Ante el auge de la tecnología audiovisual, las tradicionales expresiones de la cultura popular en Marruecos están agonizando. La persistencia de la plaza pública, o la halqa, ofrece sin embargo la oportunidad de acercarse al corazón de la sociedad representado por los que se denominan peyorativamente marginados, incultos y astutos. Es una forma de lucha por la supervivencia del espacio público.
La cultura popular sobrevive a duras penas en el seno de la sociedad marroquí debido a los múltiples cambios que sufren los lazos tradicionales entre el individuo y su entorno. Es el último refugio de las masas en búsqueda de lo original, lo autentico y lo personal para poder identificarse con sus propias raíces.
El doble protectorado de España y Francia, en el Norte y Sur del país, respectivamente, no pudo usurpar a la sociedad marroquí los rasgos que justifican su pertenencia al de la comunidad árabe islámica, y, así, limar sus creencias tradicionales. La cultura oral, que sigue desempeñando un papel aglutinador de las masas, encuentra en la plaza pública su mejor expresión. Ésta se presentaba hace siglos como el núcleo principal de la comunicación popular.
Concebida como un lugar multidisciplinario, la plaza es el pulmón de una aglomeración urbana, un punto de encuentro de todos los oficios y el espejo en el que se reflejan manifestaciones de un colectivo. Se llama la plaza del Suk (zoco), el mercado semanal o el rastro. Sus peculiaridades, la diferencian de la plaza en la sociedad occidental medieval, y, es por la única razón que sigue funcionando como antes y con el mismo encanto y los mismos instrumentos