Sé que estamos en crisis y que ahora las perspectivas de financiación para las organizaciones no gubernamentales se han restringido porque, en vez de suprimirse lo superfluo, muchos organismos deciden cortar con esas líneas presupuestarias “de adorno”, las que siempre quedan bien delante a la galería pero que son postizas según sean propicios los vientos económicos.
Esto hace que se busque hasta debajo de las piedras el apoyo económico que necesitan muchos proyectos. En estos días me he dado cuenta hasta qué punto la picaresca se puede meter dentro del mundo de la cooperación.
Hace pocos días me llega a través de una persona de mi total confianza una propuesta procedente de Alemania de intervención para mitigar los efectos de la malaria y nos piden que busquemos alguna organización local que pueda ayudar en esta tarea. Lo curioso es primero que nada el razonamiento del proyecto: nos dicen que la introducción de cloro en el agua reducirá sensiblemente los niveles de malaria en la zona y por tanto, este proyecto incluiría la introducción de cloro y la producción local del mismo junto con la formación de las personas que deberían llevar a cabo la manufactura de este producto…
La verdad es que lo de la relación entre agua clorada o sin clorar y malaria fue algo que nunca había oído hasta ahora y yo, como soy consciente que ignoro muchas cosas y aún más en lo que a avances tecnológicos se refiere, pues supuse simplemente que alguien habría hecho algún descubrimiento en este campo que justificara el uso de cloro para atajar la malaria.
Mira por dónde que le paso la información a un alemán amigo mío que trabaja en el departamento de salubridad del pueblo donde estoy y se pone a investigar sobre la materia… de una página web llega a otra y a otra… y al final, con tanto tirar del hijo de la madeja, nos enteramos que la cosa va de una empresa química holandesa que, bajo la apariencia de proyectos de desarrollo, lo que quiere hacer es meter sus productos en los países de desarrollo y crear una necesidad que justifique el suministro de las materias y del saber técnico que esta compañía estaría encantada de proporcionar… previo pago, claro está.
Es curioso ver cómo se juega con el destino de las personas y cómo se quiere poner como ayuda al desarrollo algo que no es otra cosa que puro negocio (y aquí que nosotros sepamos no hay nada ilegal, pero ni quiero pensar lo que hay por ahí en términos de residuos tóxicos, maderas preciosas, materias ilegales,etc.) El final de la historia es siempre el mismo.. África aporta la material prima, o la mano de obra barata o el mercado potencial… y el beneficio ya sabemos para dónde va. Eso sí, se tendrá siempre la impresión que haciendo negocios con esta gente se está colaborando en un “proyecto solidario” ¿qué mejor narcótico para nuestra conciencia consumidora?
Así que, queridos lectores, no es oro todo lo que reluce ni tampoco altruismo lo que comienza siendo gratis y se presenta como “un beneficio claro para la población receptora.” En muchos casos estos proyectos tienen una letra pequeña bastante intrincada que no pocas veces oculta las verdaderas intenciones del capital: el mayor beneficio al menor coste y no importando si la intervención a la larga fastidia (o no beneficia en verdad) a la vida de miles de personas.
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