Mi visión de la misión : impresiones de un Padre Blanco, Misionero de África, por Antonio Molina

20/10/2010 | Bitácora africana

Yo veo a la Iglesia de Jesucristo < aquí englobo a todas las denominaciones cristianas> como “la ciudad amurallada edificada sobre una montaña”, el territorio circundante son las llanuras y estepas, las sabanas y desiertos del Reino de Dios.

Yo, misionero me veo a horcajadas sobre las murallas, con un pie dentro y otro fuera, mirando a la iglesia de reojo con mi retrovisor y mirando al Mundo de frente, contemplando como decía Jesús, “esa humanidad cansada y desnorteada, que vaga como rebaño sin pastor.”

Las primeras iglesias de los apóstoles se fueron gradualmente “desmamando” del Judaísmo. A unas comunidades les costó más que a otras. Los primeros discípulos de Jesús se sentían como los auténticos judíos que habían sabido reconocer en el Rabí de Nazaret al Mesías, los demás no quisieron reconocerlo, cegados por sus propios intereses y porque no correspondía a la imagen, que se habían forjado de Él en su imaginario político-religioso.

Pablo que era más judío que Pedro, pues era fariseo instruido, supo realizar la autonomía del judaísmo al evangelizar a los gentiles. Se dio cuenta que el judaísmo era un embudo muy estrecho para los pueblos paganos.

Después de dos milenios, las Iglesias Cristianas han acumulado tanta herrumbre de tradiciones culturales, que no las reconoce “ni la madre que las parió”. Por eso respondí al llamado de Dios de ser evangelizador, para llevar el mensaje de Jesús, sin el peso de tantas tradiciones venerables, que ocultan el “meollo del evangelio” de Jesús. Yo al enfrentarme con una cultura y he tenido varias oportunidades, pues trabajé de 1956 hasta 1971 en Mozambique y de 1972 a 1991 en Burkina Faso. Cuando trataba de “inculturar el mensaje de Jesús, nunca se me ocurrió abrir el Código de Derecho Canónico, sino que ante cualquier situación humana, me preguntaba: Si Jesús estuviera aquí y ahora ¿cómo hablaría? ¿qué actitudes asumiría? ¿cómo hablaría? Mi respuesta siempre fue iluminada por el Evangelio. En unos momentos opté por una actitud de Jesús y en otras situaciones me he comportado de manera diferente, dependiendo de las circunstancias. Las gentes de buena voluntad que estaban alrededor mío, no tenían ni idea del “tinglao” vaticano-curial que, a lo largo de los siglos, montó la Iglesia Católica. Aquellas gentes deseaban oír una Buena Noticia de Salvación, traída por Jesús, que diera sentido a sus vidas y que les facilitara vivir en paz y armonía unos con otros.

Es por eso que ha cambiado el modo de hacer la misión: Nuestros mayores fueron a “plantar la Iglesia” en medio de los paganos y atraerlos al rebaño de Jesucristo; las generaciones de evangelizadores posconciliares íbamos a anunciar el Evangelio del Reino de Dios, que es mucho más amplio que “la ciudad amurallada” de la Iglesia.
Yo creo en la Iglesia, sal y fermento: Las pequeñas comunidades cristianas (CCB las llaman en Suramérica). Hoy la gran tarea y el reto mayor de las Iglesias es salirse del caparazón de la tortuga, que les impide ser ágiles, para correr según les impulse el Espíritu. Yo ya no lo veré, pues me aproximo de los 80 años, pero desde Juan Pablo II, la Iglesia Católica ha dado un frenazo “morrocotudo”…Parece que cuando las Iglesias no se “autorreforman”, Dios se encarga de reformarlas. Tanto cuidado institucional con guardar el prestigio y ¡zás! De pronto tiran de la manta y se descubre un montón de estiércol…Pero a pesar de tanta miseria humana, “yo creo en la esperanza”…Soy de los optimistas, porque Dios antes o después se saldrá con la suya “caiga quien caiga”… ¡Faltaría más! Por eso es el Señor.

