Siempre libres.
Los grabados rupestres de la pared de Imaoine siguen tan libres como cuando eran animales de carne y hueso, grabados en la roca quién sabe si para propiciar su caza.
Ni una sola señal, ni una sola valla, indican que el Gobierno Marroquí les conceda ninguna importancia. Antílopes, elefantes, ungulados…En cualquier otra parte del mundo serían objeto de tráfico turístico. Aquí, en medio del espacio desértico, siguen en libertad, abandonados, a la espera de que cualquier cazador furtivo se acerque impunemente con un cincel y se los lleve a su casa. O a su museo.
Olga, la arqueóloga, los lleva, sin moverlos, a nuestras cabezas.
Pablo baila.
Los gritos de “¡Buenos días!” de pablo despertando a los chicos, hoy tienen réplica. Se ha preparado de manera subrepticia una canción que caricaturiza las instrucciones de la gimnasia matutina.
“Pablo baila, baila, baila… ¡Con el pie!”, y todos trotan en el sitio. “¡Con el codo!”, y todos hacen ejercicios de movimiento de antebrazo. “¡Adrián, Álvaro, diez flexiones!” rapean imitando los castigos…. “¡Pablo baila, baila, baila!”, continúa el estribillo.
Pablo sonríe (El objetivo era hacerle cambiar la adusta cara de por la mañana), aunque sin dudar mucho grita “¡A ver, comenzamos con flexiones!”.
Pero hoy han ganado los chicos, y ellos lo saben.
El Cabo de Buena Esperanza.
Los marinos celebran, desde hace siglos, cuando pasan del Índico al Atlántico o viceversa, el paso del Cabo de Buena Esperanza o Cabo de Las Tormentas. Es el punto de inflexión en la ruta, la proa de sus barcos deja de enfilar al sur y tuerce hacia el norte, hacia el final del trayecto, tras pasar por esta zona de aguas poco amistosas.
Nosotros hoy doblamos nuestro Cabo de Las Tormentas. Tras el Rif, el Atlas y el Desierto, y justo a mitad de viaje, vamos a enfilar, a través del desierto, hacia el Atlántico. Cambio de rumbo y cambio de escenario. Tras la jornada de transición de hoy, tras las muchas horas de carretera, nos esperan la playa de Sidi Ifni, nos esperan Marrakech, Fez, Rabat.
Los inhóspitos hogares que hemos habitado son un presente en forma de más de 40 grados de calor, en forma de pátina sucia sobre nosotros, que ya hemos considerado pasado, por las previsiones del plan de ruta.
El Cabo de las Tormentas, del calor que ya hace desde primera hora de la mañana, de las serpientes y escorpiones más elípticos que presentes, es ya en la cabeza de los chavales Cabo de buena Esperanza.
Y como para simboliarlo, hoy Gabi y Gonzalo han repartido zumo en polvo para nuestras cantimploras.
Transfiguración.
Los chicos, en el autobús, son menos bulliciosos que al principio del viaje. Saben que cualquier hora de sueño robada a los madrugones, aprovecha. Escriben sus cuadernos de viaje, rebuscan en las mochilas la comida que han ido ahorrando para momentos de escasez.
Muestran ya las caras afiladas y morenas, los ojos penetrantes, el gesto sufrido, el carácter impreso que les han dejado las marchas, las privaciones, el sueño, el conocimiento de los demás.
No obstante, ya cerca de Sidi Ifni, de noche, Nacho el chófer hace sonar bien alto un CD de éxitos y el autobús se convierte en una sala de baile. Doble transformación.
Sidi Ifni. Una suerte loca.
“La Suerte loca” es un hotel situado cerca de la playa de Sidi Ifni. Fue inaugurado, según me cuenta el Profesor Asenjo, por un español llamado Pepe, en los años treinta. Sorprendido por el éxito del establecimiento, frecuentado por militares y sus familias, puso al local el nombre que mantiene hoy en día. Con la devolución del protectorado por parte de España a Marruecos, Pepe vendió el negocio a uno de sus empleados marroquíes, cuya hija hoy en día lo regenta.
En las terrazas de “La Suerte Loca” colocaremos hoy nuestras esterillas y sacos de dormir.
Ramón Huarte
Cronista Oficial MRS 2009