En «Africanía» entrevistasmos al periodista Javier Otazu @otazuelcano, un buen conocedor del mundo árabe, y os presentamos su última obra «Los tres jaques del rey de Marruecos«, editada por @CatarataLibros. Migración, Sáhara Occidental y Ceuta y Melilla como tres elementos de presión en sus relaciones con su vecino español.

Rafael Sánchez: Has vivido en Marruecos, en Egipto y viajado por Irán Pakistán y Afganistán, aunque ahora residas en los estados Unidos ¿Qué te atrajo desde el principio para interesarte por el mundo árabe?

Javier Otazu: No sabría decirte, tendría que volver mucho más atrás en mi vida, pero recuerdo que cuando yo estaba estudiando periodismo en Pamplona, vi a un señor que estaba ofreciendo clases de árabe y en la Pamplona de los años 80 aquello me pareció la cosa más exótica en la que uno podía embarcarse. Empecé a estudiar árabe como un reto, al igual que si hubiera estudiado ruso o chino, pero a medida que iba estudiándolo hice algún un viaje a Egipto y a Marruecos y aquello me enganchó y, durante mucho tiempo, he estado viajando por esa parte del mundo, del árabe me viene el interés por el islam y es un mundo muy rico para los periodistas ya que vivimos del conflicto.

R.S.:¿Qué te vino antes el amor por el periodismo o por el mundo árabe?

J. O.: Desde que era pequeñito ya sabía que tenía una curiosidad desmedía y me iba como anillo al dedo una profesión en la que te pagan por preguntar.

R.S: ¿Por qué publicar un libro sobre Mohamed VI cuando has sido nombrado para Nueva York?

J. O.: Cuando uno va a Marruecos asume que no es un país de estándares democráticos, a pesar de lo que ellos digan, y hay unas reglas de juego, ¿dónde no las hay? También las hay en China o en Rusia y trabajas como puedes. Es un reto bonito acercarse a un país donde la información no esta disponible y a veces trata de ocultarse. Es un ejercicio, que recomiendo a muchos periodistas, en el que tienes que ser osado para preguntar e investigar sobre cosas que en una democracia resultarían mucho más fáciles de investigar, ya que todo está lleno de portavoces gabinetes… etc. Pero en un país como Marruecos hay lo que se llaman “líneas rojas”. En definitiva, es un reto del que no me arrepiento.


R.S.: En Marruecos has estado en dos etapas diferentes y has cumplido 16 años allí: 6 años bajo el reinado de Hassan II y una etapa un poco más extensa con Mohamed VI. ¿En qué se caracterizan y en qué se diferencian los dos reinados? ¿Cuáles son las características de este Marruecos de líneas rojas del que tú hablas?

J. O.: al principio cuando Mohamed VI llego al trono parecía que iba a dar un cambio radical al reinado de su padre y traía ciertos aires modernos, se vestía de determinada manera, parecía que no le gustaba el boato y la riqueza y sin embargo, con el paso de los años se vio que, salvo terminar con el harén, que se veía como una práctica medieval, y casarse con una mujer a la que presentó al mundo, pronto se agotó el ansia modernizadora. Un ejemplo es cuando, después de 15 años de casados, se divorcia y ni siquiera lo cuenta, lo oculta y los periodistas que escribimos sobre ello nos llevamos algún tirón de orejas. El rey empezó siendo llamado el rey de los pobres porque le gustaba ir de manera directa en su coche recorriendo el país y resolvía problemas de la gente, lo que era de un estilo un tanto clientelar, pero con el tiempo ha ido dejando de hacer eso y ha hecho lo que más le gusta que es ir amasando dinero, ser el primer empresario del país y tener intereses en prácticamente todos los sectores que se te puedan ocurrir: energético, distribución de comida, bancario, de seguros… etc. Además de rey, es el primer empresario.

