Los «nueve años desperdiciados» de Zuma y la «renovación» de Ramaphosa

8/02/2019 | Opinión

Después de que el actual presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y el Ministro de Finanzas, Tito Mboweni, describieran el mandato de Jacob Zuma como nueve años desperdiciados, los defensores del exmandatario han respondido que la responsabilidad es de todo el gobierno, y no solo del presidente Zuma. La réplica rechaza la responsabilidad individual de Zuma y señala a los que hoy se presentan como detractores del legado del expresidente como cómplices del mismo.

Las criticas acerca de las oportunidades desperdiciadas durante el gobierno de Zuma son un arma de doble filo para Ramaphosa y los que le acompañan hoy después de haber servido junto a Zuma. El portavoz en funciones del partido Congreso Nacional Africano (ANC), formación a la que pertenecen tanto el acusado como el que le acusa, Dakota Legoete, no ha tardado en contestar a las declaraciones de Ramaphosa: «Fueron nueve años de un gobierno dirigido por el CNA. Es lamentable que se cree un discurso en el que se culpa de todo lo ocurrido durante esos años a una sola persona, cuando en realidad el CNA es un colectivo».

Según el periódico Sunday, Legoete recordó que Ramaphosa fue vicepresidente del gobierno durante el gobierno de Zuma, y que señalarle a él significa erosionar la responsabilidad colectiva del partido. Legoete señaló a City Press que «Más del 80% del actual gobierno formó parte de la anterior legislatura. Es como si los otros hubiesen estado durmiendo mientras Zuma hacía lo que él quería… Estamos preparados para aprender de nuestros errores y estamos en proceso de auto-corrección. Como parte de la renovación, los errores cometidos en el pasado no deben repetirse. Tenemos claro que vamos a intensificar nuestra lucha contra la corrupción y la mediocridad».

El problema para Ramaphosa y sus partidarios es que durante la mayor parte de los nueve años que ahora critican, ellos mismos demostraron no sólo conformidad sino apoyo directo a Zuma, vistieron camisetas con su cara, le saludaron con cordialidad y votaron obedientemente a favor de lo que proponía.

Es más, en los momentos más críticos del mandato Zuma, como la polémica sobre la dudosa financiación Nkandla, la casa del mandatario, se podía ver a algunos de los que hoy guardan distancias en primera línea de defensa, movilizándose para aportar argumentos eruditos y sofismas que justificaran el robo a los pobres y el enriquecimiento del presidente. Todo esto forma parte del historial del ANC y sus aliados, del Parlamento, del Gabinete y de otros órganos del estado.

Que los que antes apoyaban o defendían a Zuma sean hoy los que le critican no es un problema en sí mismo. La cuestión es preguntarse qué implica el cierre del capítulo de Zuma tal y como se está proponiendo, si es o no factible, y cómo se articulan y preparan los medios para conseguir cerrarlo.

Antes de Zuma

Mucho de lo sucedido durante los nueve años de gobierno de Zuma no habría sido posible de no haber sido por la evolución del ANC durante el periodo post 1990. Es importante dirigir la mirada hacia el vínculo que existió entre las masas y el ANC y el Estado durante una época, un vínculo de confianza, de escucha y de aprendizaje para ambas partes.

En la década de 1990 el ANC pasó de ser una parte integral de la vida de las personas a una máquina electoral. Desde principios de los 90, cuando dieron comienzo las negociaciones, al electorado se le negó el papel de fuerza activa de la democracia sudafricana. A pesar de que la información sí se trasladara a determinadas estructuras populares, se daba por hecho que la verdadera función de las masas era manifestarse periódicamente para ayudar a debilitar la determinación del contrario.

Todo esto se enmarca dentro de una época en la que se describía al ANC, como ocurre con todos los movimientos de liberación, como la encarnación del pueblo, y en la que un estado dirigido por el ANC, por definición, encarnaría la voluntad de aquellos que no podían estar físicamente presentes en la toma de decisiones. Dado que el Estado estaba en manos de la «organización del pueblo», los intereses del pueblo estaban a salvo. Todo esto forma parte de un folclore general propugnado por los Movimientos de Liberación Nacional (MLN), en el que estos se personan como los únicos y auténticos representantes del pueblo. Cualquier proceso electoral del que salga victorioso un MLN es, en cierto sentido, una mera confirmación de lo que ya se sabe. Prueba de ello son los eslóganes que brotaron por todo el continente durante el apogeo de la liberación nacional: «el ANC es el pueblo», Kanu (el movimiento de liberación de Kenia) «es tu madre y tu padre», o el CPP (de Ghana) «es la nación».

El problema para quienes emergieron del período de la organización anti-apartheid UDF y favorecieron el «poder popular» se encuentra en que las negociaciones de aquel momento no hablaban de democracia directa, sino de establecer mecanismos para asegurar la representación del pueblo en diversas instituciones, unos mecanismos que más tarde trabajarían sobre disposiciones constitucionales y otras disposiciones institucionales muy avanzadas.

