Volvemos a la entrevista de Aljazeera para conocer en qué consiste hoy una empresa privada de seguridad.
Prince desvía la preocupación de los asistentes sobre las personas asesinadas hacia la exitosa protección de Blackwater a sus clientes: “hicimos más de cien mil misiones, ninguno de ellos resultó muerto o herido”.
Inmediatamente hay que rechazar ese perverso argumento: ¿la protección de los clientes de Blackwater está por encima de la vida de personas inocentes?
Estas personas estaban en el lugar y hora en la que se produjo la masacre porque vivían en la zona o pasaban por ella y los mercenarios actuaron con total desprecio de la ley y de una conciencia simplemente humana.
Se trata de un cálculo exclusivamente económico: si gano mucho dinero por proteger a ciertas personas gracias al uso de potentes armas de fuego y a otras ventajas como una alta probabilidad de impunidad merced a falsos testimonios, pruebas manipuladas, soborno de testigos, falta de actuación judicial, etc., todo lo demás pasa a ser secundario, lo que incluye las víctimas civiles desarmadas y ajenas a cualquier ataque contra los clientes citados.
Es un argumento falaz decir que los mercenarios defienden la seguridad de sus clientes o que les protegen contra atacantes. ¿Habrían necesitado tal protección de haberse quedado en su casa en Estados Unidos? No tenían ningún derecho a estar en Bagdad, aunque lo tuviesen esto no permite a sus guardaespaldas asesinar a personas inocentes con la excusa de proteger a aquellos.
También introduce un dato que no se refiere al crimen para desviar más lejos la atención de éste: “en menos del uno por ciento de las misiones se abrió fuego”. Ninguna persona, no digamos los familiares de las víctimas, describiría a la banda como muy agresiva –según dice Prince- sino como asesina recalcitrante.
Añade más confusión con el mismo objetivo: “esto en una época en la que había un montón de violencia en la capital, donde la insurgencia tenía su centro de gravedad”.
Estados Unidos y su coalición fueron hasta Iraq para lanzar una guerra de agresión contra este país, no fue al contrario. Este crimen tuvo la lógica respuesta ajustada a derecho –a pesar de la abismal diferencia de fuerzas- de la defensa de la población.
Afirmar que la insurgencia estaba en la capital es propio de un imbécil. Como Prince no lo es hay que pensar que él considera imbéciles a los egresados de Oxford que le escuchan con educación mientras él se sonríe y les insulta con este tipo de argumentos.
Termina intentando recabar la compasión de la audiencia, claro está que hacia los asesinos, no hacia las víctimas. Ninguna disculpa sale de la boca del león para la gacela, faltaría más:
“y… bueno, 41 de nuestros hombres resultaron muertos en aquella misión”.
Prince tiene todas las ventajas sobre el público, eso sin contar con la protección de sus matones y el acuerdo sobre su seguridad negociado con el productor del programa.
No obstante hay que reconocer que tiene aguante para las puyadas que le lanza Hasan. Tiene respuesta para todo y no baja la guardia mientras aparenta que está tranquilo. Sin embargo, a medida que avanza la entrevista se le van acabando las oportunidades de salir por peteneras.
Es interesante al respecto observar su lenguaje corporal y cómo evoluciona a lo largo de la entrevista. Esto incluye la expresión de su cara cuando habla, el cambio que se produce en ésta en los momentos de mayor tensión; también sus pausas, incluso las más breves, por ejemplo cuando realiza una inspiración antes de responder.
Supongo que es una forma de ganar un segundo de calma y reflexión antes de decir algo delicado. También el movimiento de sus manos y cuando se acomoda en su asiento.
En general se mantiene jovial –no sé con cuánto esfuerzo, quizás por la costumbre, su carácter-, aunque hacia el final acusa el cansancio, lo que también se refleja en su expresión.
Hasan es un entrevistador informado, incisivo y que no da descanso al entrevistado, así que inmediatamente le replica:
“Usted menciona que cumplía las órdenes de Estados Unidos que perdió hombres durante la misión, pero no que mató un montón de gente. Usted habla de porcentajes, hablemos de casos individuales: en 2005 agentes de Blackwater dispararon setenta veces contra un coche particular, lo que llevó al Departamento de Estado a investigar.
En 2006, según papeles filtrados desde el Pentágono, Blackwater disparó indiscriminadamente sobre civiles iraquíes y mató a varias personas, entre éstas un conductor de ambulancia. En 2007 personal de Blackwater mató a 14 civiles en lo que se conoce como la masacre de la plaza Nisour durante el domingo sangriento en Bagdad. Éste es el historial que mucha gente tiene en mente en todo el mundo cuando escuchan la palabra Blackwater”.
Entonces a Prince ya no le queda más respuesta que la mentira. Se diría que miente igual que sus mercenarios disparan, es decir, indiscriminadamente, sin dudar, sin reparos.
“Seguro, pero hicimos cien mil misiones y es fácil sacar algunas cosas fuera de contexto, pero recuerde: había miles y miles de insurgentes intentando activamente (sic) matar americanos, no solamente soldados, sino también diplomáticos”.
Hasan: “Pero sus hombres también mataron a una madre y a su hijo de nueve años cuando iban de visita”.
