Manifiesto por la libertad de expresión

7/10/2012 | AfroIslam

Echando mano de la blasfemia, es la libertad la que se pone en juego

05/10/2012

LE MONDE

por Rachid Azzouz, Mazarine Pingeot, Philippe-Gabriel Steg, Mohamed Ulad et Isabelle Wekstein*

Hace unos días, la Organización de la conferencia islámica ha lanzado una ofensiva diplomática para pedir el reconocimiento en derecho internacional del crimen de blasfemia. Desde hace más o menos un mes, el mundo árabo-musulmán está sacudido por manifestaciones a menudo violentas y alguna vez acompañados de asesinatos para protestar así contra la película anodina considerada blasfemia contra la persona del profeta Mahoma.

Dignatarios religiosos chiíes iraníes han reactivado la fatwa pronunciada hace más de 20 años contra Salman Rushdi con ocasión de la aparición de su novela Los versículos satánicos y han aumentado en 500 000 dólares la recompensa para su eventual asesino. El ejemplo del Pakistán, donde la ley anti-blasfemia se ha utilizado de manera repetida para justificar las persecuciones contra las minorías cristianas y el asesinato de los partidarios de la democracia ilustra la hipocresía de los que se pretenden ofendidos por la blasfemia que a menudo lo han orquestado ellos mismos. Aparece claramente que, detrás de la blasfemia, lo que está en juego realmente es la libertad religiosa.

Lo que se está jugando a través de estos fenómenos simultáneos es de hecho una doble guerra. La primera es una guerra que se lleva a cabo en el seno del mundo árabo-musulmán por medio de minorías financiadas por las fuerzas más retrógadas del islam wahabita y chií para imponer por la fuerza dictaduras teocráticas islamistas a una mayoría a menudo indiferente y una minoría demócrata pero miedosa. La segunda es una guerra de intimidación llevada por los mismos pero contra Occidente y su libertad de pensamiento y de expresión, guerra que se juega aquí.

En este doble conflicto, cualquier política de pacificación o de compromiso con el terrorismo, que sea a niveles de pensamiento o de las bombas, no es solamente una capitulación inútil, sino que es una puñalada por la espalda de los demócratas y liberales del mundo árabo-musulmán. Como decía Churchill dirigiéndose al primer ministro Chamberlain cuando volvía de Munich después de haber firmado los acuerdos con Hitler: “Teníais la elección entre la paz y el honor, y habeis elegido el deshonor y encima tendréis la guerra”. En el combate planetario que llevan los islamistas, cada retirada o cada acto de resistencia se difunde desde Marruecos hasta Indonesia.

Decir que hay que tener comportamientos responsables, como lo han hechos algunos hombres políticos, constituye en realidad una incitación a la auto-censura y una marcha atrás objetivo de la libertad de conciencia y de expresión; un ataque a los principios fundamentales sobre los que reposa toda sociedad democrática.


*Rachid Azzouz, funcionario de la educación nacional; Mazarine Pingeot, escritora; Philippe-Gabriel Steg, profesor de medicina de la universidad Paris-Diderot ; Mohamed Ulad, director de cine ; Isabelle Wekstein, abogada.

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