Conductores de camiones podemos encontrarlos por todos los caminos de B.F. y su entorno. Son hombres acostumbrados al rudo trabajo del transporte por carreteras que mal merecen este nombre, por eso algunos las llaman ‘pistas’, no de aeropuertos, sino rastros de los caminos de paso de los animales de la selva.
Pero que de pronto nos topemos en lo alto de la cabina de uno de esos mastodontes con remolque a una mujer es algo rarísimo. Quien se atrevió a penetrar en ese coto cerrado, feudo del machismo, es una burkinesa, ‘madame’ Masata Cisé, que hace ya 25 años conduce camiones. Sus colegas varones la llaman cariñosamente la “mamá conductora”.
Cómo nació en ella la pasión por conducir camiones
Elle misma nos lo cuenta: “Nací en Bobo-Diulasso, la capital económica de B.F. El virus de la conducción me lo contaminó mi difunto padre. Desde niña me encantaba instalarme en la cabina y acompañarlo en algunas rutas. Yo no fui a la escuela, pero tampoco soy del tipo de mujer que se queda en casa, mano sobre mano, esperando que su marido se lo traiga todo. Desde pequeña quise ser independiente. Ganarme la vida con mi trabajo. Pasada la adolescencia, me di cuenta de que lo único que sabía hacer era conducir camiones. Mi padre y mis hermanos son ‘chóferes’ y ellos fueron mis maestros. Ellos me dejaban conducir algunos ratos por los caminos solitarios del Sahel, fuera de las carreteras asfaltadas más frecuentadas por la policía. Así fue como en 1990 me presenté al examen oficial y conseguí el permiso de conductora profesional de camiones.”
Unos comienzos difíciles
Su familia y parientes mostraron su enfado. Nunca una mujer había ejercido esa profesión en B.F. El único que siempre la apoyó fue su padre, que confiaba en su saber. Contra viento y marea, se embarcó en esa actividad, que amaba desde su infancia. Las mujeres se burlaban de Masata, porque había abandonado los vestidos y ropas femeninas para ponerse pantalones.
La llamaban la marimacho’.
El rechazo de su entorno familiar no la desanimó, pero para vivir en paz emigró a un país vecino. Su primera experiencia como conductora la realizó en Níger. Cuenta que su alegría fue enorme, cuando su patrón le entregó las llaves de un camión cisterna, para llevar a varias estaciones de servicio una carga de combustible, transporte delicado.
Masata ha recorrido toda el África occidental
De Níger a Burkina Faso . pasando por Costa de Marfil, Ghana, Togo y Benín, ‘mamá Cissé’ ha viajado por puertos, mercados y caminos accidentados, siempre conduciendo un camión con remolque, una cisterna o cualquier tipo de vehículo pesado. A sus 54 años, ‘mama la conductora’ no piensa abandonar la conducción. Este año celebra sus “bodas de plata” con el camión.
En 25 años de conducción ha conocido momentos altos y bajos. Rodar día y noche por carreteras en mal estado, por lugares peligrosos o por países desconocidos no es fácil. Lo que más temía eran las averías del vehículo en medio de la selva. Una vez pasó cuatro días con sus noches atascada en el barrizal de un bosque en Togo, por causa de una rueda. En esas circunstancias, lo que los conductores más temen son los ataques de los bandidos. Por ser una mujer, hay hombres que querían aprovecharse de ella. Nunca fue atacada, excepto en una ocasión que viajaba con su jefe por Costa de Marfil. Aquel día no hubo abusos, solamente le quitaron el dinero a su patrón.
Un trabajo ingrato
Raros son los conductores capaces de llegar a final de mes con su salario, pues éstos son muy bajos. Se defienden con algunos ‘trapicheos’…Nos preguntamos ¿cuando se organizará la Seguridad Social para los autónomos en B.F.? Debilitada por la edad, esta madre de una hija y abuela de cuatro nietos, no dispone de ahorros suficientes para retirarse. Comenta con resignación: “Trabajaré hasta que Dios me llame a su lado.”
Ha llamado a muchas puertas para que le ayuden, pero sin éxito. Tampoco ha recibido ningún premio, ni condecoraciones por su trabajo… Muchos la admiran como si fuera una ‘superwoman’, pero nadie ha tenido hasta ahora un gesto de solidaridad.
Deseamos a ‘mamá conductora’ una jubilación pacífica gozando de sus nietos.