Malaui : Las vidas privada y pública de la presidente, por Antonio Molina

26/11/2012 | Bitácora africana

Durante el verano pasado tuve la ocasión de conversar un buen rato con un colega, misionero en Malaui desde hace medio siglo y mi primera pregunta fue: “¿Cómo os va con la nueva Presidente?”
Antes de responder a mi pregunta hecha a bocajarro, mi compañero empezó a contarme el currículo de Joyce Banda y el ambiente en que pasó su juventud.


La dictadura del “Padre” de Malaui

El Dr. Kamuzu BANDA asumió el poder en 1964. Doctor en Medicina, él se autoproclamaba: “Pediatra de una nación de niños.” Cristiano, pertenecía a la Iglesia de Escocia.

Entre sus prioridades no reencontraba la emancipación y modernización de la mujer. En la década de los 80 del siglo pasado, aún estaba prohibido a las mujeres vestirse con minifalda o llevar pantalones. La policía se los quitaba para vergüenza de las mismas.
Las mujeres, víctimas de violencias físicas de sus maridos, para atreverse a solicitar el divorcio debían poseer una voluntad de acero para ir al juzgado.

Aquellos que lo conocieron recuerdan que Banda siempre vestía traje completo con chaleco, sombrero de fieltro y un espantamoscas del rabo de toro blanco.

Él prefería tratar con el gobierno surafricano del “apartheid”, que con los movimientos de liberación de los “países de la línea del frente”. Sostenía la rebelión de la Renamo en Mozambique, que a la vez era apoyada por el gobierno de Pretoria y por la CIA.

En aquellos años, hubo un cartel en el aeropuerto de la capital, Lilongüe, que prohibía la entrada en el país a los “hippyes” y a las mujeres con minifalda.

Fue en este clima austero que Joyce, hija de un músico, vedeta de la orquesta de la policía, se educó y contrajo matrimonio. Sufrió durante diez años el infierno de su hogar, las palizas y las humillaciones de un marido con quien se casó demasiado joven.

Una vez separada, juró nunca más aceptar lo inaceptable. Permaneció fiel a esta promesa inquebrantable hasta que un buen día surgió otro hombre, juez del Tribunal Supremo y homónimo por casualidad del dictador Banda. Es bueno subrayar esto, para no incluir a Joyce en la familia del dictador.

Pasa del “cero al héroe

Esta fórmula le gusta a Joyce. Antes de entrar en la política, Joyce se dedica a los negocios, llegando a ser una de las mujeres más ricas de Malaui.

Nombrada ministro de Asuntos Exteriores por el presidente Bingu wa Mutharika, Joyce establece relaciones diplomáticas con China y lanza el microcrédito y la asistencia a las mujeres víctimas de la violencia machista. En este campo había mucho que hacer en Malaui.
Después la encontramos como vicepresidente. Malaui debe al presidente Bingu wa Mutharika una reforma modelo en el sector agrícola, gracias al plan de financiación de abonos. En 2004, el país parecía andar en la buena dirección, por eso cinco años más tarde, Mutharika fue reelegido para un segundo mandato en 2009 con el 65% de los votos. Durante este periodo las cosas se tuercen. Parece que Mutharika al envejecer se tornó autoritario y dictatorial. Para muestra un botón: El embajador de Inglaterra se permitió señalar en una entrevista algunos excesos de poder. Reacción inmediata del presidente: Expulsión del país, como persona “non grata”.

El diplomático inglés tuvo más suerte que algunos responsables de la sociedad civil, que vieron sus casas incendiadas por orden de Mutharika o un líder estudiante, que se “suicidó” lanzándose desde un 5º piso o las 19 personas víctimas de los disparos de la policía, que reprimía las manifestaciones de los ciudadanos por la carestía de la vida y falta de combustibles, en julio 2011.

Joyce se enfrenta al presidente y su camarilla

En dos ocasiones cruciales, la vicepresidente tuvo el valor de oponerse a la voluntad de Mutharika y su entorno. La primera fue cuando Bingu pretendía imponer a su hermano Peter como su sucesor. Joyce Banda se opuso y eso le costó la pertenencia al partido en el poder. La segunda aconteció al morir el presidente, el 5 de abril pasado. Su entorno ocultó el fallecimiento durante dos días, intentando preparar un golpe de Estado discreto. La vicepresidente se enfrentó a la camarilla de los políticos pro Mutharika, consiguió que el ejército la apoyara y heredó la Presidencia conforme a las normas de la Constitución.

Nuevos caminos para Malaui

El programa agrícola ha resucitado con fuerza. Los donantes de fondos han recomenzado a prestar sus ayudas. Para relanzar la economía ha devaluado un 30% el Kuacha, la moneda nacional. ¿Es por esta medida que sus detractores la presentan como “una víctima consintiente de los países occidentales.”? O ¿Será porque trabaja para despenalizar la homosexualidad?

El último gesto valiente ha sido recusar la participación del presidente de Sudán del Norte, Omar Al-Bachir, en la Conferencia de la Cumbre de la Unión Africana, que debería haberse realizado del 6 al 9 de julio en Malaui.

El jefe de Estado sudanés, que se apoderó del poder por un golpe de Estado el 30 de junio de 1989, es objeto de un mandato de arresto internacional por parte del Tribunal Penal Internacional de La Haya (CPI), imputado por crímenes de guerra y contra la Humanidad, además de genocidio en Darfur. La Unión Africana decidió no colaborar con el CPI, pues le reprocha de perseguir sólo a los responsables africanos, descuidando a los numerosos criminales del resto del mundo. Joyce Banda manifestó que recibir a Al-Bachir y no entregarlo al CPI, sería derogar los compromisos del tratado de Roma, que Malaui firmó.

Finalmente, la Cumbre se celebró en Abdis-Abeba, sede de la UA. Donde es presidente de la Comisión, la surafricana Zuma, pero eso es otra historia.

Deseamos a la sra. Joyce Banda, que siga limpiando las esferas de gobierno de su país de elementos corruptos y gobierne con mano firme y maternal.

Autor

  • Antonio José Molina Molina nació en Murcia en 1932. Desde 1955 es Misionero de África, Padre Blanco, y ya desde antes ha estado trabajando en, por y para África. Apasionado de la radio, como él relata en sus crónicas desde sus primeros pasos en el continente africano, "siempre tuve una radio pequeña en mi mochila para escuchar las noticias". Durante septiembre 2002, regresa a Madrid como colaborador del CIDAF. En octubre de 2005 aceptó los cargos de secretario general de la Fundación Sur y director de su departamento África. Antonio Molina pertenece -como él mismo dice- a la "brigada volante de los Misioneros de África", siempre con la maleta preparada... mientras el cuerpo aguante.

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