R.S.: En tu obra hablas de las relaciones entre España y Marruecos, las cuales se ven condicionadas por la arbitrariedad o por los intereses de la corte marroquí que juega, como tú informas, a los 3 jaques como elementos de presión: la migración, el Sáhara y Ceuta y Melilla. Desde España, sobre todo aquellos que desconocemos el mundo diplomático, se podrñia percibir como una relación que podría ser beligerante y en crisis continua, ¿cómo lo percibe alguien que lleva tantos años desde dentro? ¿Cómo lo percibe un periodista, un intelectual que se preocupa por integrarse desde fuera en una sociedad como la marroquí?

J. O.: Entre 2010 y 2020 hubo entre España y Marruecos una especie de luna de miel que se manifestaba en una especie de puente aéreo entre Rabat y Madrid, con visitas de ministros, dándose dos besos en la cara, alabándose los unos a los otros…etc. Pero esto estaba basado en un pacto no escrito por el cual Marruecos no molesta con el tema de Ceuta y Melilla y España, discretamente y bajo la mesa, ayuda con la cuestión del Sáhara Occidental. Todo esto saltó por los aires y, cuando saltó por los aires, se vio que la relación estaba basada en términos desiguales porque Marruecos exige mucho y España siempre tiende a dar y a conceder y creo que Marruecos juega muy fuerte sus bazas y en España tenemos una diplomacia que tiene miedo hasta de los estornudos de Marruecos. Se ha visto, desde las crisis de mayo de 2021, que España no para de multiplicar declaraciones de reconciliación con Marruecos y Marruecos no hace ni un solo gesto en este sentido.

R. S.: ¿Cómo crees que podría mejorar esa relación entre España y Marruecos de la que nos hablas? ¿Qué se debería hacer?

J. O.: Yo creo que España necesitaría replantear sus relaciones con Marruecos para que fueran un poco más igualitarias; igualitarias en el sentido de tú me das, yo te doy o qué me pides, qué te pido. Porque lo que se ha visto en este último año es que Marruecos tiene esa llave que se llama “inmigración”, más otra llave que es la de Ceuta y Melilla y no para de jugar con eso y España como que trata siempre de complacer. Es una relación extremadamente desigual que debería cambiar para que tuviéramos un vecino un poco más previsible y no tan imprevisible.

R. S.: Esta relación parece que es similar con Francia, con la Unión Europea e incluso con la ONU y, además, para más inri, Marruecos es uno de los países, digamos, más beneficiados por occidente.

J. O.: Tienes razón, esta actitud de Marruecos se repite con países con los que el desequilibrio de peso es flagrante, sin embargo, Marruecos se permite jugar muy fuerte con ellos y lo más paradójico, desde el punto de vista de las relaciones internacionales, es que le sale bien; no suele pagar un precio caro. Describo en el libro cómo se ha enfrentado con Suecia, con Estados Unidos, con la UE y con la ONU. Fíjate en la talla de los actores. Además, tuvo un desplante con los alemanes, llamó a consultas a su embajador y Alemania le acababa de dar una millonada en programas para ayudar con la crisis del coronavirus y Alemania no bloqueó esos programas. Entonces, no sé por qué Marruecos es capaz de tener semejante poder de negociación ante socios más grandes. Pero es algo que, si lo miras desde la perspectiva de la diplomacia, es llamativo y hasta admirable.

R.S.: Sí, porque si hablamos desde el punto de vista de personas, que hubiera un líder, una eminencia, una gran materia gris de forma continuada detrás de la diplomacia marroquí (que la hubo en su momento) se podría entender, pero a lo largo de todo ese tiempo en el que tú escribes el libro son varias personas las que han ocupado los asuntos exteriores del país.

