Eheneden Erediauwa, licenciado en Economía por la Universidad de Gales, y con un master en Administración Pública de la Rutgers University de New Jersey, es desde 2016 Oba de Benín, con el nombre de Ewuare II, escogido en memoria de uno de sus predecesores que reinó hacia 1450. Benín (no hay que confundirlo con el actual estado independiente de Benín, situado entre Nigeria y Togo) fue un reino precolonial en el sur de la Nigeria actual, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, anexionado por los británicos en 1897. Edo era el nombre de su capital, conocida hoy como Benin City (2 millones de habitantes). Y ésta a su vez es la capital del Estado nigeriano de Edo. En la constitución de Nigeria, el oba de Benín no tiene poder institucional, pero su poder espiritual y político sigue siendo inmenso.
Ewuare II no tendría por qué interesarme. Pero he recibido un mensaje de Noelia recordándome que los cursos para las “chicas”, entre los cuales el mío de español, comenzarán la segunda semana de octubre. Las “chicas” son un grupo que se renueva cada año, de unas quince mujeres subsaharianas (alguna es magrebí) en situación de precariedad, que el gobierno navarro ayuda a condición de que sigan cursos de formación. El nuestro está organizado por “Villa Teresita- Auxiliares del Buen Pastor”, que tienen muchos años de experiencia en la ayuda de chicas en situación de prostitución. En general, más de la mitad de las participantes vienen de Nigeria, sobre todo de Benin City. Estos últimos meses, tanto la prensa internacional como la española se han hecho eco de los nuevos métodos de esclavización utilizados por los traficantes de personas. Concretamente las nigerianas, antes de salir de su país son sometidas a ritos de magia negra (yuyu), en los que se comprometen a pagar la deuda contraída con los traficantes ($25.000 de media, $60.000 en algunos casos) so pena de terribles sufrimientos para ellas y sus familias. Las autoridades suizas, italianas y españolas señalan la enorme dificultad que tienen para convencer a esas mujeres de que son libres y pueden abandonar las redes.
De ahí mi interés por Ewuare II, que el pasado mes de marzo maldijo oficialmente a quienes colaboren en el tráfico de personas y a quienes sometan a las víctimas con la práctica de la magia. Según The Guardian de Lagos, a la ceremonia asistieron doctores tradicionales, sacerdotes y sacerdotisas de las diversas divinidades, así como las dirigentes de los principales mercados de Benín. Hay quien afirma que la maldición del Oba de Benín ha comenzado a surtir efecto. Yo no estoy muy seguro.
Según la Agencia para la Migración de la ONU, en 2014 llegaron por mar a Italia unas 1500 nigerianas. En 2015 fueron 5.633, y 11.009 en 2016. El 80% terminaron en las redes de prostitución. La mayoría procedía del estado de Edo, especialmente de Benin City. “Cuando los europeos comenzaron las operaciones de rescate marítimo, la gente de Benín decía que se había abierto el camino: una vez en el barco, ya te salvarán”, le explicaba recientemente Ronald Nwoha, miembro de una ONG local a un periodista de la CNN. El paro alcanza en Edo al 20% de la población, las mujeres jóvenes necesitan trabajo y creen fácilmente las promesas de los traficantes, de un empleo en Europa y la posibilidad de volver a casa tras haber pagado las deudas. Pero a su llegada a los centros de acogida, explica Salvatore Vella, fiscal general adjunto de Agrigento, Sicilia, son contactadas y obligadas a entrar en las redes de prostitución. Algunas consiguen pagar la deuda y trabajar luego por libre, o volver a su país. Y esa odisea “positiva” de unas pocas azuza el deseo de emigrar de otras muchas. “Cuando estaba en Europa podía ayudar a mi familia, y era muy famosa aquí en Benin”, explicaba “Betty”, 29 años y soltera, a un periodista de la Reuters Foundation. “Betty” ya está pensando en volver de nuevo a Europa. De hecho, ahora que traficantes y sacerdotes del yuyu están atemorizados por la maldición del Oba, algunas jóvenes han comenzado a autofinanciarse para poder salir del país y dirigirse a los nuevos mercados de sexo que los traficantes han abierto en Arabia Saudita, Egipto, UAE y Omán, según explica Nduka Nwanwenne, comandante en Benín de la NAPTIP, la agencia contra el tráfico de personas.
El 3 de septiembre del año pasado apareció en The Guardian de Londres un artículo firmado por Lorenzo Tondo y Annie Kelly, “El yuyu que encadena a mujeres nigerianas a la esclavitud sexual”. Además de citar al doctor Filippo Casadei del hospital Paolo Giacomme de Palermo, “En estos casos, los planteamientos de nuestra Psicología occidental son prácticamente inútiles”, los autores describían los esfuerzos de la profetisa ghanesa de una iglesia pentecostal de Palermo, en la que mujeres de Nigeria se reunían para rezar y ser liberadas del conjuro al que los traficantes habían sometido sus cuerpos. Comentaban también el trabajo en favor de las nigerianas llevado a cabo por un grupo de religiosas, también nigerianas, desde su convento en Siracusa.
El 12 de septiembre, siempre en The Guardian, les respondía, Leo Igwe, humanista y defensor de derechos humanos nigeriano. Se preguntaba por qué sólo en Europa, y no en los países árabes en donde también trabajan jóvenes nigerianas, se dan esas sesiones de liberación de conjuros y maleficios. ¿Tendrá que ver con la idea que los occidentales se hacen de África y de los africanos? E invitaba a fijarse en lo más concreto, real y material del problema: la miseria económica de la que las jóvenes nigerianas quieren escapar.
Ramón Echeverría
[Fundación Sur]
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