Los niños de ningún sitio, por José Carlos Rodríguez Soto

20/04/2009 | Bitácora africana

Se llama Sara, tiene 11 años y estudia cuarto de primaria en una escuela de las monjas del Sagrado Corazón en Adjumani, en el norte de Uganda. Hasta aquí nada de especial, si no fuera por un detalle importante: ella es la cabeza de familia de su hogar, donde tiene que ocuparse de otros cuatro hermanos pequeños. Sus padres viven en Sudán, donde han regresado hace poco después de largos años como refugiados en Uganda, y se dejan caer por la casa de vez en cuando. Como ella, hay miles de niños en esta zona. Cuando visité Adjumani por primera vez, en 1992, había allí 120.000 refugiados sudaneses en campos del ACNUR.

Habían escapado de la guerra que empezó en su país en 1956 y que, con excepción de un periodo de pocos años, duró hasta 2005. A pesar de que ese año se firmó la paz entre los rebeldes del SPLA y el gobierno de Jartum, aún tardaron los refugiados en decidirse a volver a su país de origen. Muchos de ellos han ido allí (aunque en muchas ocasiones no pueden llegar a sus aldeas, aún minadas o inseguras) pero aún mantienen una pierna en Uganda, donde han estudiado o han empezado pequeños negocios. Sus hijos nacidos en Uganda no conocen Sudán y en muchas ocasiones sus padres se resisten a llevarlos de vuelta a su país, ya que en Uganda por lo menos tienen una escuela a donde ir. Terminan siendo niños de ninguna parte, con cargas familiares que ningún niño debería tener que soportar.

La Redeemer Children School acoge a unos 800 niños y niñas, de los que casi la mitad son estos niños sudaneses. Fue inicialmente fundada por las hermanas del Sagrado Corazón, una congregación local de monjas originarias de Uganda y Sudán, para dar un hogar a niños huérfanos, pero en 2003 los rebeldes del LRA entraron por la noche y se llevaron a los cincuenta y tantos niños que vivían allí, de los cuales algunos consiguieron escapar en meses sucesivos. De otros no volvió a saberse nada y se supone que están muertos o que pasaron a engrosar las filas del ejército de niños soldado del LRA. El lugar estuvo un año cerrado y cuando finalmente se volvió a abrir, las monjas -que mientras tanto habían trasladado el orfanato a un lugar más seguro- aprovecharon las instalaciones para convertirlo en escuela primaria.

A las siete y media de la mañana el recinto de la escuela es ya un hervidero de niños que según llegan cogen escobillas y barren aulas y patios. Las clases empiezan a las ocho y terminan a las cinco, con una parada de una hora y media a eso de la una para hacer la que para muchos de ellos será la única comida del día: un guiso de maíz y alubias. Por lo demás, las cifras dan para pensar: 18 maestros para 800 alumnos, entre 80 y 90 niños por aula. A pesar de todo, las monjas se las ven y se las desean para llevar adelante esta escuela, que durante los últimos años ha sido la primera en cuanto a resultados académicos en el distrito.

Así es el trabajo día a día de infinidad de instituciones llevadas adelante por religiosas en África. Callado, sacrificado, dificilísimo, no raramente incluso heroico. Siempre al lado de los últimos, como estos niños a los que las circunstancias de la vida les ha deparado un destino de no ser de ninguna parte y de tener que convertirse en cabezas de familia con pocos años. Si no fuera por iniciativas como esta escuela, su vida sería aún más dura.

Autor

  • (Madrid, 1960). Ex-Sacerdote Misionero Comboniano. Es licenciado en Teología (Kampala, Uganda) y en Periodismo (Universidad Complutense).

    Ha trabajado en Uganda de 1984 a 1987 y desde 1991, todos estos 17 años, los ha pasado en Acholiland (norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra. Ha participado activamente en conversaciones de mediación con las guerrillas del norte de Uganda y en comisiones de Justicia y Paz. Actualmente trabaja para caritas

    Entre sus cargos periodísticos columnista de la publicación semanal Ugandan Observer , director de la revista Leadership, trabajó en la ONGD Red Deporte y Cooperación

    Actualmente escribe en el blog "En clave de África" y trabaja para Nciones Unidas en la República Centroafricana

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