J.O.: No sé si son tan diferentes porque la diplomacia española, salvo en tiempos de Aznar, me atrevería a decir es muy continuista, cambian los ministros de exteriores, cambian las caras, pero al final el funcionamiento del palacio de Santa Cruz es bastante parecido en gobiernos del PP y del PSOE. Lamentablemente, como español, voy a decir que la diplomacia española es muy timorata, está siempre tratando de poner vendas en las heridas ajenas. Cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores español hace un comunicado, sabes que, casi siempre, va a decir: “pedimos a las partes contención, moderación que resuelvan sus diferencias en una mesa de diálogo”, sea el conflicto que sea. Cuando se atreven a sacar un comunicado de condena o repulsa, es porque la Unión Europea ya le ha dado lo que tiene que escribir. Con Marruecos, España está bastante sola porque en la UE Marruecos tiene aliados fuertes como Francia y la UE no tiene una posición definida con respecto a Marruecos. Por lo tanto, España se encuentra sola y su diplomacia se basa siempre en no molestar demasiado a Marruecos, que es muy fino en la lectura de las relaciones internacionales. Han sido conscientes de esto y achuchan sin parar. Estados Unidos, que sería el único que podría tirar de las orejas a Marruecos, se suele poner de lado, como pasó con la crisis de Perejil, en la que Colin Powell cogió el teléfono, pegó cuatro gritos y obligó a España y a Marruecos a llegar a una entente sobre la isla de Perejil. Solamente en la época de Trump, Estados Unidos se puso de parte de Marruecos, pero eso está en el limbo porque Biden no ha refrendado el reconocimiento marroquí sobre el Sahara Occidental.

R.S.: Realizaste un primer libro sobre Marruecos, titulado “El extraño vecino” refiriéndote al desconocimiento de las dos sociedades ¿Cómo calificarías las relaciones entre la sociedad española y la marroquí?

J.O.: Desde España hacia Marruecos, profundamente ignorante y llena de tópicos sobre los moros, donde entran desde los prejuicios de la reconquista hasta el franquismo, y que me sorprende mucho que el millón largo de marroquíes que habita en España no matice un poco esa percepción. Es una comunidad prácticamente invisible y eso se debe a que es muy joven y busca la integración a toda costa, aunque sea a base de ser invisibles. Del lado contrario, España es un país que los marroquíes envidian, en el buen sentido, porque han visto como España ha cambiado en los últimos cuarenta años y los marroquíes de clase media, que su primera salida natural es la costa andaluza para pasar unas vacaciones, más los de clase alta que ya conocían España, están admirados de cómo ha cambiado el país. Al mismo tiempo, hay un poco de rabia porque tienen la sensación de que España les trata por encima del hombro y el tema de Ceuta y Melilla, que para un español pueden ser indiscutibles porque son dos ciudades españolas, un marroquí te dirá que es indiscutible que, si estas dos ciudades se encuentran en el mapa de África, ¿qué pinta España allí? También duele, en esa relación, la sensación de que España, su corazón, está con los «polisarios» y contra Marruecos. Entonces, es una relación compleja hecha de la admiración, de envidia, pero también de frustraciones y de rabia.

R.S.: Después de tantos años en el mundo islámico, residiendo en Marruecos y Egipto, pero también viajando por Irán Pakistán y Afganistán, ahora comienzas este periplo neoyorquino ¿Cómo lo interpretas, como un descanso bien ganado o como un accidente laboral, un lapsus que se tiene que solucionar de alguna forma?

J.O.: Creo que ya di mucho de mi vida al mundo árabe musulmán, que también me ha dado él a mí. Ha sido una relación recíproca. Me ha venido bien cambiar de aires y, a pesar de lo que pueda parecer, porque todo el mundo piensa que ir a Nueva York es el premio gordo, pero no te digo nada nuevo si te cuento que es una ciudad muy exigente también para un periodista. Reclama estar constantemente alerta y requiere conocer muchos temas y portavoces. Aquí se viene a trabajar como en ninguna parte.

Fuente: Africanía

[Transcripción, Mario Civantos González]

[CIDAF-UCM]

Artículos relacionados:

– La ONU convoca a Marruecos, Argelia, Mauritania y Polisario en Berlín para hablar sobre el Sahara Occidental