El 5 de febrero se firmó un pacto de no agresión entre varios grupos armados en el territorio Masisi, con objeto de poner fin a los enfrentamientos y rivalidades recurrentes entre los principales grupos tribales, en concreto: los hutu, hunde, nyanga y tembo (con la notable excepción de los tutsi). Como se sabe el territorio Masisi es uno de los más afectados por los conflictos identitarios en el este de la RDC; conflictos que perduran desde los años 1990, incluso antes del generalizado incendio de la región. Todo el mundo, líderes de los grupos armados, autoridades, notables locales, han saludado la firma de este acuerdo sin precedentes.
El general Kalairi (APCLS, de obediencia hunde) ha declarado: “Pedimos a la población que olvide los errores del pasado. Ya no hay ni hutu ni hunde. Todos pertenecemos a la misma familia”. El jefe del grupo hutu ha añadido que “este día marca el fin del tribalismo en el Masisi; debemos traer la paz y amarnos como hermanos y hermanas”. ¿Hay motivos para esperar que este pacto inaugure de verdad una era de paz duradera en esta magnífica y rica tierra, ensangrentada por decenios de violencias? Lo curioso es que este nuevo grupo se ha dado el nombre de Alianza de Patriotas contra la balcanización del Congo (APCBCO).
La historia entre las comunidades del Masisi es francamente tumultuosa: entre los hunde y los hutu, entre estos últimos y los tutsi, entre los Nyanga, Tembo y los banyarwanda (hutu o tutsi). También las causas son numerosas: conflictos sobre la propiedad de la tierra entre los “autóctonos” y los “inmigrantes”, entre los propietarios consuetudinarios y los que han recibido concesiones, entre agricultores y pastores; conflictos identitarios; luchas por el poder o influencia. Por otra parte, se han producido hechos que para nada arreglaron las cosas: “la guerra de liberación de Ruanda” en 1990 y los esfuerzos de guerra de los tutsi congoleños para ayudar a sus hermanos ruandeses; la llegada masiva de refugiados hutu a partir de 1994; las expediciones armadas del ejército ruandés entre 1996 y 2003; la rebelión tutsi del CNDP y actualmente del M23. A todo esto hay que añadir el boom del coltan estos últimos años, cuya explotación y comercialización han añadido pólvora al fuego.
En el pasado, las numerosas tentativas de conciliación entre comunidades fracasaron, por desconfianzas persistentes, porque los poderes no se implicaron en exceso, por interferencias políticas y económicas. Desde este punto de vista, el acuerdo que acaba de firmarse es histórico. Además de presentar una imagen de entendimiento entre los principales grupos armados de los principales grupos étnicos de Masisi, llega en un momento en el que las autoridades congoleñas necesitan más que nunca una agrupación de fuerzas frente a fuerzas extranjeras como las FDLR o M23. Desde hacía ya un cierto tiempo las autoridades trataban de convencer a Karairi y a otros combatientes del grupo Nyatura para que se integraran en las fuerzas armadas oficiales y parece que estos dos grupos participaron al lado de las FARDC en los combates contra el M23 en Goma y alrededores. La ofensiva del M23 los dispersó, pero se confirma su acercamiento a las FARDC. El acuerdo firmado no puede sino satisfacer a las autoridades congoleñas, que tratan de apagar en lo posible los fuegos encendidos en el este de la RDC.
Aunque el acuerdo puede calificarse de histórico, no por ello, desdichadamente, deja de ser frágil. La comunidad tutsi, con su rol (positivo o negativo) en el plano militar y político queda fuera de él. Habrá que ver si se la ha descartado de las negociaciones o si ha sido ella misma la que no ha querido formar parte del pacto. Sea cono sea, el hecho de que no figure como firmante no resulta tranquilizador. Hay que recordar que la guerra actual del M23 es justificada oficialmente por la pretendida marginación de los tutsi y por las amenazas que pesarían sobre ellos la actividad en el este de la RDC de los hutu ruandeses. Hasta ahora, el M23 no ha logrado instalarse en Masisi, pero existen grupos que le apoyan; por otra parte, existe desde diciembre un movimiento continuo de mujeres y niños tutsi que abandonan Masisi para refugiarse en Ruanda a causa, según ellos de las exacciones que sufren por parte de los grupos étnicos congoleños hutu, hunde, nyanga y de las FDLR. Es de temer que los tutsi vean en este acuerdo una alianza hostil entre el gobierno congoleño y grupos anti-tutsi.
Existe también cierta incertidumbre con relación a la unidad de liderazgo, ya que los grupos obedecen a intereses y mandos diferentes con frecuencia variables. Del mismo modo, planea la duda sobre la voluntad política de las autoridades civiles y militares para capitalizar esta oportunidad y lograr que los grupos cesen realmente sus enfrentamientos. No hay que olvidar que los conflictos y violencias comunitarias en el Kivi han ido siempre acompañados de cálculos políticos y económicos.
En suma, la firma de este pacto significa un paso importante y habría que trabajar para que nos se convirtiera en una especie de “todos contra los tutsi” y para que esta cohesión entorno a un interés común no estalle en trozos inmediatamente. Por otra parte, habría que adoptar medidas para la integración de los milicianos de estos grupos; medidas que no deberían consistir en su sistemática integración en las FARDC. Veremos en las semanas y meses futuros las consecuencias de este pacto. Entre tanto, prudencia y desconfianza.
J-M. N’Senga
Fuente: www.musabyimana.be, 12/02/2013
Resumen y traducción: Ramón Arozarena.