Nampula (4) , por Carlos Ordoñez Ferrer

22/07/2010 | Bitácora africana

El día anterior de salir para Nampula había comprado un ventilador. No lo habíamos usado aún porque esa misma noche se fue la luz. De nuevo. Nos dijeron que lo llevásemos en el viaje a Nampula ya que la habitación en la que dormiríamos era calurosa. Y menos mal. Creo que hasta los mosquitos murieron asfixiados de calor. No apagamos el ventilador en toda la noche. Y a raíz de eso y de algún que otro aire acondicionado, el caso es que me agarré uno de los mejores catarros nasales de los últimos años. Aquí, en el trópico.

Nos levantamos, nos dimos una ducha con agua fría, y nos llevaron a la cafetería de unos almacenes a desayunar. Hacía un mes que no había croissants. Pero se nos alumbraron los ojillos al descubrir… ¡Una librería! Hacía más de un mes que no veíamos una. Nos lanzamos como buitres. Nos llevamos “Pensatempos” de Mia Couto, “Niketche” de Paulina Chiziane, “O Racismo” de H. Paulino Chissico, “O coloso de Maroussi” de Henry Miller y “Grámatica Activa” de portugués, volumen dos. La librera se quedó feliz.

Pero aquí se pasa de la alegría al horror sin procesos de adaptación. Cuando salimos tan felices con nuestro tesoro, los que se abalanzaron sobre nosotros fueron seis personas. Un niño-lazarillo con una mujer que no tenía ojos, un joven con muñones como manos, un anciano con todo el cuerpo deformado por bultos gigantescos en una pierna, en el cuello y en un testículo, una mujer que nos mostraba su brazo engangrenado y un muchacho que se arrastraba en la acera sin piernas. No sé qué dimos a quien y salimos rápido del lugar, silenciosos, mirando al frente y aferrados a los libros.

Fuimos con José Carlos y Andrea (un italiano enfermero a la espera de los trámites de residencia) a las afueras de Nampula. Desde una breve loma de roca tendríamos una visión general de la localidad. Al llegar vimos que había personas sacando piedra de la piedra. Golpeando con martillos o picos. Al acercarnos, Adiza dejó de golpear para mirarnos. Sonreía. Era una mujer de edad difícil de adivinar, pero no era joven. Su marido nos pidió un cigarro. Aunque ya no fumo varias veces he pensado en comprar tabaco para poder dar cuando me pidan. Es una buena forma de estrechar contacto. Edna le dio dos (ella sí fuma). Adiza me prestó su martillo. Quería que probase. Golpeé y la piedra se partió en tres pedazos. Eso es lo que ella hacía. Bajo un sol que quemaba y sobre una roca cómplice del calor, esta mujer dividía, no peces ni panes (eso era más fácil) sino piedras para llenar cubos que vendía a diez meticais (unos treinta céntimos de euro). Le pregunté si me daba permiso para hacerle una foto. Se le iluminó el rostro.

Más tarde, el plan que nos programaron José Carlos y Andrea estaba a varios kilómetros. Iríamos al lago Nairuko y comeríamos allí. “Dan el mejor pollo de la región” nos dijo el italiano. A los pies del lago había un restaurante rústico y amplio que invitaba al apetito a ponerse en marcha. Hoy había una boda. Una boda inmensa y de alguien importante por la parafernalia que adornaba el lugar. ¿Todos los ricos de todos los países serán igual de horteras en cuanto a decoración? Terminamos de comer cuando comenzaban a llegar los invitados. Decidimos dar un paseo bordeando el lago. Prohibísimo el baño. Las aguas del Nairiko contienen un parásito que provoca la esquistomiosis. Se trata de una lesión grave cuyo origen es el siguiente: El parásito busca un caracol de agua dulce para desarrollar su primera parte del ciclo vital. Después, cuando el pobre molusco ha dado todo de sí, expulsa al okupa, y éste busca, siempre a través del agua de los ríos y los lagos a humanos con lesiones aunque sean microscópicas para introducirse en él o en ella y desarrollar ahí su segunda parte de su ciclo. Se introduce por el sistema sanguíneo, llega al aparato urinario, la vejiga y entonces provoca retención de líquidos y ante los ojos horrorizados del sujeto, orina con sangre. La esquistomiosis tiene diferentes variantes. Moraleja, antes de lanzarse al agua dulce vigilar ese peligro. Puede ser una metáfora africana. Un hermoso y apacible lago contiene un peligro del que hay que cuidarse.

De pronto unos metros más allá, sobre una de las rocas, dos macacos. Nos quedamos observándolos. Sus gestos, sus movimientos. Nos miraban sin emoción. Se rascaron la cabeza, y enseñándonos el culo se fueron. No les despertamos tanta curiosidad como ellos a nosotros.

Atardecía. Era hora de regresar a la ciudad.

Autor

  • Ordoñez Ferrer, Carlos

    Carlos Ordoñez Ferrer como él dice "Antes fui realizador de televisión. Ahora soy activista, viajero y escribidor. Es mejor para la salud" .

    Colaborador de MUGA El Centro de Estudios y Documentación sobre Inmigración, Racismo y Xenofobia, MUGAK, impulsado desde SOS Arrazakeria, Organización que viene desarrollando su labor desde 1995.

    Carlos Ordoñez Ferrer ha pasado nueve meses en Mozambique tiempo en el que ha escrito su blog Mozambiqueando que a partir de ahora podremos encontrar en nuestra página web

    De vuelta a España realizó el Master "Información Internacional y países del Sur" de la Universidad Complutense de Madrid

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