Los mercenarios en tiempos del neoliberalismo y la globalización I

18/03/2019 | Crónicas y reportajes

Presentación

El periodista británico Mehdi Hasan entrevistó recientemente en su programa Debate (de la cadena de televisión Aljazeera) a Erik Prince, ex oficial de la Fuerza de Operaciones Especiales de la Armada de Estados Unidos (United States Navy Sea, Air and Land, más conocida como US Navy SEAL por sus siglas en inglés) quien fundó y fue dueño de la empresa internacional de seguridad Blackwater.

Con otras palabras, Prince, hijo de una familia muy adinerada, joven inquieto y ambicioso, se convirtió en un hombre de armas, pero en menos de tres años se reconvirtió en hombre de negocios. No dejaba las armas sino que dejaba de seguir las órdenes de sus jefes para dar sus órdenes a otros hombres armados; de paso cambiaba un sueldo regular para ganar millones.

Lo que sigue no es la historia de un hombre, ya que lo fundamental es analizar el porqué de los mercenarios en la época del neo-imperialismo y la globalización. Sin embargo es inevitable pensar que sin los Prince que pululan por el mundo –aunque sean un puñado- no existirían las multinacionales con miles de empleados.

Aunque Hasan, especializado en asuntos políticos, trabaja desde 2015 en la oficina que la cadena tiene en Nueva York, esta entrevista tuvo lugar el pasado 8 de marzo en la Oxford Union Society, una sociedad de debates principalmente integrada por personas relacionadas con la Universidad de Oxford, donde él se formó.

En sus casi 200 años (se fundó en 1823) ha recibido a algunas de las personas más famosas –y más mortíferas- del mundo: Ronald Reagan, Richard Nixon, Bill Clinton, Winston Churchill, Margaret Thatcher… y también a Diego Maradona, Malcom X, Teresa de Calcuta, Morgan Freeman, Michael Jackson, Dalai Lama…

La entrevista trató de tres asuntos: la conducta de su empresa en la guerra contra Iraq, su propuesta para la “salida” de Afganistán de las tropas de Estados Unidos y su apoyo al presidente Donald Trump.

Con el título de Blackwater’s Erik Prince: Iraq, privatising wars, and Trump (Erik Prince y su Blackwater: Irak, la privatización de la guerra y Trump), se puede seguir durante sus 49 minutos en inglés en la propia cadena y en YouTube:





El contexto antes de pasar a comentar la grabación

Dos años después de la muerte del padre de Prince, exitoso hombre de negocios, la madre vendió su empresa por 1.350 millones de dólares. Fue entonces cuando Prince fundó Blackwater (1997), posteriormente rebautizada como Xe Services en 2009, tras un horrible tiroteo en Iraq que la marcó definitivamente y del que se habla a continuación.

En 2010 Prince la vendió a otras dos empresas, que la renombraron ACADEMI. En 2014 éstas se fusionaron con otra empresa del ramo, Triple Canopy, desde entonces se conoce por Constellis Holdings (CH). Posteriormente CH creció con la adquisición de la empresa de seguridad Olive Group.

¿A cuento de qué viene este relato tan poco romántico? Pues porque una de las características principales de este provechoso negocio es ser un producto estrella del capitalismo más salvaje, nunca mejor dicho. Se adapta a las necesidades de los clientes, evoluciona a medida que cambian las circunstancias del mercado, innova en productos y servicios y crece de la mano de los políticos que están en los puestos más altos, lo que lleva a las famosas puertas giratorias.

Esto, que se parece a un eslogan que esgrime cualquier compañía orgullosa de su éxito, hay que definirlo como lo que es en verdad: una asociación de malhechores, delincuentes y psicópatas con objetivos intencionadamente imprecisos y duración incierta, que so capa de proveer servicios (llamados) de seguridad a cualquier persona u organización dispuesta a pagar muchísimo dinero, tiene como fin acrecentar su propio poder y su hacienda, con desprecio de la ley, la moral y las consecuencias.

Sus costes los externalizan y ningún beneficio se deriva de éstas sino todo lo contrario, al menos si por bien se entiende “todo aquello que es apto para satisfacer una necesidad humana” o “posee un valor positivo y por ello estimable”, “bien común”, etc. (DRAE)

Blackwater era una empresa desconocida antes de los ataques del once de septiembre de 2001. Por lo que publica el diario británico The Guardian, facturaba 200.000 dólares mediante contratos con el gobierno federal desde Moyock, un pueblo de menos de 4.000 habitantes en Carolina, o sea, unos 50 dólares para cada vecino, eso sin descontar la inversión, los gastos corrientes e impuestos, etc. En 2006 ya facturaba 600 millones y de ahí en adelante más de mil.

