15 de enero de 2009: 1054 muertos (incluso 320 niños) y 4850 heridos en los bombardeos israelíes contra Gazza.
Observando el mapa político del Magreb, nos encontramos con una variedad de modelos políticos diferentes pero ninguno de ellos se identifica con las democracias liberales. En Mauritania, un Consejo militar se ha apoderado del poder; en Marruecos, reina una monarquía constitucional; en Argelia y Túnez, es el sistema presidencial el que dirige con mano dura el Estado; en la Jamahirya Libia se eterniza la oligarquía. Sin embargo, la sociedad civil desempeña en la región el papel de contrapeso del poder y reivindica la instauración de un Estado de derecho con una verdadera separación de los poderes. Nunca se ha definido como una sociedad domesticada, pasiva o aterrorizada.
Desde el inicio de los ataques del ejército de Israel contra la población de Gazza, hace 20 días, hemos observado que las sociedades civiles en los cinco países del Magreb se han rebelado contra la indecisión de los dirigentes para manifestarse bajo el lema de la solidaridad con el pueblo palestino. Las acciones colectivas son históricamente y sociológicamente distintas pero debemos admitir que los movimientos sociales son como desafíos colectivos en los que se involucran personas que comparten objetivos comunes y solidaridad (Tarrow, Sydney (1997): El poder en movimiento, Madrid, alianza Editorial).
Esta reflexión se adapta perfectamente a la situación que vive actualmente la opinión pública en el Magreb. Los pueblos demuestran, con su movilización unitaria en solidaridad con los palestinos de Gazza, que son capaces de conseguir lo que los gobiernos no han podido hasta ahora alcanzar a través de la Unidad del Magreb Árabe (UMA). Sin coordinación, sin líderes carismáticos y sin orden del día, las poblaciones aparcaron momentáneamente sus reivindicaciones sociales para tomar las calles en Nouakchot, Rabat, Argel, Túnez y Trípoli. Podemos preguntarnos sobre el impulso de estos movimientos sociales mientras la UMA sigue inmersa en un letargo. Según la convivencia empírica, hay una serie de factores determinantes como la geografía, la historia compartida, la fe común y la lengua, que militan a favor del entendimiento y la unión de los cinco Estados. Por distintos motivos, los dirigentes no han conseguido instaurar una relación estable, fructífera y solidaria en su región. Mientras que hoy en día las sociedades civiles se han unido espontáneamente en torno a un solo lema (Palestina), los jefes de Estado tienen cada uno las antenas orientadas hacia direcciones distintas. Se encuentran en una situación embarazosa ante sus propios pueblos que reclaman una decidida actitud política hacia la masacre de los niños, ancianos y mujeres palestinos. La opinión pública se ha desmarcado de la UMA y de la Liga de los Estados Árabes para expresar la sensibilidad de la naturaleza social de una comunidad, el clamor, el resentimiento y la indignación de las masas. No hace falta explicar este fenómeno. Los movimientos sociales son una forma de expresar una actitud por personas no pertenecientes al gobierno para determinar acciones que pudieran influir en la actitud de los dirigentes.
El estudio sociológico de las últimas marchas, concentraciones y manifestaciones de masa en el Magreb se desarrollaron conforme a la situación política que impera en su país. En Mauritania, país que vive una pugna por el poder entre militares golpistas y el parlamento, las manifestaciones revelaron la soledad del gobierno ante la exasperación de las masas que reclamaban la ruptura de las relaciones con Israel. En Marruecos, donde la sociedad civil es más estructurada y organizada, los actores sociales consiguieron reunir en una sola marcha (Rabat, 10 de enero) dos millones y medio de manifestantes, incluso con algunos ministros. En Argelia, las autoridades se opusieron, por razones de seguridad en los primeros días de los ataques israelíes contra Gazza, a la organización en Argel de marchas solidarias con el pueblo palestino. En Túnez, los actores sociales debían manifestarse para poder ejercer este derecho. En Libia, son las comisiones populares (el gobierno) las que se apoderaron de la iniciativa popular y las movilizaciones se desarrollaron en un ambiente donde se confunde el nacionalismo con el populismo. Las movilizaciones de las sociedades civiles en los cinco países del Norte y Noroeste de África invitan a hacer unas reflexiones sobre lo ocurrido.
La opinión pública es el producto final de la democracia y la más pura manifestación de la libertad de expresión y el respeto de la diferencia. En las sociedades en transición, como las del Magreb, la opinión pública es todavía principiante y está perseguida en nombre de la seguridad nacional, del respeto de unos valores sagrados y de las buenas formas. En este contexto, las movilizaciones multitudinarias se convierten en un canal de expresión de la las masas. Básicamente, la opinión pública en el Magreb sigue estando tratada a base de planteamientos autoritarios. Si prestamos atención a las investigaciones de algunos teóricos de los movimientos sociales (Noelle-Neumann, Elisabeth (1995): La espiral del silencio, 1995, Barcelona, Paidós.) consideramos que “la opinión pública conecta el nivel individual con el social, y se extiende por otros campos además del político”. Las manifestaciones solidarias con el pueblo palestino tienen efectivamente su origen en la solidaridad con una causa supranacional, lo que sitúa a los dirigentes en una delicada situación. La influencia de los medios de comunicación sería escasa en este contexto para imponer los argumentos oficiales. Podemos destacar también que las masas pierden el miedo cuando participan en una acción colectiva y toman democráticamente las decisiones de manifestar, solidarizar y condenar.
En conclusión, consideramos que la sociedad civil magrebí, a pesar de la ausencia de una fuerte opinión pública, ha conseguido desafiar al miedo de manifestar espontáneamente una postura colectiva de solidaridad hacia el pueblo palestino. En segundo lugar, los gobiernos se subieron después al carro en busca de legitimidad. Por ahora, la UMA no ha estado muy acertada al no tomar la iniciativa de exigir la organización de una Cumbre árabe sobre la situación en Gazza. En tercer lugar, se han generado, durante las movilizaciones, símbolos de la lucha contra la injusticia y discursos de contenido ideológico para dignificar las “acciones colectivas”. Así, las movilizaciones de las sociedades civiles en el Magreb crecen como una nueva fuerza de cambio en una región en plena transición política para animar el conjunto de la población a participar en futuras movilizaciones en relación, esta vez, con su propia lucha cotidiana (subida de precios, desigualdades, males sociales, injusticia, etc.).