En aquel momento, lo que estaba ocurriendo no se interpretó como un divorcio absoluto entre el pueblo por un lado y el ANC y el Estado por el otro. Se suponía que las políticas Programa de Reconstrucción y Desarrollo de Mandela estaba «impulsado por la gente» y «centrado en la gente», pero la importancia que en un principio se había atribuido a lo popular fue desvaneciéndose poco a poco. Personas como Nelson Mandela respaldaban la idea de que «los líderes tienen que liderar» y que consultar todos los asuntos con el electorado habría ralentizado los procesos de implementación de políticas y, por lo tanto, impedido la mejora de la vida de las personas.

Hay mucho de cierto en este argumento, sin embargo, el desplazamiento de la base popular a un segundo plano significó la ruptura de un vínculo orgánico entre las fuerzas democráticas, tal y como solían entenderse, y las masas. Ante dicha ruptura, las masas dejaron de tener acceso a un espacio en el que pudieran actuar como obstáculo para impedir ser traicionados, y se les alejó de los lugares donde se decidía sobre los asuntos que les incumbían.

Renovación, nuevo amanecer y nuestra función

Independientemente de la evaluación que podamos hacer del período de Zuma, existen obstáculos políticos que se oponen incluso a una versión moderada del «nuevo amanecer» y de la «renovación» que Ramaphosa pretende llevar a cabo. Es posible que, para muchos, Zuma se fuese dejando un rastro de deshonra, pero esa imagen es muy distinta de la que sus partidarios logran proyectar de su figura a día de hoy.

ramaphosa_zuma.jpgIncluso aunque su autoproyección no tenga sentido y no sea resistente al escrutinio, ignorarla sería un error. De Zuma puede depender el voto favorable de una parte del electorado que podría ser decisiva para que el ANC obtenga una mayoría en las elecciones de mayo, y para el apoyo de los habitantes de la provincia de KwaZulu-Natal (KZN). Zuma, junto con organizaciones simpatizantes e iglesias carismáticas, podrían exigir un precio a cambio de asegurar esa mayoría.

Puede que resulte patético el que Ramaphosa aprovechara su visita a KZN y la presentación de su manifiesto electoral para alabar a Zuma. Sin embargo, si algo revelaba su actitud en ese momento es que por mucho que Ramaphosa quiera darle la espalda al hombre que desperdició 9 años de presidencia, hacerlo demasiado abiertamente supone arriesgarse al repudio de su liderazgo y comprometer la unidad del ANC de cara a las próximas elecciones.

Al criticar la presidencia de Zuma, Ramaphosa ha hecho saltar por los aires una tregua tácita con el expresidente, convirtiéndose en el blanco de acusaciones de haber menospreciado la responsabilidad colectiva del ANC y comprometido su unidad, y abriendo así la puerta a la amenaza implícita de la no cooperación.

El problema de intentar paliar las consecuencias de esta ruptura por medio de una política de apaciguamiento, posiblemente la postura actual de Ramaphosa, es que es probable que Zuma ponga un precio en forma de importantes concesiones, como por ejemplo el abandono del “nuevo amanecer”, el proyecto de regeneración política más ambicioso del candidato a la presidencia. Evitar concesiones que puedan socavar toda la integridad del proyecto de «gobierno limpio» de Ramaphosa significa derrotar a las fuerzas de Zuma por la vía política.

Ramaphosa no parece tener claro lo que significa darle la espalda a Zuma ni disponer de una estrategia organizativa para ganarse a la gente, mientras que Zuma y sus aliados son muy claros. Por mucho que Ramaphosa tenga acceso a plataformas como Davos desde las que actuar, ese no es el tipo de foro que necesita para que su voz llegue a las bases que necesitan ser convencidas.

Para aquellos de nosotros que estamos fuera de la contienda, no involucrados en batallas de liderazgo, todo esto afecta a nuestro país y a su futuro.

No podemos mostrarnos indiferentes en esta batalla, ni podemos asumir como algo indiscutible la definición de Ramaphosa de lo que está en juego presentada de manera bastante vaga y poco convincente. Es importante que el factor de masas regrese al proceso político, a través de una serie de vías que se originen no solo en las clases más desfavorecidas o la clase obrera, sino en los profesionales, empresarios, maestros, estudiantes, personas sin hogar y otros, todos los cuales necesitan un gobierno transparente, legalidad y una distribución equitativa de los recursos como base para mejorar sus vidas.

En este momento no existe una forma de organización ya establecida, pero han existido varias estructuras a través de las cuales personas de diversos sectores sociales se han expresado durante la era de Zuma, aunque de forma esporádica. Es vital que encontremos maneras, como ciudadanos, de construir conexiones entre estas diversas manifestaciones de manera que sean duraderas y puedan fortalecer los vínculos de aquellos que quieren un gobierno limpio y una democracia cada vez más amplia. Este es un camino en el que el gobierno no lo es todo y en el que nosotros, el pueblo, tenemos una función perdurable para asegurar nuestra propia emancipación.

Raymond Suttner

Fuente: Daily Maverick

[Edición y traducción, Mariana Entrecanales Marsans]

[Fundación Sur]


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Autores

  • Raymond Suttner

    Profesor adscrito a la Universidad de Rhodes y UNISA. Analista sobre cuestiones políticas actuales y asuntos de liderazgo. Escribe una columna regular en Polity.org.za. Suttner es un exprisionero político y perteneció a la dirección de la alianza liderada por el ANC en los años noventa.

    Puedes seguir sus escritos en: raymondsuttner.com

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