Macrón “El Joven”, por Ramón Echeverría

14/10/2021 | Bitácora africana

Filósofo y especialista de la teoría política, el camerunés Achille Mbembe (1957) es conocido sobre todo por su “Critique de la raison nègre”, que obtuvo en 2013 el premio Fetkann Categoría Memoria, con el que el Centre d’Information, de Formation, Recherche et Développement pour les originaires d’Outre-mer (C.I.F.O.R.D.O.M.) premia los trabajos literarios que favorecen los principios republicanos y el trabajo de memoria de los países del Sur. Menos conocido es su primer trabajo, publicado en1985, “Les jeunes et l’ordre politique en Afrique noire”. La mitad de la población del continente tiene menos de 25 años, y Mbembe analizó entonces el mayor o (sobre todo) menor grado de integración de los jóvenes en los sistemas políticos africanos, así como las prácticas sociales y culturales de los jóvenes que tanto los separan de esos sistemas. 36 años más tarde, la cuestión de cómo conectar con las nuevas generaciones africanas es uno de los temas tratados en el informe de 150 páginas que el mismo Achille Mbembe presentó al presidente francés Emmanuel Macron el pasado 5 de octubre, pocos días antes de que tuviera lugar en Montpellier la cumbre “África-Francia 2021” en su nuevo formato “juvenil”. Mbembe constata que Francia se encuentra apartada de los movimientos y experimentos políticos y culturales abanderados por la juventud africana y, como consecuencia, desconectada de las corrientes que miran hacia el futuro. Es algo que Emmanuel Macron, a quien tanto le gusta innovar, sorprender y encarnar el futuro, ha querido corregir con el nuevo formato impuesto a las cumbres “France-Afrique”.

macron_francia_cc0-6.jpgSin la tradicional presencia de presidentes africanos, 3.000 jóvenes, de los que un millar vinieron del continente africano (entre ellos 350 emprendedores) se reunieron el 8 de octubre en Montpellier para discutir en diferentes mesas redondas sobre cinco temas principales: participación ciudadana, iniciativa empresarial e innovación, educación superior e investigación, cultura y deporte. Previamente, a partir del mes de enero, un comité de personalidades africanas coordinado por Achille Mbembe había organizado en una decena de países, encuentros de jóvenes en los que se discutió sobre las relaciones Francia-África. Finalmente, el mismo 8 de octubre, 11 jóvenes (6 chicas y 5 chicos) de distintos países africanos tuvieron la oportunidad de cuestionar a Macron en directo, en un decorado relajado y juvenil, sobre los temas tratados en las reuniones y otros como la migración en el Mediterráneo, la restitución de las obras de arte robadas en Benín y la reducción de visados para los magrebíes.

Las reacciones de los medios africanos ante el nuevo formato “juvenil” de la cumbre África-Francia han sido numerosas y variadas. Botón de muestra, el de Burkina Faso. Hay que aplaudir la nueva fórmula, escribe en Lefaso.net el periodista Crispin Laoudinki. Constatar que Francia ha sido el eterno colonialista no equivale a sentirse antifrancés. Y Macron hace bien en dar la palabra a la sociedad civil y a los jóvenes, que consideran a sus dirigentes como “subprefectos de los galos”. Precisamente la nueva fórmula de la cumbre indica el deseo de Macron de acercarse a esos jóvenes que denuncian la política tradicional francesa, opina Armand Kinda, de Minute.bf. También Aboubakar Dermé, del diario L’Obervateur Paalga, aprueba el nuevo formato porque la juventud, mayoritaria en África, es cada vez más exigente cuando se tata de la colaboración entre Estados, y está cansada de ver como sus representantes reciben instrucciones de sus padrinos franceses. Pero cuidado, advierte L’Observateur Paalga, el Gallo Galo se presenta como un adonis encantador. Pero si detrás de esa fachada aparece un depredador del gallinero subsahariano, que se prepare porque, tarde o temprano, las gallinas se rebelarán.

