Mujeres de negocios del mar en Cabo Verde

7/05/2018 | Crónicas y reportajes

armadoras.jpgAún no se hacen a la mar como los pescadores de barba rijosa y piel curtida por el sol y la sal pero en tierra firme las mujeres lideran embarcaciones de pesca, pilotadas por marineros. Son generales en tierra, comandan expediciones de caza en el océano. Gestionan el negocio, cuidan la logística, hasta los recursos humanos, y vislumbran áreas de inversiones futuras.

Y en el caso de las mujeres armadoras, tienen en común una vida ligada al mar,
han pasado de vendedoras de pescado a dueñas de embarcaciones de pesca. Hoy, dan empleo a terceros y son unánimes en reconocer la rentabilidad del sector.

La falta de apoyo de las autoridades competentes es motivo de queja de las armadoras. Por ser mujeres, enfrentan alguna dificultad en lidiar con los pescadores que hacen la faena y navegan en las embarcaciones.

Maria Semedo (Tifuka): Gestiona 4 barcos y emplea a 70 personas

La armadora, Maria da Conceição Semedo, más conocida por Tifuka, gestiona cuatro embarcaciones de pesca y da empleo a 70 personas. Actualmente, ya suministra pescado a las empresas conserveras, Frescomar y SUCLA (Sociedad Ultramar de Conservas), pero espera montar su propia fábrica de conservas en breve.

Tifuka, de 49 años, nació en una familia humilde de la Ciudad Vieja, que tenía en un bote la única fuente de subsistencia. Sin posibilidad de proseguir los estudios en la ciudad de Praia, a los doce años tuvo que cambiar los cuadernos por el pescado.

A los dieciséis años vino el embarazo y la certeza de que el futuro estaba en la venta de pescado. Sin embargo, sólo a partir de los 21 años es que encaró esta actividad como un negocio. «Fue cuando empecé a comprar pescado en la playa de Gamboa y venderlos en Asomada», cuenta Tifuka.

Casada con una persona de tradición pesquera, obtuvo la financiación para la compra del primer barco. «Lo compré por 15.000 contos, más los intereses quedaron por 21.000 contos», (190 €uros) cuenta Tifuka. En tres años saldó la deuda, contraída para cinco.

El negocio le fue bien, la antigua vendedora de pescado no perdió tiempo e invirtió en otra embarcación, de siete mil contos, (63,50 €uros) ésta sin recurrir al préstamo bancario. Con dos barcos para pescar y sin deudas para pagar, la venida del tercero estaba preanunciada. Desembolsó cerca de dos mil contos e invirtió cerca de otros 12.000 contos para hacerlo operativo.

Para completar la flota, hace dos meses, la armadora tuvo una financiación de 31.000 contos ( 281 €) para la compra de un barco que tiene la capacidad para 32 toneladas de pescado. «Voy a ponerlo en San Vicente para suministrar pescado a Frescomar y a SUCLA en San Nicolás», revela Tifuka. El barco ya está pescando.

«La mar es rentable, es una vida garantizada», asegura. Pero hay riesgos, tanto en el mar, como en el negocio. Sin una gestión rigurosa, el negocio puede ser depredado por los propios pescadores. Tener la familia implicada en el negocio es una ventaja. «Mi marido es un buen conocedor del mar y del motor», subraya. Además, cada uno de los cuatro barcos lo tiene el mando de familiares: dos hijos, un sobrino y un hermano.

«Quien cuida de la venta, distribución y entrega de todo el pescado de los cuatro barcos soy yo», asegura Tifuka, mientras que el marido cuida de las embarcaciones, de las reparaciones de los motores y de toda la logística. El hijo, graduado en gestión de recursos humanos en la Universidad de Oporto, Portugal, con el dinero de la pesca, es el gerente. La armadora entrega sus peces en la Cadena Central de Praia el, Cuartel de Achada Mato y en restaurantes. Para el mercado turístico de Sal hace entrega de atún, pero sólo cuando es solicitado.

Al dar voz a los armadores de la isla de Santiago, Tifuka pide más atención del gobierno al sector pesquero. «Si tenemos un arrastrador de barco aquí en Praia no tendremos que gastar mucho dinero para desplazarse hasta San Vicente», apunta. También quiere más producción de hielo y un lugar de almacenamiento de pescado.

Angelina Vieira: De pescadera a armadora, dueña de dos barcos

La conexión de Angelina con el mar viene desde cuando iba a pie de madrugada a comprar pescado en Angra (localidad del municipio de Tarrafal de Santiago). De pescadora pasó a armadora. «Comenzamos con un bote que tenía red», cuenta. Desde entonces se realizaron muchas inversiones en embarcaciones, y hoy posee dos barcos y once personas trabajando con ella. «Gracias a Dios no nos ha ido mal», se regocija.

Uno de los barcos lleva el nombre de la propietaria en la popa. Pero, en este momento, sólo uno está funcionando porque no dispone de red suficiente, flotador, ni crochet (artefacto para colocar plomo).

