Madagascar, punto y aparte, Por Alberto Eisman

24/03/2009 | Bitácora africana

Creo que uno de los males de África es que a veces la política no solo se “tribaliza” (lo que importa es la etnia del gobernante, no importa si está cualificado para el puesto o no), sino que se “personaliza” de una manera a veces inaudita.

Conozco de lejos el caso de Madagascar, ese microcontinente en el océano Índico que por su extraordinaria biodiversidad parece más bien un relicario de otras épocas hecho una inmensa isla (la 4ª en el mundo, dicho sea de paso); no he tenido la suerte de estar allí pero – una vez más – lo que parece una balsa de aceite de pronto nos sorprende con erupciones cáusticas y violentas que causan muerte y destrucción no solo de vidas, sino también de confianza democrática y de estabilidad.

La lucha que ha tenido lugar en estos días no tiene connotaciones partidistas ni ideológicas, sino simplemente de lucha personal entre dos personalidades políticas con claras ambiciones de poder. Un presidente que intenta defenderse como gato panza arriba de las acusaciones de corrupción y un líder opositor, Andry Rajoelina, antiguo alcalde de la capital Antananarivo, con 34 años y con un historial previo de figura de la radio y pinchadiscos, el cual ha sabido aprovechar el descontento popular y ha azuzado incluso a la clase militar para quitar de en medio al presidente Ravalomanana. Al final, después de un pulso que ha durado varios meses y que ha costado la vida de varios cientos de personas, parece ser que ha conseguido su objetivo de desestabilizar al régimen y el presidente acaba de anunciar su dimisión.

No es un buen presagio para África, un continente que en los últimos años había desacelerado bastante en su ritmo de pronunciamientos militares y/o golpes de estado. A veces parece que la desesperación (reflejada en el hecho que el 70% de la población malgache sobrevive con menos de un dólar al día) hace que la gente se agarre al clavo ardiendo de cualquier mesianismo de nuevo cuño con tal que prometa “algo mejor” que lo que han visto hasta ahora.

Dicen que el bisoño líder aupado al poder por las últimas acciones militares se ha rodeado de buenos consejeros. Más le vale. Dictadorzuelos y frikis de tres al cuarto hay ya suficientes en los gobiernos africanos, así que no hace falta uno más. Por el momento, tenemos ya un gobierno más en el poder que no ha sido legitimado por las urnas y que, después de demonizar a la presente administración, tendrá que actuar no solo “en contra de…” sino hacer realidad programas de gobierno que funcionen y mejorar la situación de una población todavía demasiado asolada por la pobreza en una isla tremendamente rica en recursos turísticos y minerales. Se está siempre mejor en la oposición, criticando los excesos del gobierno. Ahora hay que ver si los que han alcanzado el poder por tan heterodoxos métodos son capaces de hacerlo mejor y, si es posible, convoquen elecciones pronto para que ese precioso país pueda retornar a la legitimidad democrática.

Original en :

http://blogs.periodistadigital.com/enclavedeafrica.php

Autor

  • Eisman, Alberto

    Alberto Eisman Torres. Jaén, 1966. Licenciado en Teología (Innsbruck, Austria) y máster universitario en Políticas de Desarrollo (Universidad del País Vasco). Lleva en África desde 1996. Primero estudió árabe clásico en El Cairo y luego árabe dialectal sudanés en Jartúm, capital de Sudán. Trabajó en diferentes regiones del Sudán como Misionero Comboniano hasta el 2002.

    Del 2003 al 2008 ha sido Director de País de Intermón Oxfam para Sudán, donde se ha encargado de la coordinación de proyectos y de la gestión de las oficinas de Intermón Oxfam en Nairobi y Wau (Sur de Sudán). Es un amante de los medios de comunicación social, durante cinco años ha sido colaborador semanal de Radio Exterior de España en su programa "África Hoy" y escribe también artículos de opinión y análisis en revistas españolas (Mundo Negro, Vida Nueva) y de África Oriental. Actualmente es director de Radio-Wa, una radio comunitaria auspiciada por la Iglesia Católica y ubicada en Lira (Norte de Uganda).

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