“Mayibuye”, o cuando perder es ganar, por Ramón Echeverría

3/06/2024 | Bitácora africana, Opinión

En algunos países europeos ganar las elecciones con un 40 % de los votos habría sido un “triunfo”. Con un 40 % ha ganado el Congreso Nacional Africano (ANC) las elecciones sudafricanas del 29 de mayo, pero los comentaristas, y muchos votantes del ANC, lo consideran un descalabro y un varapalo. Aunque el partido de Mandela, que obtuvo el 70 % de los sufragios en 2004, había ido perdiendo apoyos año tras año, bajando al 57 % en los comicios de 2019, había sin embargo mantenido su mayoría absoluta. Pero esta vez, tan sólo le han votado el 40 % de los electores. Estaba previsto, aunque pocos imaginaban que la caída sería tan brutal. De venerado movimiento de liberación en 1994, el ANC, tras tres décadas en el poder, se ha convertido en sinónimo de corrupción y desgobierno. Hace tiempo que perdió parte de su apoyo en las grandes ciudades, y ahora lo está perdiendo en las zonas rurales. Entre quienes sufrieron el apartheid y conocieron la liberación de los negros gracias al ANC, muchos siguen siéndole fieles. No así entre los jóvenes, hartos de una corrupción a la que achacan en gran medida la falta de trabajo (el paro alcanza el 71 % entre las personas de entre 15 y 24 años) y la desastrosa gestión del país, con los continuos cortes de electricidad por el mal estado de las plantas y la corrupción endémica en la compañía estatal Eskom (Electricity Supply Commission). Así que los jóvenes han salido a votar en gran número, algo que no hacían en elecciones anteriores. Y el suyo ha sido un voto de castigo para el ANC.

Sin embargo, el desencanto no basta para explicar los 17 puntos perdidos por el ANC en estas elecciones. Democratic Alliance (DA), el segundo gran partido y el más transversal en cuanto a seguidores, ha obtenido el 21’78% de votos, tan sólo un punto más que los 20’77% de 2019. Mientras que el tercer gran partido en litigio, el izquierdista Economic Freedom Fighters (9’51 %) ha perdido casi un punto respecto a 2019 (10’80 %). Los pequeños partidos sí que, en conjunto, han ganado casi tres puntos, de 11 % en 2019 a 13’91 % en 2024. Pero lo que los números indican es, sobre todo, que, aunque no vencedor, el gran ganador, con el 14’58 % de votos, provenientes de exvotantes de los EFF y del ANC, ha sido el “uMkhonto we Sizwe” (MK), “Lanza de la Nación”, el nuevo partido creado por los seguidores de Zuma en septiembre de 2023, y que con su oposición o sus alianzas, decidirá quién puede o no gobernar en Sudáfrica.

Exmiembro del ANC y expresidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, de 82 años, fue destituido por el ANC en 2018, en medio de acusaciones de corrupción, que él negó. Fue sucedido por Cyril Ramaphosa. Tres años después, fue condenado a 15 meses de prisión por desacato, tras desafiar una orden judicial de comparecer ante una investigación sobre corrupción durante sus nueve años de presidencia. El presidente Ramaphosa liberó a Zuma después de que cumpliera solo tres meses de su condena en un intento de aplacarlo a él y a sus partidarios. Y ahora Jacob Zuma, que en estas elecciones ha tomado el control de la provincia de KwaZulu-Natal, cuenta con una base desde la que planear el que es probablemente su objetivo principal, la caída de Ramaphosa. Su condena significa que no puede ocupar un escaño en la Asamblea Nacional, pero sí puede mover los hilos entre bastidores. Y su campaña electoral ha sido extremadamente inteligente.

Los partidos políticos utilizan eslóganes, iconos, colores y banderas para establecer sus credenciales políticas e históricas. MK se ha presentado ante sus electores como el partido que ha mantenido la esencia del ANC. Ha escogido como eslogan “Mayibuye” (en isixhosa “que sea restaurado”), lema popularizado por el ANC y el Partido Comunista de Sudáfrica hace más de 100 años, y todavía usado como eslogan de liberación. Como apelación del partido, ha escogido “uMkhonto we Sizwe”, el nombre de la rama militar del ANC que se atribuyó la victoria contra el Apartheid. Durante la campaña, MK ha alentado el nacionalismo zulú, con referencias al rey Shaka. Y se ha comprometido a aumentar los poderes de los reyes y jefes de Sudáfrica, más allá de sus atribuciones ceremoniales actuales y de su colaboración con el gobierno en el desarrollo de las zonas rurales. Se ha ganado a votantes de los EFF abogando por políticas económicas que incluyan la expropiación de tierras de propiedad blanca y la nacionalización de sectores clave de la economía. Sobre todo, ha conseguido el respaldo “The All African Alliance Movement (AAAM), cuyo secretario general, el obispo Meshack Tebe, invitó el pasado 5 de enero a todos los miembros del movimiento a dar su voto a uMkhonto we Sizwe.

Sólo en el contexto sudafricano puede uno entender al AAAM, una coalición de pastores cristianos que tiene como objetivo influir en la escena política de Sudáfrica. David Jeffery-Schwik, escribiendo en The Conversation del 23 de febrero de 2023 sobre la compleja relación entre religión y política en Sudáfrica, daba como ejemplo al mismo ANC: “Obviamente no es un partido religioso: sigue comprometido con un Estado laico y muchas de sus políticas (como las relativas al aborto y las uniones civiles) han sido criticadas por grupos religiosos. Sin embargo, en la mayor parte del país, sería difícil encontrar una reunión del ANC que no comenzara y terminara con una oración. Para muchos simpatizantes, la religión es el agua en la que nada el ANC”. Y así es también como el obispo Meshack Tebe, citado por el SowetanLive del 19 de octubre de 2022, insiste en que el AAAM no es una “iglesia”, pero sí un movimiento político, muy diferente por cierto del “Partido Demócrata Cristiano Africano” (ACDP) de tendencia democristiana. Y es en nombre de ese movimiento que el 5 de enero, el obispo Meshack Tebe invitó a los pastores de las diferentes iglesias de Sudáfrica para abrir sus puertas al MK para que millones de adherentes cristianos le dieran sus votos. Así es Sudáfrica. Y así es como votando el 29 de mayo, muchos electores cristianos han dado a Jacob Zuma, expresidente destituido y condenado por la justicia a no ocupar escaño en la Asamblea Nacional, la llave de la gobernabilidad del país.

Ramón Echeverría

CIDAF-UCM

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

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