Los repugnantes resultados del sistema de castas

26/04/2017 | Opinión

Como la mayoría de sociedades, Sudáfrica está construida sobre una compleja matriz de poder, privilegios y acceso a la movilidad social. Y también como en muchos otros países, el poder y los privilegios en nuestro país son moldeados por aquellos que, tradicionalmente, lo han ostentado. Es decir, varones blancos.

Son ellos quienes han moldeado los patrones y oportunidades de acceso, tan tóxicas y arraigadas a la progresión social, educativa y económica y la estratificación en este país. La estratificación social existe más allá de las estructuras de poder y oportunidades deliberadamente basadas en la raza. Sostengo que la movilidad es ahora tan difícil que se ha convertido en una casta social de la cual la mayoría de la gente no puede emerger.

Sudáfrica no es el único país que sufre estas diferencias tan rígidas. En Japón, existían cuatro clases de samurái. En Corea, la exclusión es hereditaria, los Ibos de Nigeria tienen la casta Osu, de la que es casi imposible salir…

El sociólogo Harry Hiller escribe: «Un sistema de clases es un sistema abierto de niveles de calificación. Si una jerarquía se cierra contra la movilidad vertical, deja de ser un sistema de clases y se convierte en un sistema de castas”. La movilidad de clase es elástica, permite la movilidad social. En teoría, una persona debería ser capaz de pasar de una a otra a través de su esfuerzo y talento.

Pero cuando los factores que dificultan el movimiento ascendente entre clases están determinados no sólo por las circunstancias actuales de una persona sino por factores tales como salud, educación, ingresos y bienes familiares que han permanecido estables en su entorno durante generaciones, este movimiento es casi imposible.

La doble plaga africana de pobreza intergeneracional y privilegios no ganados son un argumento convincente para redefinir el vocabulario de nuestras estratificaciones de clases. Ni si quiera la teoría “bootstrap” parece útil cuando no hay zapatos con lo que empezar.

Al principio de nuestra independencia democrática, Sudáfrica entró en la lista de las sociedades más desiguales del mundo. Esto era resultado directo de una distribución desigual de los recursos estatales, como la salud y la educación, y la movilidad física legislada que limitaba el acceso de las personas africanas a mayores oportunidades.

Los niveles de desigualdad de Sudáfrica superaron y sobrepasaron a los de antes de 1994, a pesar de la anticipación de que la democratización del poder político también conduciría a la democratización de la movilidad social y económica y a la de la distribución de los activos.

pobreza-sudafrica.jpgA la mayoría indigente africana se le prometió una vida mejor y que la violencia del régimen colonial de apartheid les sería compensada y destruida. En muchos aspectos, las diversas partes interesadas, incluido el gobierno entrante, no comprendían adecuadamente las complejidades de reconfigurar muchas generaciones de feudalismo económico. El déficit de activos de los africanos, que no podían acumular riquezas durante la era del apartheid colonial, sigue mermando sus capacidades sociales y económicas. Esto influencia sus opciones sobre educación, dónde vivir, dónde comprar, si busca atención médica privada o usa la sanidad pública.

Las oportunidades disponibles para los jóvenes y los niños ofrece un indicador de la movilidad social. Estas medidas incluyen activos intangibles, como si los hogares tienen o han tenido un graduado de escuela secundaria, así como los activos materiales, incluyendo si un hogar tiene un coche.

Una comparación de las oportunidades disponibles para los niños pequeños y jóvenes de contextos privilegiados y desfavorecidos es útil porque ilustra que los segundos tienen pocas oportunidades de progresar en base a su esfuerzo y trabajo duro. Los privilegiados consiguen su estatus por azar al nacer y no por propios méritos. En la misma línea, el indigente y el africano trabajador no lo es por falta de esfuerzo o talento, sino por las circunstancias en las que nace.

La falsa meritocracia que insiste en que trabajar duro es el único determinante de la movilidad social es, pues, deshonesta e inútil. Las diferencias de oportunidades entre los jóvenes privilegiados y los despojados socioeconómicamente son en gran parte atribuibles a los legados intergeneracionales que definen las circunstancias en que nacieron. Estos están marcados por la trayectoria de desarrollo económico y político de Sudáfrica y la confluencia entre los dos.

El gobierno colonial del apartheid creó patrones similares a otros estados colonizadores, como Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Sudáfrica intencionalmente construyó una economía que requería un grupo de mano de obra africana que era el motor de su sostenibilidad.

Esta estructura se reforzó con un completo menú de políticas e instituciones extraordinariamente coercitivas, acompañadas de políticas discriminatorias que ni siquiera se esforzaron en disimular.

Fuente: Mail and Guardian

[Traducción y edición, Sarai de la Mata]

[Fundación Sur]


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