Mengistu, el rostro del horror

7/01/2007 | Opinión

El dictador que derrocó a Haile Selassie, conocido como «el Negus rojo», implantó en Etiopía entre 1974 y 1991 uno de los regímenes de terror más pavorosos de la historia. Castro alabó su virtud revolucionaria.

«La revolución etíope es la más radical y la más auténtica que exista; la más profunda que jamás haya existido en África… Mengistu… considero que posee excepcionales cualidades de dirigente revolucionario…» .Las palabras de Fidel Castro, un dictador que agoniza a cámara lenta lejos de las cámaras, representan muy bien las más que interesadas gafas de ciego que la Guerra Fría repartió a diestro y siniestro para leer el mundo. Mengistu Haile Mariam, el «Negus rojo», que tras derrocar al emperador Haile Selasie implantó entre 1974 y 1991 en la pobre y milenaria Etiopía uno de los regímenes de terror más pavorosos de la historia, acaba de ser condenado en Addis Abeba por genocidio.

Pero el reo estaba lejos. No deja de resultar paradójico que Robert Mugabe, adalid de la independencia de Zimbabue, quien por mantenerse en el poder a toda costa se ha transformado en dictador y hundido en la miseria a una de las naciones más prósperas del continente, fue quien en 1991, tras el colapso soviético, concediera asilo a Mengistu. El líder del Comité Militar Administrativo Provisional (DERG) etíope fracasó a la hora de someter a los independentistas eritreos.

En «No lo hice por ti. Cómo el mundo traicionó a una pequeña nación africana» (Intermón Oxfam ediciones), la periodista británica Michela Wrong no sólo ofrece un espléndido relato de la historia de Eritrea y de su conquista —casi a solas, traicionada por las Naciones Unidas— de su independencia, sino que retrata el hundimiento del régimen de Selassie y la irrupción de Mengistu.

«La crueldad de Mengistu se asentaba sobre una profunda inseguridad. Al contrario que Haile Selassie, un aristócrata amhara», relata Wrong, «Mengistu creció abrigando un montón de complejos de inferioridad, un resentimiento demasiado profundo para disiparse». El revolucionario celebrado por Castro, fue el principal impulsor del «terror rojo». La eficacia de las brigadas revolucionarias armadas por Mengistu llevó a asesinar sistemáticamente no sólo a quienes le acompañaron en la conquista del poder en Addis Abeba, sino de «todos los líderes estudiantiles y etíopes cultos que habían extendido los ideales de la revolución socialista».

500.000 muertos Según Human Rights Watch, medio millón de civiles etíopes murieron por las acciones del DERG. Cuenta Wrong cómo «Mengistu hizo su primer viaje a Moscú en mayo de 1977 y regresó en un estado próximo a la euforia. Sin inmutarse por su papel de abastecedor militar de Somalia, un compromiso contraído desde hacía mucho tiempo, los soviéticos habían ofrecido a Mengistu el armamento que le permitiría hacer una «guerra absoluta contra los enemigos de Etiopía», es decir, Somalia y los rebeldes eritreos. «Al igual que las insaciables demandas de Haile Selassie acabaron por envenenar sus relaciones con Washington, Mengistu desarrolló rápidamente una sed militar tan inmensa que ni la superpotencia más extravagante hubiera podido saciarla». Hasta la llegada de Mijaíl Gorbachov al Kremlin, la URSS (con la ayuda de miles de soldados cubanos) enterró en Etiopía 9.000 millones de dólares en material militar: 5.400 dólares por cada etíope.

Alfonso Armada

Artículo publicado en el diario español ABC y cedido a Fundación Sur por el autor.

Alfonso Armada es escritor y periodista en ABC

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