Una de las costumbres que más me llaman la atención en esta parte de África es ver cómo las mujeres de alguna manera se trasforman cuando llegan a ser madres y cómo se revalora su posición social en una cultura que siempre tiene en gran estima a quien es capaz de dar a luz una gran prole.
Es curioso ver cómo una señora, llamémosla Lisa, en cuanto tiene su primogénito (o primogénita), de pronto para la gente se convierte en «mamá de» la criatura que haya dado a luz. Lo cual quiere decir que en su interacción con la gente a partir de ahora, no se le llamará normalmente Lisa, sino «mama John» o «mama Lucy» refiriendo a que es la madre de ese hijo o hija, como si eso a partir del momento que ha dado a luz fuera una seña indeleble de su identidad y de su reconocimiento social. Cuando he preguntado a alguien, me han dicho con sorpresa… «naturalmente, si se la quiere llamar con respeto se le tendrá que decir ‘mama John’, no sería adecuado llamarla ahora por su nombre de pila»
Esta costumbre me lleva a pensar … ¿es que la mujer no vale nada de por sí? ¿tiene que ser «mujer de» o «madre de» para que se la mire con respeto? Incluso en esta región, creo que imitando algunas de las tradiciones europeas, las mujeres cuando se casan pierden su apellido familiar para tomar de manera automática el del marido. Una razón más que me hace pensar hasta qué punto parece como si la mujer, al llegar la hora de sus esponsales o su ser madre, tuviera que despojarse de todo lo que trae, de su historia y de su bagaje para entregarlo todo en aras de su marido o de su descendencia. Qué triste destino y qué obstáculo para el reconocimiento social del papel de la mujer. Si una quiere, por ejemplo, conservar su apellido y no asumir el de su cónyuge, a los ojos de muchas personas se convierte en una transgresora, una rara avis que quiere llamar la atención o lo que es peor una cabeza loca como tantas que hay por esos mundos de Dios.
En la biografía de la premio Nobel de la Paz Wangari Maathai se dice que su marido se divorció de ella porque era demasiado inteligente, demasiado independiente y demasiado fuerte. Según los principios culturales, esto es un obstáculo para que pareja pueda vivir en armonía. Si el hombre domina, las cosas van bien… si ella tiene también su opinión o poder de influencia… entonces tenemos un problema, curioso no?
También en otra ocasión, durante un taller de reconciliación entre dos tribus sudanesas, pude comprobar la profunda impresión que producía a ciertos jefes que una mujer de la tribu contraria se levantara y hablara en público poniendo el dedo en la llaga sobre los agravios que había recibido y señalado públicamente a alguien de un cierto clan por haber maltratado a miembros de su familia. Los jefes se quejaron ante el moderador ya que, según su cultura, no se permitía a una mujer dirigirse a varios hombres en público y aún menos ponerlos en evidencia (aunque fueran verdaderas sus acusaciones)… todo un reflejo de la manera como se piensa y se razona en diferentes culturas y mentalidades.
Quizá haya muchos hombres (africanos o no) que sueñen con tener medias naranjas que sean en realidad peritas en dulce, que muestren en todo tiempo complacencia y sumisión, que ni siquiera se atrevan a levantar la voz o contradecir a su maestro. Por fortuna para nuestro mundo, parece que esa tendencia de relegar la mujer a un mero rol de cocinera y paridora comienza a resquebrajarse y cada vez más, incluso en África, nuevos modelos sociales surgen en los cuales se respeta a cada uno por lo que es, una persona con total dignidad y con los mismos derechos… no importa la raza, la lengua, la religión… o el sexo.
* Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco).
Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.
Desde Noviembre de 2003 es el director de país de Intermón Oxfam para Sudán, donde se encarga de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán).
Es un amante de los medios de comunicación social y colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa África hoy y escribe también artículos de opinión y análisis en la revista Mundo Negro y en algunas revistas de África Oriental. Su tiempo se reparte entre Kenia y el sur de Sudán.
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