Madres solas en Malaui luchan por alimentar a sus familias

22/11/2016 | Crónicas y reportajes

Mary Elias, de la aldea de Laje, del distrito de Zomba, en el sur de Malaui, habla con metáforas. «Tenemos que llevar las dos latas de agua», dice de la situación de las madres “solas” en Malaui, lo que significa que las mujeres con hijos pero sin pareja somos las únicas responsables de alimentar, vestir y educar a nuestros hijos. Una tarea ya de por sí hercúlea en un país situado, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, entre los 20 más pobres de la tierra. El clima extremo (sequía e inundaciones) ha hecho que la agricultura de subsistencia, que sostiene al 85% del pueblo de Malaui, sea completamente insoportable.

«Siempre tenemos miedo, no sabemos lo que nos deparará el mañana», se lamenta Nastazia Maxwell, que tiene dos hijos, de 15 y 18 años y su marido ha muerto.
Nastazia cultiva maíz y algodón, pero la cosecha no dio casi nada este año. Se dedica a trabajar en fincas más fructíferas siempre que se presenta la oportunidad. En una entrevista, en una abrasadora tarde de mediados de septiembre, Nastazia nos contó que no había comido nada ese día y sólo había comido unas pocas gachas el día anterior. Su estómago siempre está vacío, y cuando tiene la oportunidad de trabajar, no tiene energía para hacerlo, asegura.
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Mientras que las hambrunas actuales en Siria y Yemen son bien conocidas, el hambre que no sólo se da en Malaui, sino en todo el sur de África, es considerada igualmente urgente por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU. Las cifras pueden variar, pero estamos hablando de que más de 30 millones de personas en todo el sur de África necesitan ayuda humanitaria y alimentaria, declaró la Comunidad de Desarrollo de Sudáfrica a The Guardian en julio. En Malaui, el PMA afirma que unos 6,5 millones, de una población de 16 millones, están al borde del hambre y, entre esos millones, las madres solteras son uno de los grupos más vulnerables.

En el mejor de los casos, ya es difícil ser mujer en Malaui. De 187 países, ocupa el puesto 173 en el ranking de desigualdad de género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Los hogares encabezados por mujeres ganan el 60% del ingreso anual de los hogares encabezados por hombres y representan la mayoría de los hogares más pobres del país, según Clara Mah Anyangwe, representante de ONU Mujeres en Malaui.

Las personas que no conocen a las madres «solas» sacarán rápidas conclusiones: «en Malaui, para que tengas un hijo, debes casarte primero», explica Edfas Mkandawire, oficial del programa de ONU Mujeres. «Así que si usted está “sola” y tiene un hijo, la gente pensará que tuvo el bebé fuera del matrimonio. «Si una mujer es violada, el consenso general es que vestía de forma provocativa e iba pidiendo “guerra”. Las madres “solas” no lo tienen mucho mejor aun cuando estuvieron casadas y su esposo murió. En ese caso, la familia de su esposo, probablemente, las culpará por su fallecimiento y tratará de quitarles la tierra.

Los desafíos para las madres “solas” se agravan debido al papel que deben desempeñar como cuidadoras en el hogar y en la comunidad. Como explica Anyangwe, «las mujeres en Malaui llevan una triple carga: el trabajo reproductivo, el papel productivo y el papel de nutrir y cuidar a sus hijos además de a los miembros enfermos o ancianos de la familia y de la comunidad». Nos cuenta como ejemplo el viaje a ADMARC (Corporación de Desarrollo y Comercialización Agrícola). Las mujeres pasan dos días haciendo cola para comprar grano y, a menos que puedan dejar a sus hijos al cuidado de otros, las madres “solas” deben llevaros consigo. Una vez que han hecho la cola, los vendedores se aprovechan de las mujeres más abrumadas y hambrientas (las madres “solas”), y las engañan con precios fijos, a veces a cambio de sexo.

