Mauritania: ¿La esperanza perdida?

1/09/2009 | Opinión

El pueblo mauritano siguió con atención y un gran interés las negociaciones de Dakar hasta su fin. Se soltó un gran suspiro y se lanzó un gran ¡hurra! Una luz de esperanza nació en el seno de este pueblo, pero, por desgracia, día a día estas esperanzas se diluyen dejando lugar a la decepción y a múltiples especulaciones.

¿Qué ha pasado para que nuestros grandes políticos no hayan tenido en cuenta el sufrimiento de este pueblo, que han tomado inconscientemente como rehén para sus propios intereses y, al menos en una ocasión, en detrimento del de la gente?

Hoy, este pueblo está harto de los caprichos y del egoísmo patente de los políticos. Nadie se preocupa del sufrimiento que soporta ni de su paciencia. Los ciudadanos están cada vez más interesados por las elecciones. Aunque hay actualmente un gran riesgo a que el índice de participación no esté a la altura de lo fiable.

El aplazamiento de las elecciones [que finalmente tuvieron lugar el pasado día 18 de julio, con la victoria, contestada por la oposición, del golpista Mohamed Ould Abdel Aziz] y la emergencia de nuevos candidatos a la Presidencia agitaron el paisaje político y provocaron un gran movimiento en la escena nacional (una trashumancia positiva en el inicio de la estación lluviosa). Lo que se tradujo en nuevas alianzas de una y otra parte, que todavía buscaban los objetivos de unión para cortar la vía a sus respectivos adversarios.

Cada uno de los partidos, tenía su propia visión de cómo inculcar una democracia pluralista en el paisaje mauritano.
El Grupo 1, de naturaleza y fundamento «conservador», se apoyaba en grandes capitales y en los señores feudales-Negro-Árabes y está impulsado por una juventud fogosa, cuyo discurso se dirige hacia un anclaje de la democracia a través de un modelo de socialismo ejemplar (luchar contra la mala gestión, aliviar el sufrimiento de los pobres, distribuir las riquezas equitativamente, etc. Preconizaba la continuidad con los reformadores salidos del ejército, los únicos garantes de la estabilidad.

El Grupo 2, que buscaba el poder después de varios años, habiendo fracasado en otras ocasiones históricas, como en 2007, en 2008 y también en 2009, para iniciarse en la gestión de los asuntos de Estado en vista de adueñarse progresivamente del poder.

Cansado por la lucha y ávido de poder, le hacía falta un todo o nada. Para este grupo, había que separar el espectro de los militares de la cúpula del poder y cortar la vía a la feudalidad Negro-Árabe a través de la elección de algún civil íntegro, aunque éste sea de las clases pobres o socialmente bajas. «Un OBAMA mauritano», que haría que el país entrase en una verdadera era de democracia.

Entre las dos visiones había un tercer grupo, formado por civiles, antiguos militares, ricos y pobres, que se quedó en una posición centrista, predicando la moderación, el diálogo positivo y la concordia para preservar las bases de una democracia que milite en favor de la creación de un verdadero Estado donde todos los mauritanos puedan recobrar sus derechos sin exclusión y que se aplicará en reconstruir el país combatiendo la corrupción, el intervencionismo tribal, regional o partidista, así como a toda forma de segregación.

Este grupo, que no participó en las negociaciones de Dakar, buscaba el diálogo con estos dos grupos a una misma distancia para encontrar una solución interna, propia de los mauritanos, que nos pudiera preservar un mínimo de credibilidad frente a la Comunidad Internacional y evitar a nuestro país problemas que nuestro pueblo no quiera soportar.

Los prejuicios de unos y de otros sobre el ángulo de inclinación que tiene este tercer grupo y la espera de los resultados de las negociaciones de Dakar bloquearon el poder entablar un verdadero diálogo interno con este grupo.

No hay que engañarse, Dakar 1 fracasó y Dakar 2 también ha fracasado ya, a pesar de los esfuerzos de la Comunidad Internacional y sobre todo los representantes de Senegal (su Presidente Wade y su Ministro de Asuntos exteriores). La clase política, que ha llevado a cabo estas negociaciones, ha perdido credibilidad en el plano internacional.

Habrá que encorar entonces una solución fuera de éste ámbito. Ésta no puede venir más que del interior por medios civiles o militares.

La solución civil no puede triunfar sin que todas las fuerzas políticas, una vez finalizadas las últimas elecciones legislativas, tengan un diálogo y que los dos grupos principales bajen de su arrogancia y tenacidad y se centren en el interés del pueblo mauritano, que es hoy rehén de un puñado de hombres. Esta solución encontrará necesariamente un revestimiento constitucional apoyado en el interés general.

Si la clase política no puede llegar a un acuerdo rápidamente, la última solución será la militar, lo que aplazará, probablemente, unas elecciones justas varias semanas, meses o años.

¡A buen entendedor pocas palabras bastan!

Por El Houssein Ould Jiddou

Publicado en Agence Nouakchott d’Informacion, el 21 de junio de 2009.

Traducido por Cristina Algarra Luján, para Fundación Sur.

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