AFRICA para mí es como mi esposa. Me enamoré de ella a mis 19 años, cuando salí de España para Argelia. Luego me casé con ella en 1955 en la catedral de Cartago (Túnez) en la Pascua de mi ordenación sacerdotal. A partir de aquel momento viví con la mirada puesta en Mozambique, la parcela del campo del Dueño de la Viña, que me tocó en la lotería de la Providencia. Aquel primer matrimonio fue “triturado” por el poder colonial portugués en 1971.

Al año siguiente realicé nuevo matrimonio, esta vez con Burkina Faso. En las dos décadas de misión que viví allí, como pertenezco a la “brigada volante de los Padres Blancos” hice de todo: vicario y párroco en una zona del Sahel muy pobre, director del Centro Diocesano de Formación de Animadores de Comunidades Rurales y profesor-formador en el Seminario Diocesano de Dédugu, labor que ya había realizado en Mozambique, donde de los 12 obispos actuales, 8 fueron alumnos míos. Puedo decir MISIÓN CUMPLIDA.

Hoy, después de 8 años de animación misionera en Brasil y 3 años de periodismo misionero en Bélgica, ya jubilado en España, sigo anunciando el Evangelio “SOBRE LOS TEJADOS”, gracias a los programas de radio de la Fundación SUR-África y mis colaboraciones semanales con Radio Exterior de España y la emisora de la Universidad Nacional de Colombia. Las modernas tecnologías de la Información nos facilitan estas tareas. Ya no hay que desplazarse a los estudios, con el teléfono e Internet se pueden realizar programas en vivo.

Por ello, creo sinceramente, que no he dejado de ser misionero-evangelizador: Trato de anunciar buenas noticias de África a nuestros conciudadanos, informándoles sobre lo que otros medios- públicos o comerciales- no ponen en antena, sea por falta de interés, sea porque no son noticias rentables.

Procuro rectificar esa imagen miserable y catastrofista del Continente Africano. Suráfrica acaba de demostrar al mundo con la organización del Mundial de Fútbol, que la violencia allí no es mayor que en otras partes y que los africanos son capaces de organizar un acontecimiento deportivo mundial.

Claro, por desgracia, no todos los africanos tienen la misma suerte, pero en cualquier parte del mundo encontramos a “los que nacen con estrella y los que nacen estrellaos”…

Sobre aspectos de mi vida y a preguntas de Javier Martín de la Revista Vida Nueva os dire que:

Las travesías del Sahara argelino las realicé: la 1ª en enero de 1980 en una furgoneta Citröen 3CV y la 2ª en enero de 1983 en un Renault 4 “latas”. Salida por ferry de Almería- Melilla- Marruecos- Argelia- Níger y Burkina Faso, unos 6.000 kms. entre dos y tres semanas.

– Una película reciente: “La última cima.” Impresionante como reacciona el público ante la vida de este sacerdote del S. Dámaso de Madrid.

– Un libro de actualidad: “JESÚS “ de José Antonio Pagola

– Deporte: El ciclismo, por ser el más limpio y sufrido…
– Rincón del mundo: Las cataratas del Iguazú, del lado argentino y brasileño.

– Deseo frustrado: Conocer los pueblos de Asia: China, Japón. India, ect…

– Recuerdo de la Infancia: Mis tiempos de monaguillo pillo.

– Una aspiración: Seguir sembrando amor, alegría, esperanza y humor, a pesar de los pesares, el tiempo que me quede de vida.

-.Una persona: Jesús de Nazaret.

– La última alegría. Será morir en paz.

-.Mayor tristeza: No poder remediar tanto sufrimiento como hay en la humanidad.

-.Un sueño: Vivir en paz y en armonía con mi entorno.

– Un regalo: La vida que Dios me da cada mañana…

– Un valor: La amistad duradera.
– Que me recuerden en mi epitafio con aquellas palabras con que Lucas resume la vida de Jesús: “Pasó haciendo el bien…”

Nota: Esta entrevista a nuestro colaborador Antonio Molina ha sido publicada originalmente en el nº 2723 la Revista Vida Nueva – (02-08 octubre 2010)

Autor

  • Molina Molina, Antonio José

    Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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