- La ONG lanza su campaña anual, «Compartir es nuestra mayor riqueza», en la que demanda que se apoyen alternativas de economía social y solidaria que contribuyan de manera eficaz al trabajo digno y decente, a la economía, la justicia y el desarrollo inclusivo y sostenible para los más empobrecidos.
- La campaña busca promover en la sociedad española actitudes y estilos de vida y consumo coherentes con una verdadera prosperidad compartida que tenga sobre todo en cuenta a las personas y comunidades más vulnerables.
Manos Unidas ha lanzado su nueva campaña (número 66) que, con el lema «Compartir es nuestra mayor riqueza», quiere poner en evidencia que la desigualdad, manifestada en la falta de oportunidades para los más vulnerables, sigue aumentando en un contexto de gran crecimiento económico. «Nuestro mundo se hace cada vez más desigual y esa prosperidad que medimos con parámetros que van más allá de lo meramente económico, no se distribuye de manera justa ni equitativa. Según el último informe de Crédit Suisse, solo el 1 % de la población mundial concentra más de la mitad de la riqueza global. Y mientras tanto, alrededor de 733 millones de personas viven en situación de hambre, y más de 1.200 millones luchan a diario para sobrevivir por debajo del umbral de la pobreza», ha explicado Cecilia Pilar Gracia, presidenta de la ONG.
«Hablamos de los 160 millones de niños y niñas atrapados en las redes de trabajo infantil o de los 250 millones que no van a la escuela, lo que marcará para siempre sus vidas. De los 2.000 millones de personas que no tienen acceso al agua potable. Y de los 2.000 millones que sufren pobreza multidimensional. O de ese dato demoledor que nos dice que, en 2024, cada minuto nacieron 35 niños cuyo destino será pasar hambre…», ha continuado Cecilia Pilar. Para rebajar esta inequidad, desde Manos Unidas «proponemos apoyar alternativas de economía social y solidaria que contribuyan al trabajo decente, a la economía inclusiva y sostenible y a la justicia social», ha añadido Cecilia Pilar. «Esta desigualdad, consecuencia de una prosperidad no compartida, se ve alimentada por el individualismo, el afán de lucro desmedido y una confianza excesiva en la tecnología, lo que dificulta que una vida digna llegue a todos los rincones del planeta», ha subrayado la presidenta de Manos Unidas.
Para Manos Unidas es fundamental que las crisis económicas y los conflictos bélicos no supongan una regresión en los fondos destinados a la cooperación internacional para el desarrollo, ya que son esenciales para redistribuir la riqueza y combatir las desigualdades. La desregulación de los mercados, que impacta directamente en el aumento de las inequidades, el hambre y la pobreza, es también crucial para proteger a las economías más vulnerables y permitir que se consoliden y compitan en un mundo cada vez más desigual.
Además, la ONG también apoya la propuesta de la Iglesia, manifestada recientemente por el papa Francisco, de condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas, «ya que esto no es solo un acto de generosidad, sino una cuestión de justicia».
Testimonios desde el Sur
María Jesús Pérez, misionera franciscana Estigmatina y directora de Fundación Maquita (organización de economía social y solidaria, y socio local de Manos Unidas en Ecuador), compartió la difícil situación que están viviendo los pueblos, principalmente rurales, de la costa, la sierra y la Amazonía en el país andino. «Estos pueblos rara vez tienen oportunidad de dar a conocer su realidad de exclusión y abandono por los organismos que, por obligación, deberían atenderles», ha asegurado. Por eso, «la organización comunitaria continúa siendo hoy la gran esperanza para que estas comunidades sigan resistiendo y creando una economía que genere medios de vida dignos para todos», añadió la religiosa. La hermana María Jesús llegó a Quito en 1984. Allí, junto al padre Graziano Mason, varias comunidades, mujeres y jóvenes, fundó el Movimiento «Maquita Chushunchic Comercializando como Hermanos», luchando por los derechos y el bienestar de las personas y el planeta. Hoy, desde la dirección ejecutiva, persigue con firmeza el desafío de «Generar cambios sostenibles que mejoren vidas».
Por su parte, Regina Casado, misionera de las Hijas del Niño Jesús, «Damas Negras», socio local de Manos Unidas en Senegal, lucha para sensibilizar a la población sobre los problemas más importantes a los que se enfrentan y promueve un desarrollo inclusivo para todos. «Las principales debilidades en ese país son la carencia de un techo donde vivir; la falta de una buena alimentación y de empleo y que los niños no puedan asistir al colegio por no tener documentos que les identifiquen, como la partida de nacimiento», ha enumerado la misionera. Desde 2002, la hermana Regina trabaja con las mujeres y jóvenes del barrio periférico de Sam Sam, a las afueras de Dakar. «Me encontré con niñas y adolescentes que no sabían leer ni escribir, sin ambición para salir de la pobreza, sometidas al matrimonio forzado y a los varones», ha explicado. Consciente de la situación, y con apoyo de Manos Unidas, comenzó la tarea de motivar y formar a estas jóvenes. «Tenían que descubrir ellas mismas las posibilidades de formarse y realizarse como mujeres competentes, transformadas y transformadoras de sus familias, barrios y país».
Fuente: Manos Unidas