Marruecos: cómo responder a la exclusión económica de los jóvenes

6/11/2012 | Crónicas y reportajes

Si bien el último informe de la banca mundial, del mes de mayo último, sobre la juventud en Marruecos tiene el mérito de poner bajo el foco de los proyectores la problemática del paro de los jóvenes (el 30 % de 15- 29 años están sin empleo), las recomendaciones propuestas que van en el sentido de un reforzamiento del papel del Estado no están preparadas para resolverlo. ¿Qué se debe hacer?

Algunos pueden convenir que para estar integrado económicamente, son necesarios dos ingredientes: el empleo de los jóvenes y la existencia de ofertas suficientes en cantidad y calidad. Pues bien, Marruecos está desprovisto en los dos planos. No solamente nuestro capital humano es de mala calidad, sino que nuestra economía es incapaz de ofrecer empleos suficientemente. En consecuencia, no es sorprendente ver que un tercio de nuestros jóvenes están sin empleo. En realidad, nuestros jóvenes están doblemente penalizados en el sentido en que están sacrificados en términos de formación y en términos de oportunidades de empleo. La razón fundamental es institucional en la medida en que las instituciones, según las reglas de juego económicas, están hechas de manera que benefician a una pequeña minoría y excluyen a amplios paneles de la sociedad, en este caso a los jóvenes: la persistencia de una economía rentista bloquea el ascenso social en Marruecos e impide a los jóvenes aprovecharse del crecimiento e integrarse económicamente. En efecto, la clase rentista en Marruecos ha privatizado el Estado y ha acaparado lo esencial de las actividades lucrativas en el país y ha bloqueado completamente el sistema económico al asegurarse monopolios y privilegios gracias a la connivencia de los políticos. De hecho el acceso a los negocios y a los empleos ha llegado a ser asunto de clientelismo y de proximidad con los decisores y no cuestión de mérito y de creación de valor añadido.

En consecuencia, resolver la problemática de la integración económica de los jóvenes no sería posible sin que se ataque el tabú del matrimonio incestuoso entre la política y la economía de Marruecos. Pues no hay más que licencias que constituyen una fuente de renta: todos los que están próximos al poder disponen de una renta. Para acabar con la economía de renta que cuesta puntos de crecimiento en la economía marroquí y por consiguiente millares de empleos, es necesario cambiar los estímulos, lo que implica forzosamente un cambio institucional, es decir, un cambio de las reglas de juego económicas. Las decisiones económicas no deben estar guiadas por la lógica política consistente en comprar votos o en concluir alianzas o incluso comprar la paz social de corta duración. Ellas deben de ahora en adelante estar fundadas en el criterio de la eficacia y de la creación de valor añadido. Para poder romper con la economía de renta e ir hacia una economía productiva, creadora de empleos, es necesario hacer saltar este cerramiento del sistema económico liberando a los individuos de todas las coacciones impuestas por los renteros en este país. En otros términos, es necesario ofrecerles más libertad económica.

Paralelamente, es necesario modificar de enfoque en materia de lucha contra el paro. Contrariamente a las recomendaciones del informe, la solución no reside en el reforzamiento de la intervención del Estado: todas las políticas estatales basadas en empleos subvencionados y la política de las grandes obras han sido un fracaso. Las primeras porque se han traducido solamente en consecuencias de gangas que han incitado a muchas empresas a acapararlas para aprovechar algunas exoneraciones; las segundas porque no hacen crear más que empleos temporales. Al final, estas políticas públicas no solamente no han logrado insertar a los jóvenes sino que han malgastado los fondos públicos. El Estado no puede “crear” empleos: no puede financiarlos más que extrayendo recursos a otros individuos, lo que implica… la destrucción de empleos además. El empleo no se decreta. Solo las empresas pueden crear empleos y si el Estado “debe hacer alguna cosa” sería justamente facilitar la tarea y no hacer la competencia o poner toda clase de obstáculos haciendo de la inversión una tarea peligrosa. Así el Estado está invitado no solamente a revisar su papel para llegar a ser un simple facilitador de negocios, sino también a revisar su política económica.

Los empleos dependen de la fuerza y de la regularidad del crecimiento. Ahora bien, el crecimiento marroquí en el último decenio (una media del 4,5%) no ha sido creador de empleos por la simple razón de que el modelo sobre el cual se ha basado no ha sido apropiado. En efecto, los gobiernos marroquíes han hecho la elección de estimular la demanda interna a fin de sostener artificialmente el crecimiento. Sin embargo, en ausencia de oferta nacional competitiva, el estímulo del consumo de las familias y las inversiones públicas ha aprovechado en primer lugar a nuestros proveedores extranjeros, mientras que las empresas marroquíes consideradas para emplear a los jóvenes estarían siendo sobrepasadas. Por otra parte, el tejido productivo marroquí no es apto para crear empleos que respondan a las aspiraciones de los jóvenes diplomados pues operan en sectores de competencia y productividad débiles.

De ahí la necesidad de adoptar una enfoque complementario al crecimiento por la oferta, fundado en la mejora de la productividad y de la competitividad de las empresas. Desde la independencia hasta el presente, es el Estado quien siempre ha garantizado el papel de investigador y empleador principal, operando así un efecto de evicción sobre la investigación privada al cantonarla a actividades de débil valor añadido o al enviarla a una informatización forzada. Esta situación manifiesta de nuevo el exceso de intervencionismo estatal y la hostilidad del entorno de los negocios en Marruecos a pesar de progresos tangibles (Marruecos ha ganado 20 puestos en la clasificación establecida por Doing Business 2012 al pasar del rango 115 al 94 sobre 183 países) Sin embargo, el margen de progreso es muy importante en diversos planos, de ahí la necesidad de una aceleración de las reformas, particularmente las de la gobernanza, los derechos de propiedad, de la justicia y de las finanzas, y esto a fin de allanar los obstáculos al empresariado. Al sostener a la vez la demanda y la oferta doméstica, se podrá garantizar un crecimiento fuerte, estable y sobre todo creador de empleos.

Autor: Hicham El Moussaoui

Hicham El Moussaoui es analista de www.UnMondeLibre.org

Publicado por L’autre Afrik en colaboración con UnMondeLibre.org

Traducido para Fundación Sur por Asunción Orench.

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