Mujeres de Sudán: Brecha entre leyes y vida cotidiana, por Paquita Reche, mnsda

16/02/2011 | Bitácora africana

A pesar de las diferencias que hay en Sudán entre las dos regiones (sur o norte) animista y cristiana la primera y musulmana la segunda, existe una gran brecha entre leyes que rigen el estatuto personal de las mujeres sudanesas y la realidad que viven. Es el denominador común de sus vidas junto a una cultura patriarcal que las considera inferiores a los hombres.

En el sur, las mujeres han sufrido además las consecuencias de una larga guerra. Con frecuencia abandonadas por maridos que se integraban en el SPLA, estaban expuestas a los abusos de los soldados del ejército del Gobierno de Sudán (GOS). Fueron violadas, separadas de sus familias, usadas como esclavas… En el conflicto de Darfur, la violación fue empleada como arma de guerra para reducir, amedrentar a las comunidades, y obligarlas a dejar libre el terreno. Miles de mujeres tuvieron que desplazase a los campos de refugiados.

Las mujeres de Sudán se enfrentan a no pocos problemas. A pesar del papel importante que ellas juegan en el mantenimiento y la estabilidad de la familia, la mayoría son víctimas de una socialización que hace que ellas se perciban como sometidas e inferiores a los hombres. Esta mentalidad se manifiesta en el lenguaje corriente y perpetua la situación de sumisión. No es raro oír expresiones: “No hay nadie en casa”, si el marido no está, o bien “Déjenme hablar, aunque sea mujer”. Esto, hace decir a Flora Iliha Matia, vicepresidenta del Sindicato de Mujeres del Condado de Torit, que ellas “no son víctimas indefensas de estas circunstancias, sino agentes activas en la perpetuación de esta cultura”.

Generalmente, la mujer adulta sudanesa, no adquiere su verdadera identidad hasta que se casa. La mayoría de los matrimonios tradicionales son arreglados durante la infancia y los matrimonios precoces son frecuentes.

En el ámbito doméstico, la mujer puede sufrir violencia y violaciones por parte del marido. Delitos que generalmente quedan en la impunidad.

La ablación o circuncisión femenina está muy extendida en Sudán. Esta práctica preislámica afecta a las mujeres independientemente de su religión. Se la considera necesaria para pacificar los “espíritus malignos” y que las mujeres sean castas. Se calcula que más de 80 % son víctimas de ella. A pesar de que la práctica más severa, la infibulación, conocida con el nombre de faraónica, está prohibida desde 1941, se sigue practicando. La mal llamada ablación suní, ya que, a pesar de lo que se cree, no tiene nada que ver con el Corán, es la más practicada.

Según los datos recogidos en 1980 por Aicha Lemsine, el 45% de las mujeres habían sufrido la mutilación faraónica, el 44% la suní. Las mujeres no operadas pertenecían a miembros de los Hermanos Musulmanes, a la sociedad de los Hermanos Republicanos o bien a miembros de la familia de los Bebekr El Badri fundadora de la primera escuela de niñas en 1902.

La MFG es un sujeto tabú del que se habla poco, aunque hace unos 15 años algunas universitarias empezaron a luchar activa y abiertamente contra ella. Su práctica se ha reducido, sobre todo en las ciudades.

En el Foro Internacional de Mujeres de Jartum en 1999, varias intelectuales sudanesas denunciaron esta práctica, como “dañina para el bienestar fisiológico, psicológico, económico y social de las mujeres”. Entre ellas, la psiquiatra Ibtisam Mahmud, secretaria de la Sociedad Sudanesa contra los Hábitos Dañinos, Amna Abdulrahman y la doctora Raja el Teraifi. Esta última, refiriéndose al problema que tienen las mujeres sudanesas mutiladas que han emigrado, dijo: “En los hospitales europeos, los médicos no saben cómo ayudar a estas mujeres a dar a luz, y que padecen severas inflamaciones y otras complicaciones de salud después del parto».

En Sudán ha habido mujeres pioneras en promover cambios y denunciar abusos. Hace varias décadas mujeres sudanesas iniciaron un movimiento, mejorar las condiciones de vida de sus comunidades y denunciar los abusos cometidos contra ellas.

Entre las pioneras hay que señalar a Soad Ibrahim Issa, doctora en matemáticas. Fundadora del primer movimiento femenino sudanés en 1951, fue promotora de una escuela para niñas en 1953 y más tarde encargada de Asuntos sociales en la Asamblea.

No podemos olvidar a Nafissa Ahmed Amín, Secretaria General de la Unión de Trabajadoras, ni a las asociaciones y ONG lideradas por mujeres, como The Sudan-Reach Women’s Foundation.

Algunas periodistas han destacado al denunciar abusos contra las mujeres y defender sus derechos. Entre ellas podemos citar a Lamia El Jaili y a Lubna Ahmed al-Hussein.

Lamia El Jaili se ha atrevido a denunciar la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres y el acoso del mismo Estado: «El Gobierno se escuda en la religión para devolver a las mujeres siglos atrás”, dijo en un encuentro organizado por la Fundación Euroárabe de Altos Estudios en Granada en 2008
Lubna Ahmed al-Hussein, periodista de 37 años, autora de “Cuarenta latigazos por un pantalón”, libro de denuncia de los abusos cometidos contra las mujeres en Sudán al amparo de ciertas leyes de influencia islamista. Fue elegida por la revista Jeune Áfrique entre las 100 personalidades que marcarían África en 2010, Las autoridades sudanesas le prohibieron viajar a Francia donde tenía que presentar su libro. Pero, pudo hacerlo escondida bajo uno de los grandes símbolos del islamismo radical, el velo integral (el niqab). Actualmente, Lubna Ahmed al-Hussein, desde su puesto de funcionaria de la Sección de Medios de Comunicación de las Naciones Unidas, quiere focalizar la atención sobre la situación de las mujeres y de la democracia en Sudán.