Prince: “Desgraciadamente los insurgentes no visten uniforme y conducen ambulancias con explosivos…”
Hasan: “Entonces sus hombres no sólo matan insurgentes”.
Prince: “Un coche-bomba no te da mucho tiempo para pensar”.
Hasan: “No había ningún coche-bomba en la plaza Nisour según las declaraciones de los testigos”.
Prince: “En realidad había uno, cinco minutos antes explotaron varios coches-bomba y el convoy de la USAID (la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional destinada –no oficialmente- a promover por todos los medios cambios de gobierno en países no amigos de Estados Unidos) tenía que pasar por un sitio bloqueado por un coche. (…) Habíamos recibido información del Departamento de Estado alertándonos sobre un coche Kia blanco y, desgraciadamente, hay que tomar decisiones en menos de un segundo…”.
Hasan: “No había ningún Kia blanco y usted lo sabe, se ha hablado de esto muchas veces, fue un crimen, uno de sus hombres fue juzgado por asesinato en primer grado por matar a esa madre y al niño y otros tres por homicidio, cuatro en total. Esto fue en un juzgado de Estados Unidos, no en un juzgado iraquí”.
Prince: “Es cierto, cuatro veces les juzgaron y por fin a la cuarta les condenaron: en la primera por falta de ética profesional, en la segunda se anuló el veredicto, en la tercera se declaró juico nulo y en la cuarta se trataba de un juzgado del Distrito de Columbia”.
Hasan: “¿Quiere decir que un juzgado del Distrito de Columbia no es válido?”
Prince: “bien… yo diría que un juzgado de pares del Distrito de Columbia no se puede comparar con el resto de juzgados del país” (remarca esta afirmación con gestos y amplias sonrisas).
Durante este intercambio de acusaciones y negaciones el rostro de Prince ha dejado de estar relajado para ponerse tenso, ha hinchado el pecho al coger aire buscando calmarse, su mirada se ha endurecido; sin embargo, con esta respuesta su sonrisa ha vuelto a brillar.
¿Por qué? Esa feliz respuesta está provocada por una deficiencia de ese juzgado muy conocida:
“Se critica frecuentemente al Gran Jurado porque no actúa como un medio eficaz de control del fiscal; como dice el cliché: confirma todo lo que éste decide, es perfectamente capaz de condenar a un bocadillo de jamón si se lo pide el gobierno”.
Cornell Law Review (Revista de Derecho de la Universidad de Cornell), 1995, 80:2, página 263
El argumento no puede ser más claro. Únicamente llama la atención que una revista editada por una de las principales universidades de Estados Unidos, que cuenta con 50 premios Nobel asociados y algo más de 4.500 millones de dólares de ingresos en el curso 2018-19, no haya añadido al menos un par de rodajas de tomate al bocadillo.
Once años después de la matanza el New York Times publicó el día 19 de diciembre de 2018 en la sección de política el artículo titulado:
“Blackwater Security Contractor Found Guilty, Again, in Deadly 2007 Iraq Shooting”.
(Empleado de Blackwater considerado culpable, de nuevo, del tiroteo mortal de 2007 en Iraq)
“El veredicto es la segunda vez que un jurado federal ha declarado culpable al Sr. Slatten, un extirador de élite, en el notorio episodio que enfureció a los americanos por lo que muchos consideraron una misión militar sin una estrategia clara”.
“El juicio contra el Sr. Slatten y otros empleados ha seguido su curso durante una década a través del sistema judicial federal y recorrido tres administraciones, debido a que los funcionarios americanos querían cumplir su promesa a los iraquíes de que llevarían a los responsables de los asesinatos a la justicia”.
“El año pasado un jurado federal de apelación desestimó los veredictos de tres de los empleados y ordenó un nuevo juicio para el Sr. Slatten. Éste concluyó sin acuerdo del jurado tras 16 días de deliberaciones y el juez Royce C. Lamberth, del Distrito de Columbia, declaró nulo el juicio”.
“El miércoles por la mañana un jurado le declaró culpable de asesinato en primer grado, lo que significa obligatoriamente prisión perpetua”.
“Los fiscales dijeron que el Sr. Slatten realizó los primeros disparos, sin mediar provocación, hacia la multitud que estaba en la plaza (Nisour). Formaba parte del convoy de 19 empleados en cuatro vehículos blindados”.
“Estos casos son especialmente difíciles de probar dadas las deficiencias de nuestras leyes así como el lugar del crimen y los testigos”.
“La fecha de la sentencia no se ha dictado”.
https://www.nytimes.com/2018/12/19/…
Cuando los crímenes salen a la luz -a veces tardan años- aún pueden pasar muchos más hasta que se dicta una condena. Después, como se ha visto, hay que fijar la fecha. Entre tanto intervienen los abogados espabilados, bien relacionados, conocedores de esas deficiencias.
Trabajarán –por una prima acorde al resultado de sus logros- para conseguir la libertad o una reducción de condena de su cliente mediante maniobras diversas como un estado de enajenación debido a la presión en un entorno bélico, debilidad o inconsistencia de las declaraciones de los testigos, la incapacidad de investigar y probar alguna cuestión por el paso del tiempo…
Agustín Velloso
Fuente: Grupo Tortuga
[Fundación Sur]
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