Desde el año 2009, estoy al frente de una emisora de radio comunitaria propiedad de la Iglesia Católica en el Norte de Uganda. Cuando llegué aquí, una de las cosas que más me llamó la atención fue la generalizada falta de material técnico. La emisora llevaba ya funcionando unos ocho años, pero con medios completamente obsoletos y anticuados.
Como sabía que en España las emisoras habían dado ya el salto a la tecnología digital y habían abandonado los componentes analógicos, decidí dedicarme a escribir a diferentes sitios solicitando que nos donaran el material que, aunque seguía siendo bueno, había sido ya descatalogado y – me constaba – permanecía acumulando polvo en los almacenes de las grandes cadenas. Nunca conseguí material alguno, parecía como si los obstáculos burocráticos o el poco entusiasmo institucional pesaran mucho más a la hora de tomar una decisión que la satisfacción de ayudar a una iniciativa radiofónica en un país “del Tercer Mundo.”
Como vi que en este frente no conseguía nada, decidí escribir a un par de famosos de la radio tanto del pasado como del presente. Conseguí en sendas páginas web la dirección de Carlos Herrera y la de la productora de Jesús Quintero “El loco de la colina” y, desde mi admiración por el trabajo que hacían y, ya que hacían en sus programas alarde de solidaridad y de alinearse con los más vulnerables de la sociedad, les expresé mi certeza de que estarían dispuestos a colaborar en una iniciativa filantrópica así, les expuse la situación de la emisora, la historia de la misma y cómo consiguió sacar de su cautividad a un gran número de niños soldado a través de programas radiofónicos. Creí en mi ingenuidad que las razones que daba eran más que suficientes para que por lo menos mostraran algo de empatía por la causa de esta decrépita emisora ya que trabajábamos en el mismo campo, éramos paisanos y estábamos embarcados en una iniciativa sin ánimo alguno de lucro… pero al final en cada caso recibí la callada por respuesta. Ni siquiera un acuse de recibo.
Comenzaban ya a caérseme los palos del sombrajo en lo que a las estrellas de la radio respecta, pero todavía había más… a raíz de mi aparición en el programa de TVE “Españoles en el Mundo” en el que presentaba la realidad del país y lo que estaba haciendo en la radio, recibí una llamada del equipo de producción de Isabel Gemio que presentaba un programa llamado “Te doy mi palabra” en Onda Cero. Las personas que me contactaron mostraron un gran interés por la labor que llevábamos a cabo, me pidieron material escrito y audiovisual acerca de la radio y su labor pacificadora en esta región y yo les envié más que suficiente para que se empaparan del asunto. Creí que con ese material se harían una idea de lo que estábamos haciendo y podrían así hacerme una entrevista por lo menos bien documentada sobre la guerrilla que hubo aquí, los niños soldado y los desafíos actuales de esta región…
Llegó el día, me llamaron y me pusieron a la escucha de la entradilla del programa… pude oir la voz de Isabel Gemio que decía algo así como… «Hoy nos vamos a Uganda, el país donde algunas unidades de las fuerzas armadas españolas están formando a los cuadros de la futura policía somalí, un país asolado por la guerra civil. Hoy hablamos con Alberto Eisman que trabaja allí, ‘Alberto ¿qué tiempo hace por allí?’ ” La verdad es que con una introducción así de inconexa con mi realidad (no tengo nada que ver ni con Somalia ni con lo que hagan las fuerzas armadas españolas a 700 Km de donde estoy) y con una pregunta tan inesperada sobre el tiempo me quedé completamente aturdido, a pesar de las tablas radiofónicas que tenía. Lo que vino después – y mira que me han hecho entrevistas radiofónicas – fueron un par de preguntillas de trámite antes de despacharme y dar paso al tema central de su programa de aquel día. Después de haberles proporcionado tanta información y haber esperado una conversación por lo menos más fundada… me quedé con la palabra en la boca y con una sensación de haber sido el relleno de un par de minutos, el telonero de un tema que estaba por llegar y que sin duda apasionaba a esta diva mucho más que nuestras batallitas de niños soldados, pobreza y conflictos olvidados. Ahí dejé el asunto… con la impresión de que una cosa es lo que una de estas estrellas irradia de compromiso social y bonhomía y otra lo que de verdad hay debajo de esa capa quizás creada por el gabinete de imagen. Quizás otros tuvieron experiencias mejores pero la mía no fue más allá de una conversación insulsa y completamente superficial y una pérdida de tiempo.
Meses después, a raíz de que algunos posts de mi blog aparecieran nombrados en el periódico “El País”, volví a recibir un correo electrónico de una persona que trabajaba para la Gemio que, obviamente, no tenía noticias algunas de mi previa “intervención” en el programa algunos meses antes… y de nuevo comenzó a pedirme muy amablemente informaciones sobre lo que hacía porque sería muy interesante para el programa, etc. etc. Esta vez le dije de entrada que no, le envié un pequeño informe de cómo me había sentido tratado por su jefa meses antes y le dije que, sin ser yo la Madre Teresa ni pretender serlo, creía que la gente con la que trabajaba en esta emisora y las víctimas del conflicto armado que hubo aquí se merecían algo más de respeto y de atención que la que ese programa y su presentadora en particular estaban dispuestos a darnos.
Reflexionando sobre todos estos casos, reconozco que quizás la culpa fuera mía… uno se cree a veces que todo el monte es orégano, se cree lo que te venden en los medios y consume la imagen de compromiso social y cercanía que algunos personajes te dan. Luego la realidad es mucho más prosaica y hay más negocio del que uno se cree, aparte de intereses que al fin y al cabo son los que dictan la agenda. Quizás en mi ingenuidad apunté demasiado alto… los que al final nos echan una mano con esta iniciativa de la radio no han sido las estrellas de los micrófonos, sino muchas personas anónimas, humildes y con reducidas posibilidades económicas que han creído en nuestro trabajo. Para nuestra emisora de radio, ellas son hoy las auténticas estrellas.
Original en En Clave de África