Muchas mujeres sudanesas por su trabajo intentan reconstruir el país. Lo hacen desde el trabajo familiar o profesional. En los medios rurales las mujeres juegan un papel importante en la agricultura. En las ciudades en distintos sectores: comercio, enseñanza hospitales, administración…

Algunas están presentes en trabajos hasta no hace mucho estaban reservados a los hombres, como la desactivación de minas. Los restos de explosivos y las minas enterradas por las tropas del gobierno del norte y las fuerzas rebeldes del sur, para proteger sus posiciones estratégicas, son trampas mortales para los que transitan por los campos donde fueron enterradas. Localizar y desactivar las minas antipersona, es un trabajo muy peligroso y duro que hay que hacer para poder circular y trabajar la tierra, es decir para que la gente pueda volver a sus hogares y rehacer su vida.

Un buen ejemplo son las desactivadoras de minas del poblado de Bungu, una ruta clave de suministro de víveres hacia la frontera de Uganda, a pocos kilómetros de Juba, la capital de Sudán Sur. Por su situación estratégica fue una zona dura de batalla que, los contrincantes de ambos bandos sembraron de minas para proteger sus posiciones.

Para poder cultivar los campos sin el peligro de saltar por los aires y perder la vida o en el mejor de los casos quedar lisiados, es preciso encontrar y desactivar las minas. Es un trabajo peligroso y duro que requiere esfuerzo, dominio de si y mucha atención. Equipos de mujeres, formadas por la NPA, Organización noruega de ayuda al ciudadano, fueron pioneras en esta tarea y a pesar de las reticencias con las que se acogió esta iniciativa, pero las mujeres se han ganado el respeto de todos por su profesionalidad.

Ya sea dando vida a campos sembrados de muerte, como las desactivadoras de minas, levantando el país por su trabajo en los distintos sectores sociales, o bien, denunciando los abusos e injusticias, las mujeres de Sudán tienen un papel irremplazable, tanto en Sudán norte como en la reconstrucción de Sudán sur. Aquí el “SI” del referéndum de 2011, abrirá nuevas posibilidades para ellas y para el desarrollo del nuevo país.

La formación es indispensable. “Si se termina con las normas socioculturales y creencias que dificultan el “empoderamiento” de la mujer, Sudán tendrá un mejor y más rápido desarrollo, dice Demere Seyoum, ex director de Intermón Oxfam en Sudán.

Es un hecho: oficialmente las mujeres sudanesas pueden votar desde 1975 y la discriminación ha ido desapareciendo de los códigos. Leyes y decretos garantizan la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en Sudán y la constitución prohíbe cualquier discriminación por razón de sexo.

Sin duda la causa principal de la brecha que existe entre les leyes que rigen el estatuto personal de las mujeres sudanesas y la realidad que viven, es el alto índice de analfabetismo, que afecta al 90 % de ellas. Esto les impide conocer y reclamar sus derechos y las mantiene presas de costumbres que las oprimen o las relegan a un segundo plano. La tasa de escolarización, por ejemplo en el sur de Sudán, es menor entre las niñas que entre los niños. Si la de los niños alcanza un 40%, la de las niñas a penas llega al 36% a causa de las costumbres sociales que favorecen a los varones. Esas mismas costumbres hacen que la diferencia crezca en cursos superiores ya que muchas niñas abandonan la escuela a causa de los matrimonios precoces.

Sin cambio de mentalidades no puede haber cambios sociales duraderos. Como bien dice Jacqueline Ki-Zerbo, “el primer cambio tiene que hacerse en las cabezas de hombres y mujeres a través de la educación”.

Fuentes

*Aicha Lemsine, Ordalías de voces –Las mujeres árabes hablan, ed. U.V, 1998

*Lubna Ahmad Al-Hussein, 40 coups de fouet pour un pantalon, ed. Plon, 2009

*Le Monde, 28nov 2009 *Diversos artículos de la revista Jeune Afrique 2009-2010

*Meter Martell en Nambian, 7-7-2009, traducido y publicado por FS

* FIN/2009 / *www.Terra.es /*

Autor

  • Reche, Paquita

    Nació en Chirivel (Almería). Estudió Magisterio en Almería, Licenciaturas de Pedagogía y de Filosofía, en la Complutense de Madrid.

    Llegó por primera vez a Africa en 1958 (a Argelia): después estuvo en Ruanda, Guinea Ecuatorial y desde el 1975 en Burkina Faso.

    En África trabajó como profesora en el Instituto Catequético Lumen Vitae de Butare, Profesora de enseñanza secundaria de español y filosofía; Universidad Popular (filosofia). También ha colaborado con Asociaciones de mujeres y con niños de la calle en Burkina Faso.

    Está en España desde 2004, actualmente, en Logroño. Colabora con la revista de los misioneros de África "Africana", Los Comités de Solidaridad con África Negra y con Rioja Acoge.

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