En plena guerra árabe-israelí, el 21 de marzo de 1948, domingo de Ramos, Elias Lahham, trabajador en el ferrocarril, y su esposa Afifa Shiban, encinta de seis meses, tuvieron que abandonar su vivienda de Haifa (hoy en el norte de Israel) para refugiarse en la casa de una tía en Irbid, Jordania. Allí nació, el 20 de julio, Maroun Lahham, obispo emérito de Amán, de quien fui colaborador cuando él presidía la diócesis de Túnez. Medio millón de palestinos se refugiaron entonces en Jordania (otro medio millón en el Líbano), de los que aún viven unos 80.000. Y Maroun Lahham es hoy uno de los cinco millones de jordanos de origen palestino, 70% de la población. Le he pedido que me hablara del trabajo de Caritas con los refugiados, principalmente sirios; de las relaciones entre la minoría cristiana y la mayoría musulmana en Jordania; y lo que le viene espontáneamente al pensamiento cuando visita España, en esta ocasión para dar una conferencia en Málaga (“bellísima ciudad”, me dice). Tal vez porque la cuestión identitaria está tan a flor de piel en mi tierra, Navarra (ayer sábado asistimos en Pamplona a una manifestación en favor de su bandera), también le he preguntado si se siente palestino o jordano. “Tengo la suerte de ser bicultural”, responde indirectamente y sin entrar del todo en materia (habla perfectamente, además del árabe, el francés y el italiano, bastante bien el inglés, se defiende en alemán, y comprende, sobre todo si lo lee, el castellano). Yo me siento palestino y jordano. Pero soy consciente de las diferencias de sensibilidad entre los jordanos de origen palestino y los jordanos descendientes directos de los beduinos. Las diferencias están ahí y a veces salen a la superficie, también entre los católicos”. “Muchos de los palestinos que llegaron en el 48 tenían una buena formación técnica y cultural. Y eso se nota. Por otra parte los cristianos nos sentimos a gusto en Jordania en buena parte gracias a la mentalidad tradicional de las tribus. Las diferencias religiosas no destruyen las relaciones tribales hechas de respeto y hospitalidad. No hubo problema en que varias tribus beduinas siguieran siendo cristiana tras la islamización de la región, y tampoco el que un buen porcentaje de los palestinos fueran cristianos”.
Ramón Echeverría: ¿Y Caritas?
Maroun Lahham: “Caritas se ocupa en especial de los cristianos iraquíes Mosul y Nínive que han huido de Daesh, así como de una parte del millón y medio de sirios que se han refugiado en Jordania huyendo de la guerra en su país. La primera oleada de iraquíes llegó tras la caída de Bagdad en 2003. Muchos vinieron con su fortuna, invirtieron en el país y obtuvieron la nacionalidad jordana. Los pocos iraquíes que han llegado después, pertenecientes a las clases menos adineradas, han conseguido integrarse poco a poco en el país. La que es dramática es la situación de los cristianos perseguidos por Daesh. Caritas les ha auxiliado enormemente y ha conseguido escolarizar a todos los niños con la ayuda de fondos de la Conferencia Episcopal Italiana. Más difícil está siendo atender a los refugiados sirios, un millón y medio de ellos. Se calcula que un 25% viven en los campos de refugiados y el 75% están diseminados en las distintas ciudades del país. Caritas se ocupa directamente de unos 30.000 cristianos. Pero su trabajo va más allá y subvenciona los cuidados médicos a todos los refugiados siros en los cuatro hospitales católicos del país”.
R.E.: ¿Cuatro hospitales católicos? Pero ¿no son los católicos una minoría?
M.L.: “¡Minoría muy minoritaria! Somos unos 90.000 en un país de algo más de siete millones de habitantes: 60.000 latinos, 20.000 melquitas, 1.500 asirios y un centenar de armenios. Pero contamos en el país más de lo que los números podrían sugerir. Tenemos cuarenta escuelas y colegios (muchas parroquias tienen su escuela), y son musulmanes el 50% de los alumnos. En el Colegio del Rosario en Amman son cristianos sólo 150 de los 1.800 alumnos. Y desde hace 6 años estamos sosteniendo, a trancas y barrancas hay que decirlo porque no siempre es fácil conseguir fondos, la American University of Madaba, con 1.700 alumnos, de los cuales un 70% son musulmanes.”
R.E.: Pero ¿ayuda Caritas también a los jordanos pobres, o sólo a los refugiados?
M.L.: “¡Punto delicado! Viven hoy en Jordania millón y medio de refugiados sirios y treinta mil iraquíes. Y también trabajadores extranjeros: 900.000 egipcios, 50.000 procedentes de Sri Lanka, y 50.000 filipinas que trabajan en las casas. Muchos refugiados tienen una buena formación técnica. A veces trabajan sin declarar a la seguridad social… Algunos jordanos de a pie se quejan porque los extranjeros les han quitado el trabajo. Y si son pobres, porque a los refugiados se les trata mejor que a los jordanos… Caritas hace un esfuerzo especial para ayudar también a los jordanos pobres, sabiendo que no podemos llegar ni a todo ni a todos. Y eso que contamos con quinientas personas de plantilla y 1.400 voluntarios. En 2015 Caritas distribuyó 43 millones de dólares, una gota de agua en un desierto de sed”.
R.E.: Última pregunta: ¿Qué le viene a la mente al visitar España?
M.L.: “Tengo amigos y me encanta. Pero al asistir ayer con mis amigos a la manifestación en Pamplona, no podía sino pensar que los vuestros son, comparados con los nuestros, “problemas de lujo”. Y también como palestino pienso que en 1948 no había televisión y nadie salió en defensa del millón de personas que, como mis padres, y yo con ellos, tuvimos que emigrar… Aunque también es verdad que hoy hay televisión, se habla mucho de Irak y de Siria… y apenas si se hace nada por los refugiados”.
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