Murhabazi Namegabe, la esperanza de los niños soldados

31/01/2013 | Crónicas y reportajes

Desde hace 18 años, Murhabazi Namegabe interviene ante los grupos armados presentes en el este de la República Democrática del Congo (RDC) para liberar a los niños soldados que han reclutado. Su finalidad: Permitirles rehacerse para esperar un porvenir mejor. Es el retrato de uno de los laureados en el concurso Harubuntu 2012.

En swahili, su nombre significa salvador. ¿Golpe del destino? “Desde que estaba en el vientre de mi madre, yo sabía que un día cumpliría esta misión. Es una vocación”. Una vocación que acompaña rítmicamente la vida de Murhabazi Namegabe, en la provincia de Kivu Sur, en el este de la República Democrática del Congo (RDC).

Reposado. Sereno. Su voz grave es tranquilizadora. El hombre inspira confianza a primera vista. Da pruebas de mucha sangre fría. Necesita sangre fría pues su misión es peligrosa. Soñar con un porvenir mejor para los niños soldados no es una sinecura. Ni está dado a todo el mundo. Él se dirige, con peligro de su vida, a los grupos armados para negociar una liberación. Y allí, una vez ante aquellos que no tienen ningún escrúpulo en incitar a estos jóvenes muchachos a unirse a sus filas, debe dar muestras de prudencia. Armados hasta el cuello, de pronto irritables y suspicaces, Murhabazi Namegabe debe, ante todo, convencerles de que los niños son el futuro de su país. Que ellos constituyen su riqueza. Que deben ser más bien protegidos que utilizados como milicianos. Y que obligándoles a combatir, sus derechos son violados.

Murhabazi Namegabe no tiene miedo. El cuarentón nacido en 1964 en un periodo tumultuoso de su país dice de sí mismo “ser un niño de la guerra”. Su amor por los niños es un motor para este padre de un adolescente de 14 años. “La educación de mis padres me ha empujado a tener una atención particular por los niños”, explica este titular de un doctorado sobre el crecimiento y desarrollo del niño. Un diploma que es muy útil en su combate. Lo que no le ha impedido dejar muy pronto los bancos de la universidad para consagrarse enteramente a su causa.

El hombre que molesta

Pero su discurso irrita a los grupos armados. Estos últimos, además, no están dispuestos a oír proposiciones sobre el derecho y el respeto a los niños. Y sobre todo, sus interlocutores armados tienen miedo de ser traicionados. En ese caso, a veces las negociaciones no llegan a un resultado. Murhabazi Namegabe es regularmente detenido. Milagrosamente termina siempre por reaparecer con cinco, ocho niños. No sin inquietar a los miembros de su asociación la Oficina por el voluntariado al servicio de la infancia (BVES) que cuenta con 257 personas. Este escenario se repite incansablemente desde hace 18 años. “Nuestro trabajo es complejo y muy peligroso. Nosotros arriesgamos diariamente nuestra vida” nos confía. “Tenemos conciencia de estos riesgos, nosotros recibimos frecuentemente amenazas”. Pero poco importa, para Murhabazi Namegabe no es cuestión de capitular: “¡Hacemos este trabajo porque debemos hacerlo! Tenemos un equipo muy importante compuesto de jóvenes, mujeres y hombres voluntarios. Todos voluntarios. Somos una organización de la sociedad civil. Trabajamos con los ejércitos del país y las organizaciones de la ONU para ser todavía más eficaces. Las autoridades nos ayudan también a alcanzar nuestros objetivos. El marco jurídico legal internacional que prohíbe el reclutamiento de niños soldados nos es igualmente muy útil”.

De vuelta en la sociedad

La situación es particularmente tensa en la provincia del Kivu Sur. Pues es propicia al reclutamiento de niños soldados. Estos últimos, que tienen entre 8 y 17 años, son, a veces, reclutados con apenas cuatro años. Abandonados a sí mismos, pierden toda referencia. “La RDC ha conocido varios años de guerra. Poco a poco se ha sabido que grupos armados reclutaban niños soldados para diferentes conflictos. Estos conflictos persisten y el reclutamiento de los niños también. Nos hemos dado cuenta de que la RDC ha firmado una convención de la ONU sobre los derechos del niño. Trabajamos con las autoridades gubernamentales para hacer de suerte que esta convención pueda ser aplicada y respetada”.

El trabajo de su asociación no termina al arrancar a los niños de las garras de sus reclutadores. Les reintegra en la escuela, les da las mejores perspectivas profesionales antes de devolverles a sus familias. Estas últimas “permanecen años sin noticias antes de volver a ver a sus hijos desaparecidos”. Una vez liberados, algunos de ellos no tendrán, desgraciadamente, la suerte de volver a ver vivos a sus padres, diezmados por los grupos armados. Para los que han perdido a sus familiares, “nosotros buscamos familias dispuestas a adoptarles”.

De la prisión militar a la universidad

Los niños soldados viven un verdadero calvario. Sufrimiento. Violencia. Su día a día es duro. Al menos el 88% de ellos han sido reclutados a la fuerza, constata el “salvador”. Sólo un 10% han sido convencidos por los grupos armados para unirse a sus filas mediante una cierta suma de dinero”. Desde 1994, gracias a la acción de Murhabazi Namegabe y su equipo, 50.000 niños han sido liberados de las manos de las milicias. Su vuelta a la sociedad está lejos de ser fácil. “Cuando nosotros les recuperamos, son casi “salvajes”. Su experiencia con los grupos armados es muy traumatizante. Aprenden la violencia, les fuerzan a participar en exacciones, a consumir cannabis”. Algunos niños, aunque sufren, se oponen y se niegan a acompañarnos cuando venimos a liberarlos. “Es, sin duda, la parte más difícil del trabajo. A ellos también es necesario, igualmente, lograr convencerles para seguirnos. Y los grupos armados no nos facilitan la tarea. Ellos les disuaden de partir. Entonces nosotros hacemos un trabajo de sensibilización, explicándoles que no tienen porvenir si se quedan con las milicias y les proponemos otro camino”.

Para el activista congoleño, la pobreza es la principal plaga de los niños soldados. “Hemos lanzado un programa de lucha contra la pobreza pues es uno de los factores del origen del establecimiento de los grupos armados en el país”. Su asociación ha creado igualmente un programa educativo en las zonas en las que los riesgos de reclutamiento de niños son muy elevados. El objetivo es sensibilizar a la población para que permanezca vigilante frente a las diversas milicias presentes en la región.

Una acción que finalmente ha sido compensada. Los reclutamientos en estas zonas han sido reducidos más del 70%. Algunos ex-niños soldados han podido incluso acceder a la universidad y conseguir su diploma a pesar de su pasado sombrío. Otros se comprometen en el seno de su comunidad para ayudar al desarrollo. “Nuestro modesto trabajo ha dado sus frutos. Es una verdadera felicidad, yo los considero como a mis propios hijos”, dice orgullosamente Murhabazi Namegabe. El “salvador”, llamado también “papa” por millares de antiguos niños soldados, es verdaderamente su esperanza. La esperanza de romper las cadenas del círculo vicioso de la violencia.

Por Assanatou Baldé, para Afrik.com

Publicado en Afrik.com, el 19 de noviembre de 2012

Artículo seleccionado y traducido para Fundación Sur por Asunción Orench.

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