Como era de esperar, también en Francia ha habido reacciones. Constatando los problemas y tiranteces aún sin resolver causados por la locuacidad de Macron (al afirmar por ejemplo en una reciente reunión con jóvenes franceses, argelinos y franco-argelinos, que la “Nación Argelia” era de factura reciente), y por algunas de sus decisiones (como la de disminuir la presencia de tropas francesas en Malí), hay quienes han tildado de huida hacia adelante el nuevo formato juvenil de la cumbre África-Francia a la que ningún presidente africano ha sido invitado. “¿Acaso se cree Emmanuel Macron el único presidente de todos los africanos?”, ha sido el comentario del francés Sébastien Nadot, diputado del Movimiento de los progresistas. “El hecho de que se haya convocado a la sociedad civil es algo positivo”, afirma en una entrevista con France 24 Jean-Claude Félix-Tchicaya, investigador en el Instituto de Estudios de Prospectiva y Seguridad en Europa (IPSE), agencia europea ubicada en Paris. Pero añade que “una verdadera reformulación de las relaciones entre África y Francia no puede llevarse a cabo sin los dirigentes africanos, sean elegidos y con legitimidad popular o no”.

Coincidiendo con la cumbre África-Francia de Montpellier, los intelectuales africanos agrupados en el Collectif pour le renouveau africain (CORA) lanzaron desde Dakar una contra-cumbre virtual con una serie de webinares. Protestaban ante todo por el hecho de se organicen fuera de África cumbres que conciernen directamente al continente. El escritor y periodista Boubakar Boris Diop es de los que ve con buenos ojos la participación de la sociedad civil en las cumbres. Anota el hecho de que el presidente francés quiera que las cosas cambien en África. Pero añade socarrón, que sí que cambiarán pero no como quisiera Macrón. También ha participado en esa contra-cumbre el dramaturgo, poeta, novelista y profesor universitario chadiano Koulsy Lamko. Y con su exuberante imaginación se preguntó qué sucedería si un dirigente africano organizase en Lambaréné (Gabón), en Aneho (Togo) o en Sarah (Chad), una cumbre con los “chalecos amarillos” franceses para discutir sobre la restructuración de la decadente Francia…

Ramón Echeverría

[CIDAF-UCM]

Autor

  • Investigador del CIDAF-UCM. A José Ramón siempre le han atraído el mestizaje, la alteridad, la periferia, la lejanía… Un poco las tiene en la sangre. Nacido en Pamplona en 1942, su madre era montañesa de Ochagavía. Su padre en cambio, aunque proveniente de Adiós, nació en Chillán, en Chile, donde el abuelo, emigrante, se había casado con una chica hija de irlandés y de india mapuche. A los cuatro años ingresó en el colegio de los Escolapios de Pamplona. Al terminar el bachiller entró en el seminario diocesano donde cursó filosofía, en una época en la que allí florecía el espíritu misionero. De sus compañeros de seminario, dos se fueron misioneros de Burgos, otros dos entraron en la HOCSA para América Latina, uno marchó como capellán de emigrantes a Alemania y cuatro, entre ellos José Ramón, entraron en los Padres Blancos. De los Padres Blancos, según dice Ramón, lo que más le atraía eran su especialización africana y el que trabajasen siempre en equipos internacionales.

    Ha pasado 15 años en África Oriental, enseñando y colaborando con las iglesias locales. De esa época data el trabajo del que más orgulloso se siente, un pequeño texto de 25 páginas en swahili, “Miwani ya kusomea Biblia”, traducido más tarde al francés y al castellano, “Gafas con las que leer la Biblia”.

    Entre 1986 y 1992 dirigió el Centro de Información y documentación Africana (CIDAF), actual Fundación Sur, Haciendo de obligación devoción, aprovechó para viajar por África, dando charlas, cursos de Biblia y ejercicios espirituales, pero sobre todo asimilando el hecho innegable de que África son muchas “Áfricas”… Una vez terminada su estancia en Madrid, vivió en Túnez y en el Magreb hasta julio del 2015. “Como somos pocos”, dice José Ramón, “nos toca llevar varios sombreros”. Dirigió el Institut de Belles Lettres Arabes (IBLA), fue vicario general durante 11 años, y párroco casi todo el tiempo. El mestizaje como esperanza de futuro y la intimidad de una comunidad cristiana minoritaria son las mejores impresiones de esa época.

    Es colaboradorm de “Villa Teresita”, en Pamplona, dando clases de castellano a un grupo de africanas y participa en el programa de formación de "Capuchinos Pamplona".

Más artículos de Echeverría Mancho, José Ramón