Muy mal siguen las cosas por aguas del Índico. La Oficina Internacional de Tráfico Marítimo, un organismo que tiene su sede en Kuala Lumpur, acaba de publicar datos preocupantes que revelan que durante el 2010 los piratas de Somalia secuestraron a 1.181 personas, a pesar de que ha aumentado la presencia militar en estos mares para proteger a los barcos comerciales que surcan sus aguas. 53 barcos fueron secuestrados en todo el mundo, de los que 49 sufrieron esta suerte frente a las costas de Somalia. Y en lo que va de año ya llevan secuestrados otros cuatro barcos y aún tenemos a dos marineros gallegos en su poder. Este organismo internacional dijo que este incremento es alarmante y que las cifras son las más altas desde que empezaron a recopilar datos en 1991. Durante 2010 hubo en total 445 ataques piratas, lo que representa un 10 por ciento más con respecto a 2009. Además, el problema de la piratería causa pérdidas anuales de 12.000 millones de dólares, entre otras cosas porque ha hecho que muchos cargadores elijan la ruta más larga –pero más segura-por el Cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica.
Se trata de un problema que nos afecta mucho a los países ricos, y muy particularmente a España, y ya sabemos que por lo general África nos interesa cuando nuestros intereses se resienten. Recordamos los casos que han tenido más cobertura en los medios: el del atunero Playa de Bakio, secuestrado en abril de 2008, 26 tripulantes de los cuales 13 españoles, y el Alakrana, secuestrado el 2 oct de 2009 con 36 trip de los cuales 16 españoles, y que se resolvió a los 47 días. En ambos casos se pagaron fuertes rescates.
Acabo de terminar de leer el excelente libro del periodista Miguel Salvatierra «El próspero negocio de la piratería en África». Empieza diciendo algo obvio pero que se nos suele olvidar: que la piratería tiene lugar en el mar, pero el verdadero problema está en tierra, en este caso en Somalia, un país que desde 1991 tras la caída de Siad Barre no ha tenido un gobierno efectivo. Tiene muchos kilómetros de costas y una población desesperada y habituada a la guerra: un lugar perfecto para que se desarrolle la piratería. Calcula Naciones Unidas que en sólo en 2009 lo piratas de Somalia obtuvieron 200 millones de euros en beneficios, lo cual quiere decir que ser pirata en Somalia es un chollo. Con este dinero hay quienes se construyen mansiones, tienen las mujeres que les da la gana y continúan aprovisionándose de armas, que consiguen sobre todo en Yemen.
Curiosamente, parecía que la situación podía resolverse en 2006, cuando en junio la Unión de Tribunales Islámicos controló la mayor parte del país. Lograron frenar la piratería, incluso liberar a algún barco apresado. Pero cuando Etiopía, con el apoyo de Estados Unidos, expulsó a las cortes islámicas de Somalia a finales de 2006, los integristas islámicos cambiaron de actitud y desde entonces han dejado hacer a los piratas. De este modo, la cuestión se ha complicado con el terrorismo internacional. Resulta llamativo cómo un Estado debilitado y desestructurado, con una población hambrienta, se puede convertir en una fuente de amenazas y desestabilización, no sólo para sus países vecinos, sino para todo el orden mundial.
Pero hay otras piraterías no menos graves y de las que nadie suele hablar. La primera de ella es la sobreexplotación de los recursos pesqueros de las costas de Somalia y Kenia que empezó a partir de 1991, cuando Somalia se quedó sin gobierno. Los barcos atuneros se pueden pasar cuatro meses en el mar, pero los beneficios son millonarios, y durante la década de los 1990 bastantes países se han aprovechado del caos de Somalia para esquilmar sus costas. No hay que olvidar que bastantes de los piratas somalíes fueron antes pescadores que vieron con rabia cómo se quedaban sin medios de vida, y por lo tanto los países ricos deberíamos aceptar nuestra parte de responsabilidad en hacer creado este problema. Muy pocos países africanos tienen un control efectivo sobre sus costas: Sudáfrica, Namibia Marruecos y poco más. Y también se han arrojado enormes cantidades de residuos tóxicos en el mar, sobre todo por parte de barcos que suelen navegar con bandera de conveniencia, unos 1.300 según datos de Greenpeace. Esto se descubrió cuando tuvo lugar el Tsunami de finales de 2005 y muchos de estos vertidos alcanzaron las costas de Somalia. Resulta curioso que la piratería somalí, paradójicamente, ha beneficiado a Kenia, que antes consumía mucho más pescado del lago Victoria que de sus costas del Índico. Ahora, al alejarse los barcos de sus costas los pescadores de Kenia pueden obtener más capturas. Al menos este país ha obtenido beneficios indirectos de la piratería.
La otra causa de la piratería es la aparición de los Estados fallidos, como es el caso de Somalia. Estos Estados se convierten en plataformas fuera de control desde las que operan bandas criminales y grupos terroristas. Es curioso que si durante la Guerra Fría la mayor amenaza era otro estado fuerte enemigo, ahora la amenaza es la existencia de estados débiles y con falta de control.
Tampoco se puede olvidar el otro frente de la piratería: en África Occidental, del que se habla menos. En Nigeria, los rebeldes del MEND que operan en el Golfo de Guinea mezclan su bandidaje con reivindicaciones políticas, al decir que la explotación del petróleo no beneficia a la población . Además de secuestrar a empleados de compañías petroleras, también asaltan a buques frente a las costas de Nigeria. Y, aunque en menor escala, también ocurre frente a las costas de Guinea Bissau, otro ejemplo de Estados fallido.
Encontrar las soluciones adecuadas no es fácil. La experiencia muestra que hay que tener cuidado con simplificaciones, confusiones y con no hacer disparates. Las soluciones de acción por la vía rápida pueden ser populares en países ricos, pero no suelen ser las más prudentes. La solución debe pasar por una coordinación internacional, algo que suele ser lento. También hay dilemas que se plantean, como por ejemplo ¿usar protección del ejército o seguridad privada? ¿Intervención de ataque o no? Actualmente el gobierno español se gasta en seguridad privada para proteger a los barcos pesqueros españoles en el Indico 75 millones de euros al año, y eso que los vigilantes privados que van en los pesqueros españoles no cobran mucho (unos 4000 euros netos al mes, bastante menos que los franceses, que cobran 10.000 euros).
Es necesario también una cooperación internacional en el campo legal, un terreno en el que hay una gran confusión. En la mayor parte de los casos los arrestados se han quedado impunes o se han convertido en culebrones sin salida, como ocurrió con la detención y traslado a España de dos piratas con los que al final no se sabía qué hacer. Se ha optado por trasladar a los detenidos a Kenia, pero es un país con cárceles atestadas y con mucha corrupción y al final muchos sospechosos quedan libres. Acudir a las autoridades del debilísimo gobierno somalí es también perder el tiempo. A menudo, cuando ha habido un secuestro, las autoridades de Puntlandia, un Estado no reconocido internacionalmente, han dicho que tenían que tratar con ellos. En cualquier caso, no es fácil poner de acuerdo a algo más de 16 países que tienen flotas de guerra desplegadas en la zona, más a los africanos de la zona. Mientras tanto, siendo realistas, el problema de la piratería parece no seguir teniendo visos de solución y aunque se mande la flota de guerra de medio mundo a las aguas del Índico mientras no se resuelva el problema en tierra el número de barcos secuestrados puede que siga aumentando.