Los temas seguridad alimentaria en África y agricultura, lo mismo que la importancia de la mujer en la agricultura están a la orden del día. Seguridad alimentaría y agricultura hacen una pareja inseparable. Lo mismo que la hacen mujer rural y agricultura. Pero, ¿de qué agricultura estamos hablando? ¿Por qué el papel de la mujer es importante? Experiencia, estudios y documentos pueden ayudarnos a responder a esas preguntas, y acercarnos a uno de los Objetivos del Milenio y de la Década de la Mujer africana: la seguridad alimentaria.
Un Foro Mundial sobre la Soberanía Alimentaria con nombre de Mujer
En 2007 se celebró en Malí el Foro Mundial sobre la Soberanía Alimentaria: “Nyeleni 2007”. Durante cinco días agricultores, pescadores, pastores y consumidores de África, debatieron sobre la soberanía alimentaria y las estrategias para conseguirla.
La declaración final del foro es muy interesante, denuncia el sistema imperialista al que se enfrenta África para conseguir la soberanía alimentaria. Es decir, conseguir poner en el centro del sistema alimenticio a aquellos que producen, distribuyen y consumen, oponiéndose a las exigencias de los mercados y de las empresas multinacionales: “Se trata de priorizar los mercados locales y fortalecer la agricultura, la pesca y la ganadería familiar, colocando la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad social, económica y medioambiental”.
El foro también reconoció el derecho y el papel de la mujer en la producción de alimentos, ya que en el África subsahariana, las mujeres representan más del 50% de la mano de obra agrícola.
Conscientes de su responsabilidad, las representantes de asociaciones femeninas rurales salieron del foro decididas a potenciar sus actividades. Prueba de ello son las iniciativas surgidas en distintos países para promover una agricultura familiar autosuficiente y sostenible.
La gran mayoría de las mujeres rurales no han tenido la suerte de ir a la escuela y forman parte del grupo más afectado por la pobreza. El más afectado por la pobreza y el que tradicionalmente ha jugado un papel importante para luchar contra ella.
Gracias a Grupos y Asociaciones, la precaria situación de las mujeres rurales está cambiando en muchos países. Por ejemplo en África Occidental, las mujeres rurales juegan un papel socioeconómico importante. Están presentes en un 75% en la agricultura, ofreciendo sus servicios en todas las etapas de los trabajos agrícolas, interviniendo ya sea individualmente o en grupos de edad.
La FAO, en un reciente estudio de 2010-2012 reconoce la importancia de la agricultura familiar y potencial de las mujeres agricultoras en la lucha contra el hambre.
Hace tres décadas, se veía la solución del problema del hambre en el mundo, en la agricultura industrial. Las políticas, que favorecieron la agricultura intensiva de monocultivos, junto a la introducción de importación de alimentos a mejor precio que los producidos localmente, han sido un fracaso en África. Siguiendo los dictados de los programas de ajuste estructural (PAS) se redujeron las ayudas a los agricultores… El hambre sigue siendo un problema recurrente. Las producciones nacionales se han visto afectadas y empobrecidas por la pérdida de la biodiversidad. Los hábitos de alimentación también han cambiado y se ha creado dependencia de productos importados.
Hoy, numerosas voces se alzan, como lo hicieron los participantes al Foro “Nyelen 2007”, para proponer otro tipo de agricultura como solución más adecuada a la fracasada “revolución verde”. Una agricultura familiar tradicional, que haga frente al cambio climático y responda mejor a la crisis alimentaria. Una agricultura que se apoye en el saber hacer tradicional y con medios de producción modernos que faciliten el trabajo y permitan aumentar la producción y que sea respetuosa con el medio ambiente y de la biodiversidad. Dicho de otro modo, una agricultura familiar ecológica, que sería el medio más adecuado para luchar contra el hambre a corto y a largo plazo.
En este tipo de agricultura, las mujeres han jugado y pueden jugar un papel primordial para asegurar la seguridad alimentaria y luchar contra el hambre. Así lo reconoce también el estudio de la FAO anteriormente citado. En él podemos leer dos cosas importantes. La primera, el reconocimiento de la importancia del potencial de las mujeres agricultoras en la lucha contra el hambre. La segunda que, gracias a ese potencial “podría reducirse una quinta parte del hambre del mundo si se ofrece a las mujeres las mismas oportunidades que a los hombres, para que ellas puedan hacer crecer su productividad”.
Con las mismas oportunidades que los hombres, las mujeres podrían aumentar el rendimiento de sus explotaciones, entre el 20 y el 30 %. Las mujeres están en inferioridad de condiciones en cuanto a la propiedad agrícola, al derecho a la tierra, al acceso a los créditos, a las nuevas tecnologías y a los programas de ayuda a la agricultura. Para colmar la brecha que existe entre hombres y mujeres en cuanto al derecho a la tierra, este informe hace varias recomendaciones sobre la necesidad:
• de reformar las leyes nacionales que limitan las posibilidades de las mujeres para adquirir tierras,
• de sensibilizar a las autoridades locales sobre el abismo que existe entre las prácticas tradicionales y jurídicas.
• Instruir a las mujeres sobre las prácticas tradicionales o jurídicas que les impiden trabajar en condiciones de igualdad con los hombres en el sector agrícola.
Un ejemplo del papel que están jugando las mujeres rurales para conseguir la soberanía alimentaria.
En una de las zonas más secas y áridas de Malí, la región de Kayes, encontramos un ejemplo significativo. Allí nació hace unos años un proyecto, apoyado por la FAO, para mejorar las condiciones de vida de las mujeres y de sus familias, aumentar su poder económico y su papel en la toma de decisiones. Se organizaron huertos colectivos para la introducción del cultivo de hortalizas, actividad que era desconocida en la zona, ha contribuido a mejorar la alimentación de las familias. El resultado de los huertos colectivos, donde se han podido cultivar hortalizas y legumbres, ha motivado a las mujeres a cultivar también huertos personales. El empleo de semillas seleccionadas, la introducción de nuevas especies, la mejora de técnicas para proteger los cultivos ha permitido producir más y mejor, aumentando la seguridad alimentaria, la salud y la calidad de vida de las familias. El excedente vendido ha permitido disponer de dinero para otras necesidades y afrontar gastos de salud y educación.
Poder hacer plantaciones de árboles frutales (mangos, cítricos, papayas…) en sitios favorables, fue más difícil, a causa del derecho tradicional sobre la tierra, que reserva a los hombres la tierra cultivable y el poder plantar árboles. Las mujeres sólo podían hacerlo en el patio de las casas Fueron necesarias largas y perseverantes “negociaciones” para llegar a un acuerdo con las autoridades tradicionales. Ha sido un gran triunfo en la lucha contra la pobreza del que esas mujeres se sienten orgullosas. Como pueden estarlo tantas otras mujeres agricultoras, que luchan en otros países por reducir el hambre y la pobreza.