarda a la importación de naranjas de Sudáfrica. Un artículo de 7 de marzo en La Vanguardia negaba sin embargo que el problema principal de los cítricos valencianos fuera el acuerdo con Sudáfrica. Según el entonces comisario de Agricultura Phil Hogan (recientemente dimitido como comisario de Comercio), la importación europea de cítricos sudafricanos, siempre fuera de temporada de las naranjas españolas, había aumentado tan sólo en un 5%. “No creo que el problema sea exclusivamente por eso [del pacto], es un problema añadido al sector que debe hacer esfuerzos para tener una mejor organización”, declaraba en ese mismo artículo Clara Aguilera (PSOE), vicepresidenta de la Comisión de Agricultura en el parlamento europeo.

Lo que sí podría frenar la importación de naranjas sudafricanas son la “mancha negra” (producida por el hongo Gignardia citricarpa) y la “falsa polilla” (Thaumatotibia leucotreta). Según los datos oficiales de la Comisión Europea, en julio de 2019 entraron en Europa tres partidas de naranjas con mancha negra y dos con falsa polilla, lo que llevó a la consejera valenciana de Agricultura Mireia Mollà (Compromís) a exigir el veto a la entrada de cítricos sudafricanos. La “mancha negra” es en principio una enfermedad “cosmética” que perjudica la calidad comercial de los frutos. Pero en limoneros y en variedades tardías de naranja puede provocar caída de la hoja y de la fruta. Presente en Sudáfrica, la “macha negra” ya ha aparecido en Túnez. Según las normas europeas de sanidad vegetal, en caso de detectar más de 14 casos de la plaga de la mancha negra se cierran las fronteras por el riesgo de contagio. Más peligrosa todavía es la “falsa polilla”, cuyas larvas se alimentan directamente de los frutos, y que en numerosos países subsaharianos ataca no sólo a los cítricos sino también a aguacates, maíz, mangos y diversas hortalizas. Plaga de importancia internacional, una sola larva en el fruto exportado puede resultar para el rechazo de todo el envío.

Según algunos miembros de la UNIÓ, si la “mancha negra” se expandiera en España, su tratamiento aumentaría en un 22% los costes de producción, haciendo inviable el cultivo de cítricos. Ramón Mampel pide que los cítricos procedentes de fuera de Europa entren por puertos españoles, ya que los de Rotterdam o Marsella parecen ser más laxos en el control sanitario. Lo que sí habría que exigir es que en los países que introducen cítricos en la Unión Europea no se utilice las “19 materias activas para tratamientos contra plagas y enfermedades cuyo uso está prohibido en Europa” que la UNIÓ ha detectado. Y que como ya exigen Japón y Estados Unidos, las inspecciones de los cítricos se hagan y certifiquen en origen, algo que no se lleva a cabo en el cono sur de Africa. Europa estaría más tranquila y ganarían en popularidad las naranjas sudafricanas.

Ramón Echeverría
[Fundación Sur]


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Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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