Este éxito no impidió -más bien habría que decir: tenía que terminar así- que apareciese en los medios en 2007 por otras razones. Sin embargo Prince apuntaba maneras desde el comienzo, ya que consiguió nuevos contratos –por lo que parece a dedo- en Afganistán e Iraq en 2002, justo antes de la invasión de Iraq. Aunque el diario no dice nada acerca de si en aquellos días acciones de la compañía salieron a bolsa, es conocido que ese tipo de gente, tanto funcionarios del Estado como empresarios e inversores con estrechas relaciones con aquellos, aprovecha información reservada para incrementar sus reservas de dinero.

Un caso sonado es el del teniente general de la Fuerza Aérea y Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, Dan Halutz, que vendió 28.000 dólares de su cartera de inversiones el día 15 de agosto de 2006, tres días después de que dos soldados israelíes fueron capturados por Hizbolá. Esta operación dio paso a la guerra entre éste e Israel.

En 2005 mercenarios de Blackwater dispararon repetidas veces sobre un coche iraquí y en 2006 otro mercenario borracho mató a un miembro de la seguridad del vicepresidente de Irak. Por otro lado, familias iraquíes llevaron a la compañía a los tribunales porque otros mercenarios mataron a familiares suyos.

Lo que desencadenó el cambio de nombre a Xe Services fue otro tiroteo de un grupo de mercenarios que escoltaban a personal de la embajada de Estados Unidos el 16 de septiembre de 2007. Esta acción, que se conoce como la masacre de la plaza Nisour, dejó 17 muertos y 20 heridos, todos civiles. En la entrevista se habla de esta masacre.

De esta manera y también diversificando el negocio hacia otros sectores tan de moda como sospechosos, por ejemplo consultoría, logística, formación y otros, además de asentándose en otras zonas en las que no hay guerra, la empresa sigue sus actividades a las que acompañan la muerte, el dolor, el dinero, la corrupción y el expolio.

Mediante las puertas giratorias, elemento necesario en este negocio, no es casualidad que en el consejo de administración se reúnan exjefes militares, ex gobernantes y grandes empresarios. Así informa la citada Constellis:

“Nuestro equipo ejecutivo está formado por profesionales con décadas de experiencia en el gobierno, en el ejército y en el sector privado. Además, Constellis es dirigido por una junta directiva y por un distinguido consejo asesor”.

Se puede decir que Constellis está bendecido por la participación de la flor y nata de los negocios, la milicia y la política.

Por ejemplo, entre los consejeros tenemos a Jose A. Rodriguez, Jr, que estuvo 31 años en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como director del Servicio Secreto Nacional (National Clandestine Service), puesto para el que viene muy bien un nombre tan común (José está entre los cinco favoritos para el bautizo de los latinos en Estados Unidos) y mejor aún sin acentos para mayor seguridad. Fue el máximo responsable de la coordinación de operaciones de los agentes de todas las agencias de seguridad de Estados Unidos.

Por su parte Jason Deyonker ha pasado 20 años de su carrera en puestos directivos en empresas como Arthur Andersen y Deloitte’s hasta recalar en Constellis entre 2010 y 2018. Eso ayudó a que los ingresos de esta compañía crecieran desde 225 millones de dólares hasta mil ochocientos y desde 1.500 empleados hasta 21.000.

Completa la terna John Ashcroft, que fue fiscal general de Estados Unidos (Ministro de Justicia en estos lares) con George W. Bush. Es conocido por militar en el ala derecha del Partido Republicano y pertenecer a una iglesia pentecostal que cree en la segunda venida de Cristo y en el don de lenguas, es decir, una capacidad sobrenatural que permite a una persona hablar lenguas que desconoce.

Con este currículum no es extraño que haya afirmado que “el Islam es una religión por la que Dios te pide enviar a tu hijo a matar por aquél. El Cristianismo es una fe por la que Dios envía a su hijo a morir por ti”.

Agustín Velloso

Fuente: Grupo Tortuga

[Fundación Sur]


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Autor

  • Agustín Velloso es profesor del Dpto. de Historia de la Educación y Educación Comparada de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

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