Mujeres en Kenia huyen de los abusos de la sociedad y crean un pueblo sólo para mujeres

13/10/2015 | Crónicas y reportajes

Rebecca Lolosil y otras 14 mujeres han creado un refugio para las mujeres en Kenia que huyen de violaciones, matrimonios forzados y otros abusos, en el que ya viven 47 mujeres y 200 niños. Ha sido tan grande el éxito que muchas otras han seguido su ejemplo y los pueblos para mujeres han proliferado por todo el país para huir de la sociedad patriarcal de los Samburu y del estigma que se asocia a la violación.

«Durante más de 50 años, los soldados británicos entrenaban en nuestra región, con sus uniformes verdes que se confundían entre los árboles y, cuando las mujeres estaban recogiendo madera, los soldados las atacaban y las violaban entre risas, como si fuera un juego. Los hombres echaban a sus mujeres de casa, y a los niños con ellas. Entonces ellas se quedaban sin nada y muchas acababan destilando changaa (un licor) para ganar dinero, pero la venta de este producto es ilegal y muchas acababan en la cárcel, dejando a sus hijos desamparados hasta el punto de que a muchos se los comieron las hienas».

Rebecca Lolosil, matriarca jefa del pueblo de mujeres Umoja Usau, se dio cuenta de niña de que la sociedad Samburu en la que se había criado abusaba en exceso de las mujeres. Se manifestó contra los matrimonios forzados y la ablación de clítoris, y fue la voz de las viudas, huérfanos y víctimas de violaciones. La respuesta a sus quejas públicas fue tan violenta que tuvo que ser hospitalizada.

«Mi marido no era malo. Nos casamos cuando yo tenía 18 años y pagó una dote de 17 vacas. Pero a cuatro hombres del pueblo no les gustó que me pusiera a vender cosas, así que me pegaron y se llevaron mi dinero. Después empecé a hablar de ayudar a las víctimas de las violaciones, y en cuanto mi marido se fue de viaje por trabajo, los hombres me pegaron mucho más. Salí del hospital y mis padres me dijeron que volviese con mi marido. Él no dijo nada de lo que me habían hecho, y entonces me di cuenta de que la próxima vez me podrían matar, así que me fui».

El pueblo de Umoja, que quiere decir «unidad» en suajili, se fundó hace 25 años como un humilde campamento en unas tierras secas que no quería nadie, pero ahora es una economía de subsistencia en auge gracias a la fabricación y venta de joyas y otras obras de artesanía, y el turismo. Han logrado construir una escuela, un centro comunitario y un fondo para enfermedades y discapacidades, pero no ha sido fácil.

Al principio, vendían maíz y azúcar en puestos de venta ambulantes para mantener el pueblo a flote, pero obtenían muy pocos resultados. El servicio de la vida silvestre de Kenia (KWS por sus siglas en inglés) reconoció sus esfuerzos y las llevó a la reserva nacional Maasai para que viesen qué tipo de productos vendían allí a los turistas. «En cuanto volvimos, no embarcamos en un ambiciosos proyecto de manyatta cultural y campamento (siguiendo el modelo maasai) gracias al que hemos obtenido muchos éxitos y del que ahora dependemos», dice Rebecca.

La cabeza de Umoja, Lolosil, es la presidenta de la organización Maendeleo Ya Wanawake, un grupo sin ánimo de lucro que trabaja por la mejora de la situación de las mujeres en Kenia. Es también una mujer de negocios con mucho éxito y ganadora de un premio que otorga la organización Voces Vitales (Vital Voices), otra de las que luchan por defender los derechos humanos y de las mujeres. Al mismo tiempo, es un modelo a seguir y ejemplo de lucha para las mujeres de Kenia.

Tierra sin hombres

Las fundadoras de Umoja tienen una política muy estricta en lo relativo a los hombres:

«Está prohibido que vivan hombres en el pueblo, pero muchos vienen de visita, siempre y cuando se comporten y actúen según las normas de las mujeres», dijo Rebecca. «Nuestro objetivo es que mejoren las vidas de las mujeres afectadas por la creciente pobreza y enfrentarnos al problema de las mujeres que son abandonadas por sus familias. También rescatamos y rehabilitamos niñas que huyen de sus padres o que han sido repudiadas por causas de embarazo o matrimonios tempranos».

El pueblo ha causado el enfado de muchos: «los Samburu son una sociedad patriarcal en la que las mujeres sólo están con los niños. No tienen derecho a tomar decisiones o tener propiedades. Incluso algunos hombres que fueron a la escuela y políticos están contra nosotras en esto, pero estamos luchando por dar la vuelta a la situación. El miembro del Parlamento que representa nuestra región no se podía creer que tuviésemos página web y estaba muy enfadado por nuestros avances».

Después contó que los hombres habían creado un pueblo justo a la salida de Umoja donde pegaban a las mujeres cuando venían turistas para mostrar que no era más que una rama corrupta de la cultura Samburu.

«Algunos hombres fundaron un pueblo cerca para bloquear la carretera e impedir que viniesen aquí los turistas», recalcó Rebecca. «Una vez, 30 guerreros nos dieron una paliza en frente de un grupo de turistas para que pareciese que este lugar estaba corrupto», así que las mujeres decidieron comprar la tierra para ellas y así evitar que los hombres les espantaran. Ahorraron durante meses para poderlo pagar y les costó unos 200 000 chelines. Los hombres, por supuesto, intentaron impedir la compra, pero ellas lograron cerrar el trato.

Siguiendo los pasos

El éxito del pueblo ha llevado a la creación de otros similares como Nachami, otro pueblo que es completamente matriarcal pero en el que, al contrario que en Umoja, se permite a los hombres vivir, únicamente si renuncian a las ideas tradicionales de la cultura Samburu. Supalake es otro pueblo matriarcal en el que se han intercambiado los roles de sexo: las mujeres delegan y toman decisiones mientras que los hombres se dedican a labores del hogar.

Don’t Party (blog)

Traducción, Andrea López

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