Moan Ntómá ya Moan Nzeé (El corderito y el Leoncito), por Baron ya Bùk-Lu

22/12/2014 | Cuentos y relatos africanos

Érase una vez, en las orillas del río sahá, vivía un pequeño rebaño de ovejas.

El más pequeño de la familia tenía poco meses de vida y, como cualquier corderito, acostumbraba a salir todas las tardes a jugar con los demás en las calles del pequeño poblado.

Una mañana, los padres del corderito, antes de salir a pastar, le dijeron:

– Hijo, no nos parece mal que salgas a la calle a jugar con tus amigos, pero nunca bajes a jugar a las orillas del río sahá.

-Sí, papá, procuraré haceros mucho caso. De hecho, tampoco me gusta la parte del río, está muy oscura, y me da mucho miedo.– Contestó el corderito a su padre.

Pasaron varios días y el corderito parecía cumplir aquella importante promesa. Una tarde, después de pastar, los padres del corderito no lograban dar con él. Incluso después de dar unas vueltas por el pueblo, el jovencito no aparecía por ningún lado.

Asustados, fueron preguntando a sus amiguitos.

-No, hace más de una hora que se fue a casa.– Dijo uno de sus amigos.

Muy preocupados, siguieron buscando, pero ante la imposibilidad de encontrarlo regresaron a casa para retomar fuerzas y reemprender otra vez la búsqueda.

Había pasado ya otra hora de angustia y búsqueda, cuando por fin apareció el corderito ante los ojos de sus padres.

– Donde has estado hijo. Menudos susto nos has dado.– Decía la madre.

-Salí a jugar detrás de la casa y…y…– Dijo el corderito.

-¿Y? ¿y? ¿qué?. ¿Dónde y con quien has estado?– Insistió el padre

-Hemos estado jugando… he conocido a un nuevo amigo; es muy guapo. Tiene el pelo muy suave y con dibujos muy chulos; unas uñas muy largas y afiladas, que cuando las sacaba, no veas la risa que me daba. No pasa nada, es muy buen amigo. Hemos quedado en vernos mañana.– Comentó el corderito.

– Ya te dijimos que nunca te acercaras a la orilla del río. El que has visto es el hijo de nuestro peor enemigo. Por culpa de los que son como él, nosotros casi nos hemos extinguido. Nos han ido comiendo poco a poco, hijo mío.– Comentó la madre del corderito.

– ¡Qué dices mamá! ¡Eso no puedes ser posible!– Exclamó el corderito.

-Sí, hijo, pregunta a tu padre. Sugirió la madre

– Para que salgas de dudas, hijo, mañana cuando bajes a jugar con tu amigo, no cruces el río. Dile que él venga al lado del pueblo y ya verás.– Dijo el padre.

Esa misma tarde se repetía una escena similar en la casa del leoncito. Su padre después de echarle la bronca le dijo.

– ¿Hijo, cómo eres tan tonto? ¿Acaso no ves el hambre que estamos pasando nos hablas de que es tu gran amigo?. Mañana, cuando quedéis, intenta que tu amigo el corderito se venga al otro lado del sahá y así lo capturamos. ¡Ya tendremos comida para este fin de semana1– Dijo la madre.

lion-and-the-lamb.jpg Llegado el día siguiente, los padres del corderito le siguieron, con mucho cuidado para no ser descubiertos, hasta la orilla del río. Una vez allí, se escondieron tras unos matorrales de la ribera. Pasados unos minutos, el leoncito amigo del cordero apareció en la otra orilla y al ver a su amigo el corderito gritó:

– ¡Hola chaval!. Aquí estoy. Has llegado puntual, como me gusta.– Dijo el corderito.– Eh, amigo, vente aquí, en este lado se juega mejor.

– Sí, soy muy puntual. Pero… preferiría que vinieras a jugar aquí.–Sugirió el leoncito.

-No, creo que hoy va a ser imposible. No me apetece mojarme, tampoco se nadar muy bien, ja, ja, ja… Me da vergüenza reconocerlo.– Dijo el corderito a su amigo.

Así, pasó una media hora y ninguno de los dos cachorritos daba el primer paso. Los padres del leoncito se empezaron a poner impacientes y sin poder aguantar más el padre rugió:

– ¡Dile que se venga ,coño!.

– ¿Con quién estás? ¿Quién te ha hablado?– Preguntó el corderito a su amigo.

– Nadie, no hay nadie.– Le contestó el leoncito

– Te aseguro que me ha parecido escuchar una voz.– Le comentó el cordero.

El corderito ya desconfiado, miró hacia donde estaban escondidos sus padres, para comentarles, con algo de miedo, que acababa de descubrir a alguien escondido detrás de un árbol, en la otra orilla del sahá.

-¡Hijo, sal de ahí! ¡vámonos a casa, pronto!– Gritó el padre del corderito.

Mientras todavía eran pronunciadas estas palabras, salió rugiendo de forma feroz el padre del leoncito, con intención de cruzar el río a nado.

El corderito y sus padres salieron a toda hostia, corriendo hacia el poblado, mientras detrás de ellos les venían persiguiendo los leones, frustrados y furiosos.

Cuando los corderos llegaron al poblado, fueron a encontrarse con el resto del rebaño que se encontraban en la casa de la palabra. Éstos, al verlos llegar, les preguntaron:

– ¿Que os pasa hermanos?

– Nos están persiguiendo unos leones.– Contestó el corderito.

– ¡A por ellos!– Gritaron el resto de los corderos y ovejas de todo el pueblo.

Los leones asustados y nerviosos, dieron la media vuelta y regresaron a la selva.

El corderito, cuando se vio a salvo, pidió perdón repetidas veces a sus progenitores

Móngó aáve biñ ebibiñ, k’ étéré ñ’ atúb” (El niño no puede atrapar al “coco”, si no se le escapa antes. De los errores se aprende)

Por Baron ya BÚK-LU – [Edición y revisión, Rafael Sánchez]

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