Los medios de comunicación han denunciado casos de sexo por alimentos, no sólo en Malaui, sino también en todo el África meridional, donde las madres “solas” se ven forzadas a contraer matrimonio o tener relaciones sexuales que les ocasionan un mayor riesgo de contraer el VIH / SIDA o estar expuestas a la violencia.

«Estamos trabajando muy duro para ver cómo podemos alimentar a nuestros hijos», relata Elias. Pero este objetivo básico es casi imposible para las madres “solas” en Malaui, donde la sociedad se vuelve contra ellas. Anyangwe explica que, aunque las mujeres constituyen el 70% de la mano de obra agrícola y producen una inmensa cantidad de alimentos, tienen menos acceso a los medios de producción como la tierra, los créditos, la formación y el trabajo.

Cultural y tradicionalmente en Malaui, las mujeres no pueden poseer tierra. Y sin tierra, es poco probable que las mujeres reciban créditos. Incluso si una mujer superara tales obstáculos, tendría que estar instruida para comprender los documentos que se espera que rellene. Sólo cerca de la mitad de las mujeres en Malaui, mayores de 15 años, sabe leer.

Hay circunstancias, sin embargo, que son más favorables que otras para las mujeres “solas” cuando se trata de creación de métodos de subsistencia. Es más probable que las estructuras de los pueblos y aldeas sean de más ayuda que las grandes instituciones. En algunos casos, las cooperativas rurales de ahorro y préstamo han sido útiles para las madres “solas”. Estos grupos informales se unen para ahorrar y prestarse dinero.
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Organizaciones de ayuda, como Vision Fund, la unidad de microfinanzas de emergencia, de la organización de caridad religiosa World Vision, con base en Estados Unidos, han tomado ese modelo local y lo aplican a las comunidades de Malaui, proporcionando a los grupos dinero para utilizarlo como mejor les parezca. Elias, de la aldea de Laje, es una de las receptoras de tal préstamo, y se esfuerza profundamente para pagarlo lo antes posible. Ella quiere probarse a sí misma y, espera, recibir más de un préstamo. La portavoz de Vision Fund, Sophie Hoult, declaró que la organización tiene 17.000 clientes femeninas en Malaui y que el 100% de ellas ha logrado mejorar el bienestar de sus hijos.

«La evidencia nos muestra que proporcionar a las mujeres y madres servicios financieros mejora tanto sus vidas como las de sus hijos», comentó Hoult. «Por ejemplo, las hijas de mujeres que recibieron microcréditos permanecen de media en la escuela 1,5 años más. Este efecto positivo se multiplica con la siguiente generación: investigaciones oficiales muestran que por cada año que una niña permanece en la escuela, sus ingresos aumentarán al menos en un 10% y la probabilidad de que sus hijos mueran en la infancia se reduce hasta en un 10%».

Elías y otras madres solas se preocupan por la educación de sus hijos y su futuro. Al igual que los padres de todo el mundo, quieren que sus hijos tengan más, y mejor que ellos. «Realmente queremos que nuestros hijos vayan a la escuela para que podamos llegar a romper el ciclo de pobreza», declara Grace Machoka. Machoka piensa que su aldea se beneficiaría mucho si tuviera una guardería, para que los niños pequeños pudieran estar activos y aprender durante el día y darles a ellas un poco más de tiempo para hacer el trabajo que normalmente sería de dos personas.

El gobierno de Malaui se ha comprometido públicamente a empoderar a las mujeres y hay docenas de organizaciones de ayuda dirigidas a madres solteras y hogares encabezados por mujeres. Pero Anyangwe dice que el corazón del problema es la percepción de la sociedad de las madres solteras, y que sin un cambio drástico en esa percepción, los esfuerzos para mejorar sus vidas seguirán siendo superficiales. «Hasta que las madres «solas» disfruten de los mismos derechos y respeto que el resto de ciudadanos de Malaui, no se podrá decir que están siendo suficientemente ayudadas».

womenundersiegeproject.org

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