Actuar en esta área no es fácil, según avanzó Angelina Vieira, pero «es necesaria la fe en Dios para que las cosas hayan ido bien». «No tenemos ningún tipo de apoyo. Luchamos solos «, dice. Las inversiones se realizaron con los propios ahorros.

Para la más reciente embarcación, que fue puesta en el mar hace un año, hasta intentaron una financiación de un banco. Pero las condiciones exigidas por el acreedor, asociadas al riesgo inherente del mar, la hizo renunciar.

Según Angelina Vieira últimamente la pesca no ha sido abundante, pero cuando se consigue una buena pesca la venta también va bien. «Tenemos una persona allí del Tarrafal, nuestra vecina que cuida de la venta de los peces tan pronto como el barco atraca en el muelle de Mangue», dice Vieira. Angelina también dispone de una persona para cuidar de las embarcaciones.

María Cardenas: La armadora quiere llevar pescado a los turistas

Propietaria de dos barcos, Maria Cardoso, de 45 años, se convirtió en armadora hace seis años, cuando aún vivía en la isla de Boa Vista. «Sólo uno está funcionando porque me falta un motor», revela. Por ahora, pretende adquirir el motor que está faltando, aunque sea a plazos, y entregar pescado en los hoteles.

Natural de la isla de Santiago, eligió la isla de Sal para albergar su inversión, donde reside hace un año. «Aquí el comercio de pescado es mucho mejor que en Praia», comenta Cardoso. Llegar a ser armadora parece ser una consecuencia natural de las pescaderas, pero para Cardoso hay algo más. «Entré en este negocio porque siempre me ha gustado el área del mar», cuenta.

Sin financiamiento, Cardoso tuvo que invertirs en etapas. «Adquirió sólo una lancha, sin motor», cuenta. Recurría al motor de otras personas para poner el bote a pescar. Sólo más tarde compró su propio motor.

«No es fácil dirigir una embarcación de pesca, por ser mujer, y lidiar con hombres pescadores que a menudo nos dan dolor de cabeza», admite. El secreto, según contó, es apostar por un pescador que sea por encima de todo buena persona para cuidar de la embarcación y del pescado.

En cuanto a la renta, sin embargo, María Cardoso no tiene razón de queja. Según esta armadora, lo que se gana en este sector es bueno y el beneficio compensa.

Anilsa Furtado: La joven armadora, ve en Sal el mejor mercado

Furtado es propietaria de un bote y emplea a dos pescadores. La inversión, concretada a finales del año pasado rondó los mil contos. Sólo en la embarcación fueron más de cuatrocientos contos, Está basada en la isla de Santiago.

Pertenece a una familia de pescadores, el destino de Anilsa Furtado, de 30 años de edad, como armadora parecía estar trazado. Sin embargo, los primeros pasos en esta dirección se produjeron en la asociación de los pescadores de San Miguel, donde ejerció el cargo de presidenta de la Asamblea General. «La mayoría de mi familia es de pescadores, estas influencias todas me llevaron a entrar en este tipo de actividad», cuenta.

«Soy yo la que hago la distribución del pescado en los restaurantes y la venta a la población», dice Furtado, que también cuida la logística. La misma hace también la distribución del pescado entre los dos pescadores que trabajan con ella.

Anilsa Furtado ya vivía en Sal, donde buscaba la vida y observaba el mercado de pescado, antes de invertir en la embarcación. «Vi que aquí es donde la pesca da más rendimiento», subraya. «Es un rendimiento sostenible», considera.

Armadoras con visión de negocio orientada hacia el mar

Con cuatro barcos para suministrar pescado, Tifuka tiene planes en la industria de la conserva. Para ello, ya constituyó una empresa, Carlos María – Pesca e Industria, que está previsto entrar en funcionamiento brevemente. «Tengo en mente montar una fábrica de conservas para producir enlatados»,

Pretende también tener su propia fábrica de hielo y un lugar de almacenamiento de pescado, para evitar los desperdicios de los peces y la parada de los barcos. «Hace días tuve que echar al mar cerca de cinco toneladas de chicharros debido a la falta de lugar de almacenamiento y de hielo», cuenta Tifuka.

La armadora del barrio de Brasil irradia simpatía y una sonrisa cándida, pero en su mundo de negocio ella encarna a una mujer de garra, aguerrida, casi feroz hasta, para conquistar su espacio. «Tiene que ser una mujer de garra, activa, valiente y que cree en ella misma», acentúa Tifuka, y añade: «Es un trabajo fácil, pero hay que tener vocación para ello».

María Cardoso se mudó de Boa Vista a Sal hace un año, y se considera nueva en este mercado. Por esta razón y por la cantidad de pescado que captura, sus clientes todavía son los restaurantes y la población. Sin embargo, el objetivo es llegar a los hoteles, meta que espera alcanzar con el funcionamiento de la otra embarcación.

En el caso de la armadora del Tarrafal de Santiago, Angelina Vieira, la adquisición de una embarcación más grande, con posibilidad de pescar en gran cantidad es un sueño acalentado por ella.

Fuente: Expresso das Ilhas

[Fundación Sur]


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